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31-Enero-2003

 

La onda privatizadora no se detiene
Ahora es el agua

 

Uno de los rasgos característicos de la política neoliberal dominante en el mundo actual se refiere a la privatización, por parte de los Estados en favor de los grandes capitales, de toda actividad de la que sea posible usufructuar beneficios económicos.

Esta política económica impuesta por un modelo que ha olvidado a la sociedad, trastocando los valores que hacían prevalecer la solidaridad y el bienestar de las mayorías por aquellos que sólo apuntan a la acumulación de riquezas en minorías privilegiadas, no ceja en su carrera expansionista en ningún punto del planeta

La globalización de la fórmula que viene polarizando las riquezas de manera incesante y que en regiones del mundo como América Latina, por ejemplo, están devastando economías y sociedades (léase Argentina, Uruguay, Paraguay), no perdona países ni oportunidades para especular con todo aquello que presente posibilidades de ser rapiñado.

Suecia, obviamente, no ha escapado al influjo de esa corriente. La desrregulación, que deja libre el camino a la intervención privada sin los controles que protejan al usuario, a la sociedad en última instancia, del afán lucrativo del capital privado, ha hecho posible la privatización de servicios tales como, entre otros, el de la electricidad. Servicio éste de primera necesidad y cuyo uso imprescindible hace ineludible la aceptación por parte del usuario de las condiciones que se impongan, ha sufrido en los últimos tiempos un significativo aumento de precio que ha desacomodado tanto la economía privada como la empresarial. Resulta, esta desrregularización y sus consecuencias, una prueba más de que ella no beneficia en absoluto al cliente final del servicio. De esta manera se desnaturaliza el funcionamiento de una obligación obvia que el Estado debería amparar en provecho de la sociedad.

Otro rubro imprescindible para la sociedad es el servicio de agua potable. Por lo tanto, también podría resultar objeto de la codicia de los capitales que con la posesión y control de esa prestación obtendrían seguramente pingües beneficios.

No obstante la evidencia demostrada en las experiencias anteriores, tanto en el país como fuera de él, sobre la indefensión que la sociedad acusa frente a los perjuicios impuestos por las privatizaciones de servicios esenciales, hay quienes en Suecia abogan hoy por la privatización del agua potable. Quienes defienden esta alternativa sostienen que la explotación del agua y del alcantarillado público deben privatizarse, tomando como ejemplo lo efectuado con la electricidad. Ello significaría que la atención de ese servicio pasaría de la Dirección de la Comuna a manos de empresa privada, sin que el proyecto de transplante considere los destinos del personal que hasta el momento viene desarrollando su labor en esta actividad. Esta última desaprensión que acompaña a la puesta en práctica de las privatizaciones y que afecta directamente a obreros y empleados de las empresas, es otro de los rasgos simbióticos del sistema que, entre otros males, viene implantando a diestra y siniestra un grado de desocupación creciente.

En un reciente artículo escrito por el social demócrata Emmanuel Morfiadakis, presidente de la Comisión Técnica en Malmö, y publicado en el diario sueco Sydsvenska Dagbladet donde aboga por la negativa a la privatización del agua potable, sostiene que el modelo ha sido extraído del exterior, donde ha resultado un muy rentable negocio para el sector privado.

Los contratos de explotación privada en Francia, Inglaterra y Alemania han tenido gran éxito produciendo ganancias gigantescas. Sin embargo, y como era de suponer, tales ganancias no significaron beneficio para los usuarios como podría haber sido una rebaja en los costos de las tasas. Por el contrario, no sólo las consecuencias negativas se traducen en costos más altos para las comunas que establecieran largos contratos que sólo benefician a los privados, sino que las investigaciones publicadas muestran que el precio del agua en Alemania es 2,9 veces por metro cúbico más alto que en Suecia, en Inglaterra 2,0 más alto y en Francia 1,8 mayor que en Suecia.

El acceso al agua potable, concluye Morfiadakis, es un servicio muy importante para la sociedad que debe mantenerse en el marco de lo público y no ingresar al juego de la competencia. Recuerda además que la experiencia muestra que una vez efectuada una privatización, ese servicio ya no vuelve al área pública otra vez Y agrega que hay que tener en cuenta que ya hoy gran parte de la actividad está expuesta a la competencia y para demostrarlo pone como ejemplo a Malmö donde sólo un 15-20 por ciento de la explotación no ha caído bajo el control de la competencia. En su posición contraria a la privatización del agua Morfiadakis considera que la mejora en la efectividad del servicio, argumento que suele manejarse, no pasa por transponer un monopolio público a otro privado, ese es un error afirma. Eso provoca un encarecimiento del producto para los consumidores al tiempo que el mayor enriquecimiento de los consorcios privados. La mayor efectividad sería lograda según opinión del director técnico- por una regionalización de las capacidades operativas de comunas cercanas que, uniendo esfuerzos y estructuras ya existentes, podrían ahorrar mucho dinero y mejorar los servicios sin necesidad de recurrir al manido recurso de la privatización. Para llegar a cumplir un objetivo semejante haría falta, sin dudas, la necesaria voluntad política sostiene Morfiadakis.



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