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Dinero a falta |
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La relación entre alumnos y sus propios centros de estudios no siempre está dotada de la armonía, el amor o el interés por consolidar un contacto benéfico para ambas partes. No es un tema fácil para darle solución y , a veces, quienes manejan la enseñanza desesperan por lograrlo. Conflictos van y vienen entre alumnos y maestros. El desinterés manifiesto por el mantenimiento de una escolaridad asidua y correcta, es asimismo una constante bastante frecuente en el comportamiento de alumnos en escuelas del país. En la búsqueda de una explicación que dé respuesta a los porqués de esa realidad surgen demasiadas interrogantes que la evidencia muestra, se diluyen sin retorno en el aire. Quizás la carencia de estímulos pedagógicos adecuados en la aplicación de métodos de enseñanza atractivos puedan tener que ver, entre otras razones, con comportamientos indolentes, inactivos, en estudiantes que así distorsionan un funcionamiento que se pretende normal. Ante un panorama semejante al que se enfrentan permanentemente quienes ejercen o rigen la enseñanza- no cabe otra alternativa que la responsabilidad de forzar todas las posibilidades imaginativas de orden pedagógico al alcance para encontrar caminos que estimulen el interés de los jóvenes. Interés por algo que, por otra parte, resulta una dádiva, un privilegio sobre cuyo valor habría que hacerles tomar consciencia cumpliéndose así con otra tarea tan fundamental como la de la propia enseñanza académica. Sin embargo a veces, la falta de capacidad para elaborar una respuesta inteligente, analítica, pedagógica, genera engendros como el de la propuesta que acaba de surgir por parte de la dirección de dos institutos de enseñanza de Suecia. La novedosa iniciativa emplazada en el colegio de Turismo de Halland en Falkenberg y el de diseño de Falkenberg , ha introducido lo que al decir del director de este último, Bengt Walter, es una forma positiva de estimular a los estudiantes. La ocurrencia -siguiendo las coordenadas a la moda de hacer prevalecer por encima de cualquier otro valor el del dinero- ofrece a la abulia de los jóvenes la zanahoria de una compensación económica para aquellos que se sujeten al nuevo orden que el innovador pretende imponer. El cebo para atraer hacia la disciplina deseada consiste en el otorgamiento de bonos con un valor de 500 coronas, para aquellos estudiantes que cumplan con una asistencia del cien por ciento durante cuatro semanas continuas. La llegada tarde o la insistencia afectará al premio. Asimismo faltas por enfermedad por una semana, por ejemplo, significarán la quita de una cuarta parte de la asignación. De esta manera, aquellos alumnos que ocupen sus bancos cada día recibirán a partir del otoño 4.500 coronas por año. Los recursos provendrían del presupuesto del colegio. Según el rector Bengt Walter, el gasto significará de todos modos un ahorro, puesto que él entiende que este estímulo contribuirá a que los estudiantes al esforzarse lograrán una efectividad que les permitirá satisfacer los 7 trimestres de escolaridad en sólo 6. Lo que este señor Walter evidentemente no entiende es, entre otras tantas barbaridades que la iniciativa conlleva, que lo que cargará con ésto la enseñanza es el debilitamiento de su autoridad frente a aquella población que quiere conquistar. Sin hablar, por supuesto, de esa ideología perversa que anima al proyecto, transformando en cosa del pasado la aspiración de impulsar en los jóvenes la voluntad de crear su propia responsabilidad frente a la vida mediante una maduración consciente. Si es de esta manera que se pretende formar a los jóvenes, incentivando groseramente el interés económico en el absurdo objetivo de usufructuar un privilegio, cómo se podrá lograr una disposición diferente en el futuro cuando la vida les plantee otras exigencias a los que hoy comienzan a transitarla persiguiendo un pequeño puñado de coronas? |
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