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27-Diciembre-2002

 

Sobre la des y los informadores

 

Escribe Manuel Pérez García.

Esporádicamente sale a debate el tema de los medios de comunicación. En la mayoría de los casos son hechos puntuales los que traen a colación el análisis o la reflexión sobre el comportamiento de los mismos por lo que, y en función de ésto, si hoy decimos que el ejercicio periodístico, la libertad de expresión y el derecho a la información de las sociedades en el mundo pasan por momentos difíciles, seguro que nada nuevo aportamos, más no por ello debe silenciarse.

Pese a que los gobiernos de este mundo globalizado se siguen encargando de garantizar el amedrentamiento y acoso a quienes pretenden sin más informar, no sería justo dejar también de señalar que con frecuencia, los principales promotores de la censura, la coerción a la libre expresión y la distorsión informativa son los propios responsables de los medios, ya sean consejos de administración o personas físicas.

Estos empresarios que se desentienden el oficio periodístico al estar más preocupados por las cifras de utilidad y circulación, suelen ejercer sobre los trabajadores presiones específicas, tanto como para que guarden silencio sobre asuntos cuya difusión podría ser perjudicial para los intereses del órgano de prensa al que dirigen, como para que sean deformadas o se exageren sus versiones con el fin de incrementar las ventas y audiencias.

Hoy además de lo anteriormente detallado, se experimenta un retroceso generalizado en los márgenes de independencia de los periodistas frente al poder político. El punto de referencia a este fenómeno es consecuencia directa de la oficialización de la política coercitiva y autoritaria adoptada por la administración Bush tras los sucesos del 11 de septiembre. El llamado a un "esfuerzo de guerra" no es otra cosa más que la determinación manifiesta de censurar, distorsionar y desinformar, algo a prinori innecesario ya que el exacerbado patrioterismo y la paranoia generadas por los mencionados ataques alcanzó tal magnitud que la mayoría de los medios ni tan siquiera necesitaron esperar la adopción de las medidas especiales para identificarse con el discurso belicista y totalitario de su presidente. Esta semana (y ya sin colmos posibles) se dio a conocer que la Casa Blanca se dispone a oficializar la "compra" de periodistas con el cometido de dar credibilidad a su nada creíble discurso.

Pero en el tema éste de la "guerra contra el terrorismo", los medios de alcance internacional en términos generales no han dudado en seguir las pautas marcadas por el gobierno y la prensa norteamericana transmitiendo con total ausencia de lucidez, serenidad o espíritu crítico la visión que Washington elabora para el mundo. Se crea así un frente -des- informativo ante la supuesta confrontación entre "democracias occidentales y terrorismo" que por supuesto, tampoco es el único terreno de retroceso y abatimiento de la libertad de expresión.

Así en la Rusia postsoviética, sus gobiernos han mantenido una sistemática ofensiva -por vías legales y de las otras- contra los informadores que han osado denunciar y documentar los vínculos del poder público con las mafias. También no mucho tiempo atrás durante el trágico asalto al teatro Dubrovka, el Kremlin aplicó a la prensa de su país un equivalente al gas paralizante esparcido sobre los secuestradores y sus rehenes.

En la España de estos días, el gobierno de Aznar acude a la desinformación como único atenuante al cúmulo de despropósitos, errores y mentiras dichas a conciencia (dentro de su inconsciencia) sobre la catástrofe del Prestige. Se forma así otra marea negra (en éste caso informativa) que asquea y en la que no se debe dejar de incluir los aditivos añadidos por una "oposición" tan solo preocupada por los más que probables réditos electorales a obtener.

Ante circunstancias como las señaladas es pertinente afirmar que la libertad de expresión no debe ser un simple instrumento de realización personal, como parece serlo para muchos, sino el derecho pleno del individuo a la información en toda la regla. Un derecho indispensable e irrenunciable para conocer y comprender al mundo que nos ha tocado en suerte y de paso confrontar (que no es censurar) a demasiados estamentos de poder, (político, económico, religioso etc.), que por -des-naturaleza tienden a ocultar la información crítica independiente o en su defecto a eliminarla.

El que ésto deje de ser así no sólo depende prácticamente en su totalidad de la firme determinación social de defender su derecho a estar informada, sino también de la impostergable decisión de los informadores para ejercer con honestidad su profesión. De lo contrario la des y la información seguirán confundiéndose y confundiendo en el río revuelto de los intereses de oportunistas y vividores de diferente cuño y posición.



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