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Un género en pleno desarrollo |
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escribe Juan Cameron El género de la crónica, ese estadio entre el periodismo y la literatura, se presta para discurrir sobre determinadas materias pero, sobre todo, para contrabandear como alto oficio una serie de rumores, copuchas y otras sabrosas anécdotas entre los deslenguados escritores. Herramienta de venganza e investigación, la crónica ha tenido en el país, de preferencia en su templado centro, un desarrollo evidente durante estos últimos años. Ya no se trata del terrible registro de la dictadura, con sus abusos, delitos y estupideces, sino del regreso, forzado o no, hacia cierta convivencia amable en apariencia, pero divertida en el mayor de los casos. A las más recientes apariciones editoriales, Los cafés literarios en Chile, de Manuel Peña Muñoz, y las etnocentristas producciones Valparaíso, el mito y sus leyendas, de Víctor Rojas Farías, Barquero en el Puerto, de Carlos Amador Marchant, y Valparaíso, el violín de la memoria, de Sara Vial, se agregan ahora, por intervención del Gobierno de la V Región del país, los volúmenes Álbum de Flora y Fauna, de Marcelo Novoa, Escenas de la Vida Bohemia, del mismo Rojas Farías, y Valparaíso, escenario y artistas, de Nancy Astelli Hidalgo. Rojas es un mal hablado por excelencia. Su recuento incluye comentarios de toda la historia patria y apunta los dardos de preferencia hacia sus colegas escritores, en un gran brindis o «farra» como ha sido la historia inoficial y secreta en estas lides. Esta gran trasnochada dura «desde la Conquista hasta la noche de ayer» y abarca desde el aristocrático Florencio Blanco Encalada, quien en 1860 contrajo matrimonio con la princesa rusa Olga Troubetzkoy, hasta el peluquero porteño Rodrigo Gutiérrez, quien en 1994 se enamoró de una colega estilista de Peinados Elizabeth quien, sin alcanzar a ser una princesa rusa, lo hizo detener por la policía por «acoso sexual». Algo similar le habrá ocurrido al poeta Jorge Alvarez quien, según cuenta Rojas, se bajó los pantalones en el Bar Emile Dubois sin que nadie entendiera a quien dirigía su acucioso baile. Fue expulsado, acotan los críticos, por el propio dueño de casa, el poeta Enrique Moro, con la fundamental asistencia de una colega argentina de mayor peso e importancia. Víctor Rojas, nacido en Punta Arenas, en 1960, ha publicado además el relato Tango dos (1983) y las crónicas La gran enciclopedia del mar (2001), a la cual insiste en catalogar en el género poesía. Marcelo Novoa, profesor de Literatura, nació en Viña del Mar en 1964, y reside en la localidad de Villa Alemana. Ha publicado los poemarios LP (1987), Minorías (1988) y Arte cortante (1996 y 2002). Luego de analizar diversos aspectos arquitectónicos e inmobiliarios, bares y otros lugares pecaminosos incluidos, la autora entra de lleno en el ambiente intelectual y en su desarrollo a partir de la generación del 50. Con muy buen ojo crítico, entrega una clasificación, por calidades y categorías, de poetas y otros artistas. Ello permitirá al lector informarse, con precisión y claridad, de la real ubicación de tantos y tantos nombres que a diario figuran como profesionales en el espacio público. |
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