Escribe Pepe Viñoles.
Más de 300 fotografías y objetos personales de Christer Strömholm (1918-2002), uno de los más destacados maestros de la fotografía sueca, se exhiben en Malmö konsthall desde el pasado 30 de noviembre hasta el próximo 19 de enero de 2003.
Bajo la divisa más querida por Strömholm, On verra bien (expresión cotidiana de los franceses equivalente a un español Vamos ver qué pasa), se exhibe una de las muestras más completas de su obra fotográfica, que ha estado al cuidado de sus hijos Joakim y Jakob. El trabajo ha sido hecho eligiendo miles de copias, negativos y otros documentos dejados por el artista fallecido en el mes de enero de este año.
Considerado Strömholm no sólo en Suecia como un gran artista de la fotografía, sino conocido también a nivel internacional, comenzó su carrera en 1937 como estudiante de arte en Dresde, para trasladarse posteriormente a París y regresar a Suecia para estudiar pintura con los maestros Otto Sköld e Isaac Grünewald. Pero es en 1946 cuando al radicarse en París, descubre las posibilidades de la fotografía como medio artístico con el cual poder expresarse y buscar lo que deseaba. Es allí donde puede recibir los mejores consejos sobre sus trabajos de grandes fotógrafos como Doisneau, Brassaï y Cartier-Bresson. De esos años son los retratos de famosos artistas como Leger, Giacometti, Breton, Man Ray y otras fotos que ya son clásicas dentro de la totalidad de su obra. Trabajando como guía de los primeros viajes turísticos desde Escandinavia, Strömholm visita frecuentemente España, Francia e Italia, de donde provienen muchos de sus motivos y momentos, donde se puede decir que comienza a desarrollar su personal estética del blanco y negro. Fuertemente influida ésta por el expresionismo cinematográfico al principio, para luego afiliarse naturalmente en el surrealismo que impregnará para siempre toda la obra posterior.
Los lados más secretos de la realidad
En la búsqueda de Christer Strömholm, el On verra bien es fundamento del trabajo, y como argumentaba Breton en defensa del surrealismo, el apostar al qué pasa en la realidad es confiar en que es posible revelar a través del arte su lado más secreto, inesperado y desconocido; la realidad más real.
Todas sus fotografías atraen al espectador por esa carga comunicativa muchas veces y no menos por sutiles ambigüedades que inquietan y multiplican sus posibilidades de las más diversas lecturas, tantas como los espectadores mismos. Strömholm no creía en el valor de la explicación, que pudiera ayudar a adentrarse en la complejidad de la comprensión de sus obras. En uno de los tantos textos que escribió; muchos en forma de aforismos sobre el arte, el valor del trabajo, y la fotografía misma, el artista expresó que nada podía hacer para ayudar al espectador, que debe ser él mismo quien con su experiencia y sensibilidad desentrañe y dé sentido a lo que ve.
En 1956, Christer Strömholm comienza a dictar en Estocolmo una serie de cursos nocturnos bajo la curiosa denominación de Diseño fotográfico. Esta idea es retomada en 1962 cuando funda definitivamente una Escuela de Fotografía junto a Tor-Ivan Odulf, donde al tiempo de ser su rector es alumno a la vez. Desde esa fecha y hasta 1974 la escuela de Strömholm formó a más de 1200 fotógrafos, muchos de ellos actualmente importantes figuras en la fotografía escandinava.
La cámara y la ampliadora eran para CS, sólo un instrumento de trabajo para poder hacer imágenes. Un medio, no un objetivo en sí mismo; la técnica debería subordinarse siempre a la imagen y a las intenciones del fotógrafo, conceptos tales como: construcción de la imagen, gramática visual, volumen de la forma, eran para Ströholm medios para alcanzar un objetivo. Más importantes eran otros tres principios que un buen fotógrafo no debía olvidar para poder lograr un buen resultado: responsabilidad, compenetración y presencia- responsabilidad en la autenticidad de la imagen; compenetración basada en su propia experiencia; y presencia personal con la participación también de los propios sentimientos y su fantasía.
En esta muestra se puede seguir el largo itinerario creativo de Christer Strömholm, sus obsesiones, su inmensa humanidad, el interés por sus modelos y sus existencias desoladas, (transexuales, ancianos, niños, víctimas de Hiroshima, prostitutas), así como también por los objetos y deshechos, marcados también de huellas de sufrida vida.
Cuando su escuela en Estocolmo tenía vacaciones, muchas veces Strömholm se dirigía a París. Fue allí donde se compenetró de la cotidianidad de artistas de varietés y transexuales de la Place Blanche, fascinado por sus vidas convive con ellos en donde habitan, hoteles y pensiones de segunda categoría, para descubrirles en una provocativa y muy conocida serie documental, realizada en un período de largos años.
Trabajar, trabajar y trabajar para poder alcanzar la verdad fotográfica, dijo un día Strömholm. Ni una sola de sus fotos desmienten ese legado de autenticidad.
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