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22-Noviembre-2002

 

Escuche, amigo

 

escribe LEO

No se si usted, amigo, compartirá mi preocupación por la seguridad personal del jefe de los inspectores de la Organización de las Naciones Unidas, nuestro compatriota Hans Blix, que esta semana llegó a Irak para verificar el potencial bélico de dicho país.

Cómo usted bien sabrá, porque está permanente en el indigerible menú informativo que la prensa de la civilización occidental nos ofrece cada día, el presidente Bush y su pandilla han acusado, reiteradamente a su colega iraquí de poseer el más sofisticado armamento de armas químicas, bacteriológicas y casi seguro, nucleares dispuestas a arrojarlas indiscriminadamente sobre nuestra civilización. Nunca han presentado pruebas convincentes de la existencia de tales arsenales en poder de su antiguo aliado Saddan Husein, pero los fieles serviles de la información, han dado por válidas, de puro bienmandados, sin análisis y sin respaldo de ninguna prueba.

Algunos de estos han llegado a la bajeza de avalar el alevoso ataque de un exgobernante sueco archireaccionario, que tuvo la inmoralidad de ir a tirar mierda contra su compatriota Blix en la prensa derechista del imperio. Una actitud indecorosa que pinta al personaje.

Todo porque Blix, que no es ningún izquierdista antiamericano sino que simplemente actúa como un hombre digno -esa especie cada vez más rara- ha tenido la osadía de intentar frenar la determinación del cowboy de la Casa Blanca de masacrar a millones de civiles iraquíes para controlar mejor las riquezas petroleras y toda la situación de la región. (Tiene un firme aliado en otro criminal de guerra, Ariel Sharon, que ese sí tiene misiles nucleares y armas de destrucción masiva pero que no inquieta ni a Bush ni a los líderes europeos y mucho menos a la prensa libre). Blix dijo públicamente también, que él obedecía ordenes de las Naciones Unidas, es decir la verdadera comunidad internacional, y no de Estados Unidos.

Prácticamente no ha tenido respaldo en su propio país. Más bien todos parecen compartir, a veces veladamente, lo que produce mayor repulsión, las afirmaciones del político sueco que fue a su patria a calumniar groseramente a un compatriota.

Y el asunto me recuerda, amigo, al caso de Olof Palme, que era también un hombre digno que tuvo el valor moral de desafiar al imperio, y que tras una implacable campaña de lo grandes diarios demócratas del país y de los grupos neonazis, prepararon el camino para la cada vez más creíble conspiración que acabó con su vida en uno de los más vigilados lugares de los sábados nocturnos de Estocolmo. No es ningún invento antiamericano que en la gran democracia del Norte- en la que vota un 37 % de los habilitados - se acostumbra a liquidar a los disidentes A veces a tiro limpio como es lo habitual en el estilo de vida americano, pero más frecuentemente por medio de accidentes casi siempre aéreos. ¿Usted vio amigo, lo que le pasó al senador Paul Wallstone, una semana antes de las recientes elecciones? Tuvo un accidente cuando volaba con toda su familia y murieron todos. Este senador había votado en contra de todas las propuestas belicistas de Bush y iba a ser reelegido. Aquí no hubo eco de las suspicacias que ese accidente que le aseguró la mayoría en el Senado -hasta entonces adverso- a los republicanos y a Bush y su banda. Enumerar todos los casos anteriores de estos accidentes sería largo. Pero usted comprenderá, amigo, mi preocupación por Hans Blix. Y pienso que el gobierno de su país debería ser más sensible a su suerte de lo que ha sido hasta ahora con el compatriota encadenado por simples sospechas, no en Cuba, como aviesamente titulan nuestros diarios- sino en un pedazo de territorio que Estados Unidos le usurpa al gobierno y pueblo cubanos. Pero por favor, no vayan a encargar la custodia de Blix a los mismos que velaban por la seguridad del ex primer ministro Olof Palme.



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