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Cuentos de poesía oculta, de Renán Ponce |
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Escribe Juan Cameron Con la reciente publicación de su sexto libro, por Ediciones Altazor, el poeta Renán Ponce indica las claves de su escritura y reitera sus dudas y preocupaciones ancestrales. La sabiduría campesina y la viveza urbana se unen para darnos una especie de solución. El camino hacia una nueva sencillez nos propone el poeta Renán Ponce. La búsqueda del simple reflejo de la totalidad, que se encuentra en las cosas, nos puede conducir a la raíz, a ese profundo espacio donde yace la verdad en su germen. Para ello, dice, debemos observar, poner en acción nuestros sentidos, pues aquel es el mecanismo que la naturaleza en su proverbial sabiduría, nos ha proporcionado. Tal conocimiento, nombrado como belleza en el territorio de la poesía, está al alcance de la mano, pues la belleza es curva,/ ondulatoria (...) y de no ser así/ no entraría en nuestros ojos. Esta inmediata comunicación entre el espacio vital y el cosmos persiste en cada una de las fibras del tejido universal constitutivos de lo permanente y de lo eterno; como dice el poeta, se encuentra con la sabia desmesura del cilantro. Más, para hallarla, debemos recurrir a las artes primarias- gramática, lógica, retórica -y algunas que le continúan después en esa búsqueda. La poesía es una forma de iniciación. Desmesurado a veces, y absoluto en la sentencia, su utopía no es otra sino la vieja cuestión entre el signo y el símbolo. Algunos lo han entendido muy bien y, en esa visualización de poesía y vida como partes del todo, accedieron al silencio o a la auto destrucción. Otros, con suprema o aparente humildad, enfrentan la cuestión e intentan tomar al símbolo por las astas para biseccionarlo con el más fino escalpelo: el escalpelo de la poesía. Se equivocan quienes ven en Ponce a un poeta ingenuo o simplemente intuitivo; caen en su trampa. En sus cuentos de poesía oculta, sólo para lisiados recurre a una actitud similar a la de los grandes cultores del género; la actitud del vate. Ubicado a mayor actualidad, el título refleja la inversión de las Apariciones profanas, de Óscar Hahn; o una respuesta más viable a la final determinación de Alejandra Pizarnik. Pero allí está. Humano, más humano por cierto, en su intento pretende develar con la luz de la palabra el misterio general de la poesía y el secreto del signo; como ya se sabe, su fracaso ante lo real. Y aunque hombre, el cultor de estos versos se ubica un paso más allá al creerles a todos los signos cuanto nos dicen en verdad. Aunque, como sabemos, el juego de la verdad/ es no alcanzarla. Trotando en los versos con cierta fingida parsimonia, Ponce, se presenta ante nosotros como alguien -uno más de la tribu- con ciertas inquietudes ontológicas, como un sujeto algo interesado ante la filosofía, en especial la metafísica, que ha quedado perplejo frente a la inmensidad en ese andar consigo mismo y no extrañarse. Pero el desconfiado lector toma sus palabras con el mismo escalpelo y descubre el ellas un orden más alto, profundo y ancestral al cual responden sus proposiciones. Para éste, Ponce desea traditar el misterio aunque para ello se disfrace, como la Naturaleza, de un gran balbuceador que termina riendo. Hay que tener cuidado; balbuceo y risa significan carcajada. Ponce, a través de una breve e intensa trayectoria, presenta atisbos láricos y, de pronto simbólicos. Pero llamar simbólico a un poeta no es sino una honorable metáfora del signo. El punto donde este artífice se ubica es el término del viaje literario, ese extremo donde el mensaje llegará al oído del receptor quien, en su alegría y complicidad en la palabra, lo reconocerá como poeta. Renán Ponce Vicencio nació en el valle central de Chile, en Quebrada Alvarado, como cuarto hijo de una familia campesina. Su hermano mayor, relataba el poeta una tarde al recorrer el estero de su pueblo, solía esconderse de él, allí, entre arbustos y pedregosos bordes, broma que hacía caer al poeta en un profundo estado de abandono. Exequiel, como así se llamaba, desapareció en la historia. Desde entonces, su padre decía, se hizo filósofo. Proviene de aquellas reflexiones, de ese estar solo frente al universo; pero también de la ciudad y los extraños oficios en su formación que le dieron el silencio y la capacidad de especular sobre el destino a través de la poesía, esa desconocida/ que lo descubre todo, como la define en su anterior libro. La voz de Renán Ponce se ha instalado con lentitud en el discurso nacional. Tal vez su tardía aparición en las letras contribuya a ello. Pero no ha pasado desapercibido; el poeta Marcelo Novoa apunta algunas características en su escritura: verso sencillo y hondo, honestidad, sabiduría, humanismo, discreción, esencialidad, en fin, punto aparte de la poesía porteña. Agreguemos, la tensión en una voz que resuena y se establece en la memoria con el rumor de sus versos. Renán Ponce Vicencio ha publicado con anterioridad Cuando había menos luz (1981), Sol terrestre (1987), Breviaturas (1991), Cartas temporales (1994) y Sujeto predicado (1998). |
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