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11-Octubre-2002

 

Un tiempo de esperanzas y grandes desafíos

 

escribe Mario Augusto Jakobskind (*)

RIO DE JANEIRO.(Especial para Liberación) El triunfo de Lula puede ser analizado desde diversos ángulos. El primero de ellos es que por primera en más de 500 años de historia brasileña, un obrero consigue llegar al puesto más alto de la política brasileña, la que siempre ha estado dominada por una elite que ni siquiera acepta perder algún pequeño espacio para mantener su dominación.

La previsible victoria de Lula significa también un mensaje contundente del pueblo brasileño de rechazo a la actual política neoliberal practicada en los ocho años de administración de Cardoso. En síntesis, Lula tiene el compromiso con quienes están depositando en él la confianza de promover cambios y justicia social. El prometió que a partir del 1o.de enero, cuando una vez confirmado su triunfo, tomará posesión del cargo, pondrá un freno al capital especulativo para priorizar el capital productivo, el que adhirió a su candidatura y tiene en el compañero de fórmula -el candidato a la Vicepresidencia- José Alencar, a su representante político.

El coordinador del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MTST), Joao Pedro Stédile, fue quien mejor definió el significado de la candidatura de Lula: «es el único político que tiene el apoyo de los sectores sociales que están comprometidos con las transformaciones». Es por ahí que se debe entender el fenómeno de Lula. Tal vez sea una de las pocas oportunidades que la historia da a un país de promover cambios de forma pacífica. La reforma agraria, que lleva por lo menos un siglo de atraso, es uno de los principales compromisos de Lula, junto con el desarrollo de una política económica que lleve al crecimiento de Brasil. Reforma agraria no es -dígase al pasar- sólo asentar familias en el campo como ha hecho tímidamente el actual gobierno, sin dar asistencia ni crear condiciones para que el trabajador de campo pueda afincarse en la tierra.

El gobierno actual dice que realizó el mayor número de asentamientos de la historia, sien embargo los críticos le responden que cerca de 2.5 millones de pequeños agricultores (número mucho más grande que el de los campesinos asentados, que no alcanza a los 400 mil) abandonaron el campo por falta de condiciones para subsistir en ese medio. Y este es un problema fundamental que se refleja en las principales ciudades del país. Los brasileños han abandona el campo para intentar mejor suerte en el «paraíso» de las ciudades, aumentando anualmente el contingente de millones de personas que viven en condiciones subhumanas en las favelas y en otras ·reas pobres. Para tener una idea, de cada tres habitantes de Río de Janeiro, uno es favelado. Arriba de eso, el Estado margina esas barrios, haciendo con que sus habitantes vivan bajo la dictadura de pequeños y medianos narcotraficantes (los «big-shots» -capos- de este sector viven en las áreas donde se concentran los sectores de más alto poder adquisitivo de la ciudad). Y muchas veces es el crimen organizado el que cumple el papel que el Estado debería desempeñar dando asistencia y empleo a mucha gente. Por lo tanto, ¿cómo hacer para romper ese circulo perverso?. Este es sin dudas uno de los grandes desafíos que deberá enfrentar Lula. Tal vez, cuatro años sean pocos para vencerlos ya que esta situación es producto de la acumulación de políticas económicas en que la prioridad no ha sido el ser humano, sino el capital financiero especulativo.

Una tarea no muy fácil

La tarea que Lula tendrá por delante realmente no será de las más fáciles. ¿Cómo vencer el desafío de mejorar la distribución de la renta de los brasileños? Cincuenta millones de brasileños viven totalmente fuera del consumo, como indigentes, o sea con una renta que no llega a un dólar diario. El presidente Fernando Henrique Cardoso está dejando para su sucesor una herencia maldita. En estos ocho años de gobierno Brasil quedó aún más atado al Fondo Monetario Internacional. Sin dudas, de la misma forma que Argentina, Brasil fue discípulo fiel de las orientaciones del FMI. Lula se comprometió a cumplir con los compromisos internacionales y no podrá romperlos de un día para otro, -como dice el dicho popular «la economía brasileña está con la soga al cuello». ¿Cómo cambiar? Para muchos analistas, todo es cuestión de voluntad política. De la misma forma que el gobierno de Fernando Henrique Cardoso siempre se orientó en favor del capital financiero, la orientación del nuevo gobierno dejará de ser esa. Es un compromiso que Lula asumió con el pueblo brasileño. No alcanza sólo con «correcciones de ruta», como pregonaba durante la campaña el candidato del gobierno, el ex ministro de Salud José Serra.

Brasil sigue necesitando reformas estructurales que miren a la mayoría del pueblo. En el transcurso del tiempo, fuerzas políticas nacionales e internacionales, impidieron que eso se hiciera. De ahí que para que eso se concrete el próximo presidente de la República tendrá que contar con el apoyo popular y de los representantes políticos que también serán elegidos. En otras palabras la renovación del Parlamento tendrá también un gran peso para la realización de los cambios. En la legislatura que finaliza, Cardoso contó con un Parlamento conservador, absolutamente dócil y fiel a sus intereses, que por lo general no se inclinaba hacia los intereses de la mayoría del pueblo.

¿Cuál será la composición del próximo Parlamento? ¿Conservador como el actual? Muchos factores pesan en esta elección legislativa, siendo el principal el del poder económico. En otras palabras: la elección tanto para la campaña de diputados como para el Senado tiene un alto costo. Muchas veces, los candidatos son electos ya comprometidos con los sectores que financiaron sus campañas. Y eso se refleja luego al momento de votarse las cuestiones que tienen que ver con los intereses del país.

Para intentar vencer este otro serio desafío, Lula tendrá sin dudas que desdoblarse. El probable sucesor de Fernando Henrique Cardoso responde ante esta situación que durante toda su vida política y sindical fue un hombre de diálogo, y se propone conversar y convencer a los políticos de la necesidad de concretar las transformaciones que Brasil precisa para que el país no caiga en la barbarie. Los hechos recientes vividos en Río de Janeiro y en las principales ciudades brasileñas, con el aumento de la violencia urbana y del poder del narcotráfico, da claramente la idea de lo que podría suceder de aquí en más si no hubiera una vuelta de 180 grados en los rumbos del país, sobre todo en su política económica.

La política externa

En el plano externo, los conservadores cuestionaron sin suerte, las buenas relaciones de lucha con los presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez, habiendo recordado el político brasileño que él se relaciona de la misma forma con muchos otros dirigentes como por ejemplo, Vicente Fox de México- Recientemente, Chávez señaló que el triunfo de Lula en Brasil tendrá gran repercusión en toda América Latina.

Respecto al Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el presidente elegido deberá definirse rápidamente ya en los primeros meses de gestión. Lula ha sido un critico del ALCA; el mes pasado, millones de brasileños participaron en un plebiscito no formal sobre si Brasil debería o no ingresar en el ALCA; la respuesta fue un rotundo no, habiendo tenido esta movilización el apoyo de varias entidades, una de las cuales fue la Conferencia Nacional de los Obispos Brasileños (CNBB), contribuyendo decididamente en la discusión del tema en el seno de la sociedad. En el mismo plebiscito cerca de 10 millones de brasileños respondieron también con un no rotundo a la cesión de una parte del territorio brasileño, en el Estado do Maranhao, a la Base de Alcántara, para que Estados Unidos realizara el lanzamiento de cohetes. Un acuerdo, claramente lesivo a los intereses nacionales, defendido con uñas y dientes por el gobierno Cardoso. Precisamente Lula ya se opuso a él.

Luiz Inacio da Silva ha criticado al presidente George W. Bush, para él, la política que el actual gobierno norteamericano está promoviendo lleva al mundo a la guerra. «Bush quiere resolver los problemas de la Humanidad haciendo la guerra y ese no es el mejor camino; hablar en paz para un mundo con mayor armonía, sí lo es», sostuvo en una entrevista reciente para los corresponsales extranjeros.

Asimismo, consultado sobre si un político progresista resultara elegido presidente de Brasil no encontrará dificultades para gobernar en un mundo que camina en trillos conservados y hacia la derecha, Lula afirmó que no se puede razonar como si Brasil fuera una colonia. Para él, cada país debe decir lo que es mejor para su pueblo y qué tipo de desarrollo le conviene más.

Más allá de todo, el pueblo brasileño está dando un crédito de confianza en Lula y cree honestamente que él, aún debiendo enfrentar dificultades, tendrá condiciones de vencer los desafíos. Calaron hondo en el electorado las palabra de Lula cuando pidió una oportunidad para demostrar que el Partido de los Trabajadores hará el mejor gobierno que la historia de Brasil haya conocido. Y, como dijo Lula, «si fuera elegido garantizo que el sentimiento de autoestima de los brasileños va a crecer». Esto es lo que se espera porque dado como se vienen dando las cosas, sobre todo en los últimos años, el pesimismo ha sido grande y determinante. Lula en este momento representa la renovación y un intento de romper el ciclo. ¿Cómo dar salud, vivienda, educación, una oportunidad a millones de jóvenes que quieren pero no pueden conseguir entrar al mercado de trabajo? Los electores votarán a Lula esperando que el encamine la política gubernamental para vencer tales obstáculos, y según afirman las encuestas, el 80% de los brasileños votarán por los cambios.

Todos los candidatos -salvo José Serra, el candidato del gobierno quien fue el único de los postulantes a la Presidencia que aplaudió la reciente visita de Brasil al FMI para conseguir un nuevo préstamo de emergencia (US$ 30.000 millones) para saldar las deudas inmediata- utilizan un lenguaje de oposición. En ese sentido, el próximo presidente recibirá otra herencia maldita: la obligación de pagar de inmediato cerca de US$ 28.000 millones de compromisos con la deuda. Es cierto que el nuevo gobierno tendrá como responder pero de alguna forma comenzará la gestión con dificultades. No es un secreto que los organismos internacionales, como el propio FMI, prácticamente exigieron que el presidente Fernando Henrique Cardoso consiguiera el compromiso de todos los candidatos en el sentido de respetar los acuerdos firmados por el gobierno saliente.

(*) Periodista de destacada labor en su país tanto a nivel de la prensa escrita como radial, autor de varios libros sobre la política y la realidad latinoamericana; editor internacional de Tribuna da Imprensa de Río de Janeiro



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