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Tan lejos, tan cerca |
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escribe Carlos Vidales Tu vida cuenta, cuenta tu vida. Con esta invitación convocó, en junio de 2001, la embajada de Chile a los chilenos residentes en Suecia, a un proyecto común de reconstrucción de la memoria colectiva. Esta iniciativa, por sí sola, es de un enorme valor porque es única en el mundo del exilio, porque apela a la memoria y a la capacidad creadora de miles y miles de personas que, sometidas a un largo y doloroso destierro, no habían tenido hasta ahora la posibilidad de hablar con su propia voz sobre el drama histórico de su patria y, en fin, porque encarna la convicción de que la historia de un país es, principalmente, la historia de vida de su gente. El resultado de este proyecto es un libro de 476 páginas que contiene 27 relatos autobiográficos. Sus autores son chilenos y chilenas de las más diversas edades y condiciones, cuyas vidas cubren prácticamente todo el siglo XX. La menos joven nació en 1919, el menos viejo en 1985. Son personas nacidas diferentes ciudades, pueblos y regiones de Chile, incluyendo Estocolmo, porque desde el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 hay muchos lugares de Suecia que son también, en el sentido humano, regiones de Chile. La lectura de estos relatos produce una impresión reconfortante de optimismo y de confianza en la vida. Todas esas historias individuales están llenas de dramas, tristezas, amarguras y dolores, pero todas ellas respiran una sinceridad profunda, un gran humanismo y una indomable voluntad de sobrevivir. No son lamentaciones sino sencillos y conmovedores testimonios de gentes que, en sus vidas personales, han sabido derrotar la opresión, el destierro y el olvido. Leyendo este libro extraordinario he sentido el calor renovado de mi cariño por Chile y los chilenos. He recordado que yo mismo fui un exiliado en Chile y me ha venido a la memoria la emoción que sentía cada vez que cantaba, en el liceo o en los actos públicos, el himno nacional, cuando llegaba a la frase el asilo contra la opresión. Y he pensado que este libro es prueba de que un pueblo puede sobrevivir y triunfar, cuando cada uno de sus hijos, cada uno de sus desterrados es en su vida práctica y cotidiana el asilo contra la opresión. La sinceridad es el primer mandamiento de todo arte narrativo. Cada uno de los veintisiete relatos contenidos en el libro cumple este precepto. Es de admirar que a pesar de las enormes diferencias entre las historias contadas, los caracteres, los estilos, se mantenga un buen nivel, una homogeneidad en la calidad narrativa. Creo que debe valorarse también el hecho de que el registro idiomático mantiene las variantes chilenas sin que resulte por ello ilegible o incomprensible para los miles de hispanohablantes procedentes de otros países. Por otra parte, un recorrido por esas autobiografías no es solamente un peregrinaje a través de muchas vidas personales, sino también un apasionante viaje por Chile, su historia, su geografía, sus comidas, sus costas, sus ciudades y sus campos. Como exiliados que son, o hijos del exilio, los autores hablan también sobre la sociedad que los ha recibido. Sus voces son a veces críticas pero sobre todo resaltan los pequeños y grandes choques culturales que se producen en el encuentro entre el exiliado y la sociedad receptora. Abundan aquí los episodios y situaciones que todos, de una o de otra manera, hemos vivido, pero en todos ellos hay un rasgo común: la gratitud hacia el pueblo y la nación que nos ha dado asilo, porque sin ella toda crítica se vuelve amarga, venenosa y destructiva. Hay en toda esta colección de relatos una pulsión moral, una fuerza ética extraordinaria, que nos enseña a conducirnos en la adversidad y a construir en nuestro ánimo la integridad del destierro. Notables son los rasgos autocríticos. Varios de los autores, la mayoría, dejan caer aquí y allá observaciones sobre los errores individuales y colectivos que se han cometido en el exilio. Son comentarios humanos, bondadosos, pero a veces severos. Ellos muestran la gran capacidad de reflexión autocrítica que puede desarrollarse cuando se emprende la tarea de escribir sobre la propia vida. Aunque podrían citarse muchos ejemplos de esto, me limito aquí a mencionar el trabajo de Lautaro Parra, porque tiene la original característica de estar escrito en décimas populares. El autor critica la actitud de algunos exiliados, que simulan ser profesionales o invocan falsos títulos, que tratan de vivir a costa de la Tía Rica (el servicio social) y que no quieren trabajar. Los pone a hablar de esta manera: No sea tonto compadre Más adelante concluye Parra: Hay una cosa algo dura La conclusión parece obvia. Nadie nos va a regalar la integración, hay que conquistarla por los propios esfuerzos. La integración se construye desde adentro de uno mismo, no viene de afuera. Es el producto del trabajo y de la voluntad de mantener su propia integridad, una conciencia digna y una vida honrada. La iniciativa del embajador chileno Pepe Auth, pues, ha logrado producir una obra importante. Desde el punto de vista sociológico, es la primera vez que se intenta testimoniar con voces propias una larga experiencia de exilio. Los españoles ya habían hecho varios intentos en esta dirección, pero se trataba especialmente de literatos consagrados, escritores e intelectuales que reconstruían su largo exilio desde la caída de la República (1939) hasta el inicio de la transición (1978). En el caso de Tan lejos, tan cerca se trata de personas de los más diversos oficios y ocupaciones. Son gentes comunes y corrientes que nunca antes tuvieron la oportunidad de hablar por ellas mismas sobre el drama existencial del exilio. La edición de la obra, muy bien realizada, corrió a cargo de Pepe Auth, así como el diseño de la portada y las fotografías que para ello se emplearon. Excelente iniciativa, excelente trabajo, útil aporte para el estudio del exilio y apasionante lectura para todos.
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