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Escuche, amigo |
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escribe LEO Miro una y otras vez las imágenes de las Torres Gemelas envueltas en una nube de humo, volando en pedazos por los aires, que los canales de televisión suecos ofrecen permanentemente en este primer aniversario de la catástrofe y otra imagen similar aunque menos espectacular y mucho menos recordada por la comunidadd internacional acude a mi memoria. El techo del Palacio de la Moneda ardiendo bajo las bombas del ejército chileno comandado por Pinochet. No puedo evitarlo, amigo, y disculpe si con ello perturbo su disfrute de esta hermosa mañana de un verano sueco que se resiste a morir. Recordar, no es anclarse en el pasado. Es una necesidad para poder desentrañar la trama del acontecer humano. Si no conocemos las causas nunca podremos curar la enfermedad. Y entre aquel 11-S del que apenas han transcurrido 29 años -un instante en el tiempo histórico- y este otro 11-S que ahora se recuerda con pompa, minutos de silencio y vestidos negros, hay grandes diferencias pero también muchas similitudes. El dolor de las mujeres y hombres que perdieron a sus seres queridos en el atentado a las torres, es el mismo que sintieron y sienten los chilenos y latinoamericanos que perdieron a sus seres queridos, torturados y asesinados por la dictadura de Pinochet y otras dictaduras hijas del mismo padre. Muchos de los parientes y amigos de estas víctimas no tienen siquiera el consuelo de saber dónde están los restos de los suyos. La dictadura los desapareció. Y con ello la posibilidad de que la herida dejara de sangrar. En aquella ocasión, muchos izquierdistas antiamericanos como nos llaman los proamericanos denunciamos al mundo la responsabilidad directa de Estados Unidos, en la instigación, preparación y ejecución del golpe que llevó a Pinochet al poder. Estos últimos descalificaron de plano, dichas denuncias. Recientemente Estados Unidos desclasificó documentos hasta ahora secretos que prueban la validez de aquellas denuncias. Y hasta un criminal de guerra tan demócrata y respetado por los proamericanos como Henry Kissinger, reconoció su participación en el proceso que condujo a la caída del gobierno democrático de Allende, su muerte en combate, y la tragedia subsiguiente que duró años. Y que para muchos no ha terminado. Creo, amigo que es pertinente recordar estas cosas, porque todo está concatenado. Aunque no fueron chilenos los que se vengaron derribando las torres, sigue siendo válido aquello de quien siembra vientos recoge tempestades. Y que la injusticia, ya sea esta social o política, ocurra en Chile, Afganistán Estados Unidos o Palestina, engendrará, inevitablemente terroristas. Mientras no aprendamos esto, y nadie lo quiere asumir, de nada servirán los misiles, los escudos, la CIA and company. |
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