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Lasse Söderberg: |
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El 11 de septiembre George Bush hijo, tal como el apóstol Juan en su isla de Patmos, vió abrirse una puerta en el cielo. Era el hueco que dejaban las torres gemelas. E igual que el apóstol Juan, Bush escuchó una voz de trueno que le manifestó "lo que iba a suceder luego" (Rev. 4:1). Mi intención con esa comparación no es cínica si no simbólica. Apocalipsis quiere decir revelación. Todo se aclaró de golpe para George Bush hijo aquel día. A través de la puerta que se abrió catastróficamente pudo escapar tanto a la ignominia de no ser considerado plenamente digno de la presidencia, como de los problemas triviales, aunque perentorios, de la política interior. E igual que el apóstol Juan sentenció que el mundo está dividido entre el bien y el mal. Incitaba a la lucha entre los dos bandos de ángeles, sacudiendo ambos espadas llameantes. Su retórica, empero, era y sigue siendo menos compleja que la del apóstol. Se parece más a la de un predicador tejano, vástago de matadores de indios y amos de esclavos. Son las consecuencias de esa revelación apocalíptica de George Bush hijo las que hoy inspiran zozobra. "El que no está con nosotros está contra nosotros" me parece una declaración escalofriante, dirigida contra los que no vemos tan claramente la diferencia entre ángeles buenos y ángeles malos, y que sabemos que todas las armas suelen ser, según el mismo libro sagrado, de dos filos. Lasse Söderberg, escritor y traductor sueco |
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