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Nuevo libro del poeta y académico chileno Ritmo y reflejo en Juan Armando Epple |
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escribe Juan Cameron. Del Aire al Aire, finalista en un certamen internacional de poesía, se llama el más reciente libro del poeta y maestro osornino. Luego de un extenso silencio, interrumpido apenas por sus apariciones en el mundo académico, Epple entrega sus creaciones en los años más recientes. El nombre de Juan Armando Epple es bastante conocido en el país, en sus listas de poetas, y en el ámbito académico hispano. Aparece en los tiempos en que el grupo Trilce se funda en Valdivia y, desde entonces, sus diversas contribuciones circulan en revistas de poesía y de crítica literaria. Sin embargo hasta hace poco se trataba de un creador inédito, aún cuando diversas obras de recopilación llevan su firma; entre ellas se cita Cruzando la cordillera; El cuento chileno 1973-1983 (1986), Brevísima relación: Antología del microcuento hispanoamericano (1990) y Breviario de cuentos breves latinoamericanos (1996). Por otro lado, en 1990, había obtenido el Premio del Concurso Nacional de Cuentos del desaparecido diario La Época. Y es autor, además, de los ensayos Para una fundación imaginaria de Chile/ La literatura de Fernando Alegría (1987), Nos recorre el tiempo y silba su tonada (1987) y Patricio Manns: Actas del cazador en movimiento (1991). Sus apariciones en antologías, tanto en poesía como en cuento, son numerosas y variadas. Figura en obras aparecidas en Alemania, Estados Unidos, México, Argentina y Chile. Epple nació en Osorno, en 1946. Luego de egresar de la Universidad Austral se trasladó al país del norte donde, en la Universidad de Harvard, obtuvo su Master y Doctorado. Pero es sólo en 1998 cuando este lejano autor publica su primer trabajo de creación. Bajo el sello de las Ediciones de Revista Trilce aparece De vuelos y permanencias, un cuadernillo que reune diecisiete trabajos aparentemente no recogidos en otras páginas. Al año siguiente Mosquito Comunicaciones entrega Con tinta sangre, colección de mini relatos en los cuales mezcla su capacidad de ficción y el conocimiento adquirido sobre un género que domina. Su más reciente poemario es del año 2000. El trabajo Del aire al aire, que fuera finalista en el Certamen Internacional de Poesía del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, lo sindica como un escritor con dominio en el oficio y una particular gracia que satisface y sorprende. No es ya el poeta semi oculto de la selección Poesía Chilena Contemporánea que Miguel Arteche, Juan Antonio Massone y Roque Estaban Scarpa, pergueñaran con mayor o menor éxito en 1986 -y donde figuran sus textos A vuelo de pájaro y Pasaporte, que se acompañan en este libro. Ahora Juan Armando Epple demuestra conocer sobre el oficio. De hecho ambos poemas han sido mejorados y pulidos en esta última edición. Así como otros donde el trabajo de corrección y de búsqueda de un ritmo propio se hacen evidentes. Como símbolos de tal contenido, el poeta ubica en sus textos ciertos gestos o guiños los que, por lo demás, anuncia en El vaho en el espejo, su primer poema. Dice allí: Una vez confundió el gesto de borrar el vaho de la ventanilla/ con un saludo cómplice, para finalizar con la recomendación Pero evite las plazas iluminadas con luces de neón:/ esa nostalgia artificial puede ser perniciosa. En este trabajo inaugural queda establecida tanto la poética como su tratamiento. En cuanto al ritmo, éste se sitúa en la tradición posterior a Teillier y Lihn y en cercanía a la lírica de Omar Lara, el gestor de Trilce. En oposición a esta línea del decir se ubican Gonzalo Rojas, Waldo Rojas y algunos representantes de los 80', con un goce por la palabra en su sentido más onomatopéyico y a veces hiperbólico que da preferencia a la sonoridad. Sonoridad que también existe, pero cauta y apuntando a lo más conceptual, en la poesía de Epple y de sus antecedentes: Sé que soy un advenedizo en esta ciudad/ un fantasma que ninguna Kodak del futuro/ logrará retratar. La poesía de Epple no puede, sin embargo, ubicarse junto a los láricos. Su nostalgia se transmite a través de esos gestos anunciados y carece de la búsqueda de un paraíso perdido. La pérdida es física, existe en el tiempo y sus fantasmas aparecen de tanto en tanto, aunque como entidades desvaídas e inofensivas: se acercan a olfatear impunemente/ nuestras ropas/ observan de reojo los mendrugos,/ nos preguntan si andamos de turistas/ o somos simples peregrinos (en Estas piedras que ves); o en forma más explícita en Tentación del regreso, donde afirma: Un día volveremos/ sólo para descubrir que fuimos/ un precario accidente/ de la guerra del tiempo:// los amores y los enemigos/ que aún compartan esas calles/ se verán algo más viejos/ y tratarán de no reconocernos. Sería interesante buscar las interferencias semánticas dentro de la propia poesía de Juan Armando Epple. La intertexualidad, finamente tratada, tanto en relación a los colegas de generación como a sus textos, es una clave a desarrollar en extenso. Por el momento él la soslaya sosteniendo que somos muy malos fotógrafos (...) y pésimos actores. Pero en ese reflejo de la realidad, en ese retablo que es la literatura, es donde Juan Armando Epple sabe entregar el registro, la breve magia de la poesía y el simple placer estético. |
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