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02-Agosto-2002

Alejandra Costamagna, una joven novelista chilena

Cansado ya del sol

 

Escribe Juan Cameron

La tercera novela de Alejandra Costamagna, editada por Planeta recientemente y finalista en su certamen internacional, confirma la extraordinaria capacidad narrativa de su autora quien, en 1997, había ya obtenido el Premio Gabriela Mistral. Costamagna retoma, sin comprometerse en la anécdota propuesta, los tópicos referenciales de anteriores publicaciones.

En Cansado ya del sol, Alejandra Costamagna vuelve sobre ciertos tópicos ya tratados en su primera novela. Si nos regimos por las observaciones hechas por Katherine Goldman a su edición de 1996 (Violencia y memoria en la literatura chilena contemporánea, Rutgers University), el trabajo de duelo y rememoración, la violencia política, la detención y el exilio, la desaparición y la muerte y la implicancia del callar, aparte de la locación de la obra, en México, son elementos que se hacen cada vez más presentes en su escritura.

Sin embargo, no podemos hablar de una literatura de género o de circunstancias. En su caso, y tal como Costamagna lo expresara en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, hacia fines de 1999 «No hay movimiento fundacional, ni lenguaje unitario, ni estética de referencia ya que hay diversos enfoques en la narrativa». Por el contrario, muestra una excepcional capacidad de relato y ésta, al menos por ahora, no está al servicio de ideología alguna que no sea el registrar el entorno a través de un prisma muy personal. La protagonista, una mujer, escapa al género para mostrarse como individuo, y su enfoque ni siquiera pretende poner en el tapete la cuestión femenina o política. Son nada más que las circunstancias las cuales han instalado a la heroína en el medio que describe y la determina.

La visión del destino en cambio es cada vez más ineludible. Su libertad, como la de todos, queda determinada por los hechos y por voluntades ajenas, lejanas y desconocidas. Al escudriñar sobre estas extrañas circunstancias, la protagonista va dirigiendo su camino en una suerte de búsqueda para volver, impelida por los hechos exteriores, siempre a su lugar de origen.

La circunstancia de la muerte -la de su padre en el momento actual de la narración, la de una madre desconocida y perteneciente a otra existencia o la de un personaje registrado en memorias y diálogos que no comprende- fija el motivo y desarrolla la novela hacia una solución posible e incomprensible a la vez. Se hace necesario, entonces, practicar el duelo para rearmar las piezas, tanto de la historia como de la razón de ser de quien la narra.

Su padre, «cansado ya del sol», de vivir con la carga impuesta por los hechos y por su conciencia, arrastra la culpa y el silencio en un constante peregrinar por diversas localidades costeras mexicanas. Y en este viaje sin sentido y en busca de nada que no sea el olvido, arrastra a la adolescente que es, a la vez, el producto de una relación vinculada estrecha y oscuramente a la traición y al horror. El título se toma de unos versos de Shakespeare; «Comienzo a estar cansado ya del sol/ Quisiera ver destruido el orden de este mundo».

Su exilio es la huida. Y al cambiar los polos del mundo se cambian también los propios. Su nombre sólo aparece en un poemario que alguna vez ha escrito y por nombre lleva tal vez un pseudónimo o «chapa». No existe algún lugar, sino el camino, y la mayor comprensión para su delación -si acaso la hubo- se explica en el silencio. Estas dualidades semánticas, como ya se había hecho notar, son muy propias en Alejandra Costamagna.

Los méritos de esta escritora son reconocidos y evidentes. Con una extraordinaria capacidad para situar personaje y paisaje, no desgasta la escritura en descripciones inútiles y no opina, sino no a través del brevísimo (y eficaz) retrato de sus personajes de hechos que pudieran ubicarse más allá de la propia comprensión de aquellos. Este especial oficio le permite alejarse del texto aún cuando el mismo se realice en primera persona. Es más, la supuesta segunda persona con la cual comienza su novela no es sino el recuento que la misma adolescente inicia luego para dar curso a la historia.

Se trata, además de una historia redonda, entretenida y actual, de una investigación psicológica que denota su capacidad de observación y de descripción en un entorno donde los elementos parecieran diluirse en el silencio y la ignorancia de los hechos. Tal vez, y con una necesaria cercanía, se encuentre allí a María Luisa Bombal entre varios antecedentes válidos que refuerzan su espacio narrativo.

Es esta solidez la que ha permitido a Alejandra Costamagna situarse a temprana edad en las mayores listas de la narrativa chilena. La inclusión en casi todas las más importantes antologías del género así lo confirman. Y el hecho de que Cansado ya del sol haya sido finalista para el premio Planeta Argentina 2000, entre 271 trabajos, es suficiente prueba de ello.

En una nota de prensa, aparecida en la Revista de Libros de El Mercurio, se ha dicho con acierto que su escritura «es ágil y fluida, alterna bellas imágenes con un prosaísmo que pareciera subrayar el laberinto interior de recorridos y estados de conciencia sobrecogedores».

Alejandra Costamagna es periodista de profesión y nació en Santiago, en 1970. Ha publicado las novelas En voz baja (1996), Ciudadano en retiro (2000, traducida al italiano con el título de Cafe Royal) y Cansado ya del sol (2002), además de la recopilación de cuentos Malas noches (2000), nominada al Premio Altazor. Colabora en diversas publicaciones literarias, como las revistas Rocinante, Gatopardo y Letras Libres Interactivas.



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