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12-Julio-2002

 

¿Quién le cree a Bush?

 

escribe Cándido

Un patético George W Bush intentó atenuar la ola de acusaciones, la mayor parte de ellas perfectamente comprobadas, sobre su tolerancia y/o complicidad con los escándalos financieros de grandes empresas de aquel país, que han estafado a cientos de miles de empleados, pequeños ahorristas, pensionistas y futuros pensionistas que a falta de toda seguridad social para su vejez habían confiado su dineros a los famosos fondos, anunciando una serie de propuestas y amenazas contra los delincuentes económicos. Lo hizo desde el corazón mismo, ya desfalleciente del capitalismo, sin convencer, ni a los potenciales inversores, ni los ciudadanos ni a nadie que tenga un mínimo de raciocinio. Nunca se reflejó tan claro en el rostro de un político las mentiras y la falsedad de su discurso. Como será de grave la situación que aquí en Suecia los súbditos incondicionales del espectro político y mediático, han preferido estos días emprender la misión imposible de despertar interés entre los ciudadanos con el desfile anual de Almedalen, y cuando no, recordar las hambrunas provocadas por las colectivizaciones forzosas de Stalin en Ucraina en el año 1932. (Noticiario Aktuell que dirige Alfredius, el mismo que colaboró para convertir una ocupación de un local comunal desocupado, en un «peligro para la seguridad de la nación»), como táctica diversionista.

El discurso de Bush hizo recordar a los memoriosos, la escena inolvidable, de otro presidente delincuente que se llamó Richard Nixon, que en el momento más candente del escándalo de Watergate, que terminó con su destitución, distribuyó al mundo través de AP, una foto en la que aparecía sentado al piano cantando junto a su mujer, una idílica imagen que nada tenía que ver con la procesión interior

No es posible predecir si este Bush va a seguir el mismo camino que su lejano antecesor, pero lo que sí es bastante más probable, es que la rentabilidad política del negocio del terror que le permitió acallar toda disidencia interna ante la agresión descarnada a los derechos de los ciudadanos perpetrada después del 11-S y lograr la incondicionalidad de los líderes europeos, empieza a agotarse irremediablemente.

Si la financiación de su campaña electoral, retribuida con la desregulación del mercado y el dejar manos libres a los directivos de Enron para hacer lo que quisieran en materia energética, pudo suscitar cierta condescendencia en un país donde todo se vende y todo se compra, las fundadas acusaciones de que el propio Bush hizo negocios fraudulentos con la venta de sus acciones en una compañía petrolera, puede ser demasiado para los ciudadanos de aquel país.

Sus amenazas de sanear el mercado y restituir la confianza aplicando penas más severas a los delincuentes económicos, no han convencido ni a los congresales demócratas, también ellos financiados por compañías, que consideran que lo anunciado no basta, que hay que aplicar otras medidas. Ahora resulta además que la victoria en la guerra contra bin Laden, no ha sido tal y hay que votar más gastos militares para el combate contra el terrorismo. Un saneamiento de verdad terminaría muy probablemente con Bush en la cárcel. También es posible que en un país con mentalidad violenta alguno de los arruinados por la quiebra de la empresa que financió a Bush quiera hacerse justicia por mano propia.

Todo puede ocurrir, menos que lo que es en esencia corrupto e inmoral, como lo es el capitalismo, pueda ser saneable.

Si la situación lo apremia al punto de amenazar su posición, seguramente Bush recurrirá al expediente de acelerar su agresión contra Irak a pretexto de derrocar a Sadam Hussein. La historia de los imperios abunda al respecto. Y el escenario imaginable, empalidecerá al terror de bin Ladén. Veremos qué hacen nuestros líderes de este lado del Atlántico -aparte del fiel perrito faldero británico-ante esta eventual complicación.



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