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14-Junio-2002

 

Un cuento de terror

 
escribe Cándido

Acosado en varios frentes el guerrero infatigable y sus secuaces, han optado por elevar la temperatura del terror para desviar la atención sobre su incompetencia, mentiras e inmoralidad. La maniobra está destinada al mercado interno pero también, con la incondicional colaboración de los formadores de opinión del llamado mundo democrático, que dan a priori por válidas las inconsistentes pruebas presentadas por el tristemente célebre fiscal del departamento de Justicia norteamericano, al mundo entero. Todo apunta a que se trata de un nuevo cuento de terror para mantener avivado el temor y acallar de esta manera las lógicas críticas que ya han tomado cuerpo entre los ciudadanos norteamericanos.

La detención de un ciudadano estadounidense al que se le atribuyen vínculos con el temido Usama bin Ladin y la red al-Qaida, es el origen de lo que parece un nuevo culebrón. Al tal ciudadano se le atribuye la intención de planear la detonación de una bomba radioactiva en el corazón de los Estados Unidos. Cuando se confrontan los titulares de los grandes diarios y las cadenas de televisión, con la letra chica es decir el contenido de las pruebas, el asunto se vuelve mucho más difuso y no aparece ninguna acusación concreta.

La desesperación de Bush y su pandilla por crear un foco diversionista, es claramente explicable y llama la atención que los expertos internacionales y editorialistas no la hayan advertido. Uno debe concluir en que o son tontos sin remedio o simplemente cínicos.

Desde distintas fuentes no enemigas precisamente, principalmente americanas y europeas se han difundido con lujo de detalles informaciones de que Bush y los organismos de inteligencia fueron advertidos con mucha antelación de que se preparaba un ataque terrorista de envergadura contra centros fundamentales del poder imperial. Ya fuera por la incuestionable incompetencia de Bush o por las sórdidas y enconadas rivalidades entre las mafias que constituyen los servicios, en este caso la CIA y el FBI, lo cierto es que nada se hizo para prevenir el ataque, de tal manera que Bush y sus compinches resultan objetivamente culpables por omisión de la muerte de casi 3.000 compatriotas.

Al mismo tiempo y pese a la sistemática ocultación de los hechos, comenzaba a saberse que los éxitos militares de la campaña contra el terror desatada nueve meses atrás, estaba muy lejos de alcanzar las metas deseadas. El gran supuesto responsable de los ataques del 11-S, Usama bin Ladin, al que Bush prometiera capturar vivo o muerto, con su característica fanfarronería de matón de boliche, sigue gozando de buena salud y todavía se permite el lujo de proferir nuevos ataques. También nos enteramos, pese al silencio de los medios, que en Afganistán se sigue combatiendo en forma esporádica, que por lo menos 18 soldados británicos fueron atacados de una extraña enfermedad y tuvieron que ser hospitalizados a consecuencia de un mal desconocido y no se habló más de este asunto. No se sabe si murieron, o desarrollaron alguna grave dolencia probablemente como secuela de los implacables bombardeos a que fue sometida toda la población en la búsqueda de bin Ladin.

Para completar el brillante panorama de Bush, la investigación por el caso Enron, la mayor estafa en la historia del capitalismo americano y universal, sigue adelante pese a la oposición de la Casa Blanca que ha resistido la entrega de papeles comprometedores que el Congreso le solicita. Da la casualidad de que la trasnacional Enron, fue uno de los principales apoyos financieros que permitieron que Bush ocupara la presidencia de la mayor potencia militar del mundo.

Parece haber motivos suficientes para abrir un frente diversionista. Ya lo hizo en una situación similar Clinton, cuando el día que iba a ser juzgado por el Congreso decidió bombardear objetivos enemigos en Africa.

Que en toda esta historia los más elementales derechos individuales han sido pasados por arriba es algo que sólo parece alarmar a algunos honestos juristas y ciudadanos de aquel país. Lo grave es que Bush, que se escudó en las influencias del papá para escurrirle el bulto a la guerra contra Vietnam, está atacado de un furia destructiva contra los enemigos que sólo él decide quienes son, y nos coloca a todos en situación de riesgo. Y parece que sólo Fidel es el único que tiene lo suficiente para al menos cantarle algunas verdades.



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