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Retrato de un perdedor |
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escribe Cándido El apellido Batlle está consustanciado con la historia uruguaya del siglo XX. Un Batlle, don José Batlle y Ordónez (don Pepe), elegido presidente a comienzos del siglo puso fin a las luchas civiles que habían ensangrentado la vida política del país desde su existencia como nación en 1830 e inició un insólito experimento de reformas sociales y culturales, que hicieron del Uruguay un pionero, a escala tercermundista, del estado de bienestar que Europa conocería después de la Segunda Guerra. En el contexto latinoamericano fue una experiencia única, que despertó la curiosidad de politólogos y periodistas de Europa -varios suecos entre ellos- y Estados Unidos. No corresponde a la intención de este artículo, analizar las causas que permitieron tan insólito y avanzado experimento de reformas políticas democráticas, que décadas más tarde habría sido imposible porque Estados Unidos no lo habría permitido. (Por mucho menos, en 1954 la CIA derrocó a Jacobo Arbenz en Guatemala iniciando la historia de terror que condujo al país y a toda la región centroamericana a la tragedia actual). En 1947 otro Batlle, Luis Batlle Berres, vicepresidente, asumió la presidencia por muerte del titular y más tarde revalidó en la urnas con amplia mayoría su elección. Su gestión fue controvertida pero se mantuvo en las normas democráticas y defendió los intereses del país frente a la agresión económica del imperio y la oligarquía terrateniente, entonces poderosa, coaligadas. El mayor error de este Batlle fue haber tenido un hijo que se llamó Jorge y que con el tiempo vino a convertirse en el actual presidente que hoy avergüenza a los uruguayos. A la muerte de su padre en 1964, este nuevo Batlle heredó, además del apellido, la jefatura del Partido Colorado, al que habían pertenecido su predecesores y un diario, Acción, que había fundado su padre, que dirigió conjuntamente con Julio María Sanguinetti, también expresidente. No fue difícil advertir que al último heredero político de la familia, las nuevas responsabilidades le quedaban grande. Carente de todo carisma, sin experiencia política y ningún contacto con la gente, fundamentalmente porque esta no entraba en su mentalidad oligárquica, tenía el poder de un diario, una radio y la herencia política de sus predecesores. Desde los años 60, se postuló tres veces a la presidencia del país y al cuarto intento la logró. Hasta donde se sabe sus predecesores fueron hombres honrados en su gestión de gobierno, pero esa condición no formó parte de la herencia. Sin ser presidente, pero con varios ministros de su partido en los sucesivos gobiernos, influyó en la vida política del país. Una de las manchas indelebles de su gestión fue una fuerte devaluación de la moneda, que pasó a la historia con el nombre de la infidencia que impulsó y llevó a cabo por medio de sus testaferros en el gobierno, que le permitió a él y sus colaboradores, al tener conocimiento anticipado de la misma, grandes ganancias a costa de la penuria del pueblo uruguayo. Fue un pionero en la utilización fraudulenta de su diario para montar campañas con perversos fines políticos. Vulneró la autonomía de la enseñanza secundaria, una conquista muy querida por los uruguayos y previamente montó una campaña sobre un supuesto consumo de drogas en un liceo para preparar el terreno para la intervención. En esos años la droga era un privilegio exclusivo de ciertos círculos, pero no existía como problema social. Julio María Sanguinetti fue el firmante del decreto de la intervención a la enseñanza. El mismo Sanguinetti, que había esperado en silencio su momento, le disputó el liderazgo del partido y se quedó con más de la mitad. Los antiguos socios ahora se odian a muerte, pero a la hora de ver amenazadas sus posiciones por una fuerza política como el Frente Amplio, saben unir sus votos. A través del diario, Jorge y sus colaboradores, llevaron una siniestra campaña para combatir el movimiento guerrillero Tupamaros surgido en los años 60, en estrecha colaboración con jefes policiales vinculados a la CIA. Hay serias presunciones de que el Escuadrón de la muerte que empezó a actuar en el país y cobró varias víctimas, se originó por inspiración de ese grupo liderado entonces por el mismo Batlle. En su condición de presidente, se prestó al indigno papel de presentar en Ginebra una moción cuestionando los derechos humanos en Cuba. A cambio ha recibido un puñado de dólares del Fondo Monetario Internacional, y ha descargado sobre la población uruguaya un programa de ajuste de dramáticas consecuencias. Sin pena ni gloria, ingresará en el basurero de la historia. |
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