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Fútbol y política

 

escribe Cándido.

Cuando esta edición de Liberación llega a manos de los lectores, se inaugura una nueva edición del mayor acontecimiento deportivo, con la disputa de la Copa del Mundo. Justificadamente denominado pasión de multitudes -y como toda pasión, imposible de explicar en términos exclusivamente racionales- este acontecimiento dejará indiferentes a pocos y durante un mes será el plato central del horroroso menú cotidiano que nos ofrecen los medios. (La lesión de Zidane desplazó a un plano secundario la visita de George W.Bush a Francia hasta en los más proamericanos medios franceses, aunque tratándose del guerrero sin reposo la información sobre sus dislates bien pudo evitarse sin la lesión de Zidane).

Si bien desde tiempos lejanos, la utilización del espectáculo, del circo romano, como instrumento político diversionista, en el sentido militar del término -lo que no excluye la acepción más corriente de entretenimiento, fue habitual en las elites gobernantes de casi todo el mundo, esa tendencia no ha hecho más que aumentar con el paso del tiempo. El fútbol, por su capacidad de fascinación sobre grandes sectores de la población, ha servido de trampolín para muchas carreras políticas. Esto es evidente en países del mundo subdesarrollado En los países de Europa el poder de un presidente de un gran club se ejerce preferentemente en el plano de actividades típicamente capitalistas pero también los gobernantes se preocupan de estar presentes allí donde el equipo nacional ha ganado un trofeo. Berlusconi preside el Milán además de ser dueño de tres canales de televisión e influir sobre los del sector público.

La mentalidad capitalista que tiene su razón de ser en el lucro, caiga quien caiga y pese a quien pese, ha trasmitido sus valores al mundo del fútbol. Corrupción, ausencia de toda ética, coimas, premios a equipos para que entreguen un partido en beneficio de un tercero, compras de votos para ser elegido presidente del organismo mundial que dirige el fútbol, verdaderos dictadores, generalmente corruptos, son moneda corriente. Si Bush fue llevado al gobierno por Enron, los petroleros y la industria militar, por qué no yo, habrá razonado el rostro de piedra de Sepp Blatter, no puedo ser elegido presidente con la ayuda de algunos pobres africanos?. Y ahí está, escupido e insultado, pero al firme en la defensa del fútbol y la democracia.

Del viejo espíritu deportivo, la fantasía, el fair play no queda ni el recuerdo. Hasta algunos entrenadores pretenden ponerle vallas a la fantasía de los jugadores para obtener una mayor rentabilidad. Los medios del sistema cumplen muy bien su función de bienmandados, y contribuyen a fomentar un repugnante patrioterismo, endiosar a los jugadores, en vez de enaltecer su identidad deportiva y todo vale. La patada del nuestro se mide de otra manera si la recibe uno de los nuestros. Igual que Kissinger cuando decía nuestros hijos de puta refiriéndose a los dictadores amigos del imperio. En tal clima todo puede pasar. Hubo un arbitro sueco, Erik Fredriksson, que adoctrinado desde el biberón en el anticomunismo, le estafó un partido al equipo de la ex Unión Soviética, contra Bélgica, en el Mundial de 1986, si la memoria no me falla.

Todo indica que esta vez van a pasar cosas peores.

Trataremos de olvidarnos de todo esto, para disfrutar de la todavía no extinguida fantasía de los equipos africanos, del balet brasileño, los tiros libres de Recoba y porqué no, de las gambetas de Zlatan Ibramovic.



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