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Historias que no figuran en la Historia |
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escribe Juan Cameron. El escritor y hombre de televisión Luis Alfonso Tapia reedita en Chile una recopilación de apuntes periodísticos publicados en Montevideo en 1983. En estos breves y precisos relatos intenta dar cuenta de la condición humana a través de hechos, muchas veces policiales, que han pasado inadvertidos o han sido silenciados en los grandes relatos nacionales. El tercer libro de Tapia fue presentado en Viña del Mar, el miércoles 17 reciente. La crónica es un género que se ha venido cultivando con insistencia en la región de Valparaíso. Una vasta producción la aporta el periodismo y otra corresponde a la contribución del mito ciudadano y de las políticas culturales. Hay autores y piezas fundamentales en el género, como María Graham y su Diario de mi residencia en Chile en 1822, publicado en 1824 en Inglaterra, traducido en 1909 y republicada por Editorial del Pacífico, en Santiago, en 1953. Joaquín Edwards Bello se destaca posteriormente con En el viejo Almendral y Valparaíso y el periodista Luis Aguirre Echiburu entrega, en 1946 El Libro de Valparaíso. En esta parte del oficio es importante la recopilación de Alfonso Calderón y su Memorial de Valparaíso y en la actualidad existen autores de distintos oficios y orígenes, entre quienes se cuentan el pintor Gonzalo Ilabaca, el profesor Hugo Rolando Cortés, Carlos Echenique, nacido en Bolivia y ya fallecido, lo mismo que Francisco le Dantec (director de El Mercurio), el retornado Franklin Quevedo Rojas, Manuel Peña Muñoz, perito en literatura infantil y una serie de herederos de Benjamín Vicuña Mackenna, quien publicara las primeras referencias serias sobre el primer puerto de la República. Otros nombres que aparecen en esta lista son Allan Browne Escobar, Eduardo Godoy, Víctor Rojas Farías, Hernán Montesinos, Félix Morales Pettorino, Antonio Pedrals García de Cortázar, Leopoldo Sáez Godoy, el particular Miguel Serrano, Romolo Trebbi de Trevigiano, Sergio Vuskovic Rojo y Myriam Waisberg. Pero la lista es más extensa. Más tarde se inscribe allí Luis Alfonso Tapia. En 1997 publica Esta noche la guerra, relato del frustrado enfrentamiento con Argentina. Por entonces, Tapia, era corresponsal de El Mercurio y había sido embarcado para cubrir los acontecimientos bélicos. Una oportuna tormenta impidió a la Armada Argentina desembarcar en las islas australes y, a la chilena, atacarla antes de iniciadas las maniobras. Tapia relata con emociones esos oscuros momentos. En 1999 edita La farra, una personal visión de los hechos ocurridos en Chile hasta septiembre de 1973. Este libro, a pesar de su postura claramente disímil a la Unidad Popular, fue considerado inconveniente, en diciembre del mismo, por la Dirección Nacional de Comunicación Social (Dinacos), la oficina de censura impuesta por la dictadura. Ahora presenta, a través de Editorial Alba, Historias que no figuran en la Historia, un trabajo no del todo inédito, pues había aparecido en Montevideo en 1983, por Ediciones de la Plaza. Se trata de 49 breves pero intensos relatos; cuentos más bien, secretos comentarios a veces, recogidos en los pasillos de los departamentos de prensa. No son cuentos en el sentido del género literario. Son historias, como su título lo dice, que no figuran en parte alguna ni se registran en las noticias. Quienes han ejercido el periodismo alguna vez, conocen de estos breves guiones shakespereanos que diariamente van construyendo los más anónimos y comunes personajes. Y por la misma razón resulta difícil clasificarlos bajo un análisis crítico. Tal vez no resistan el empeño literario; el autor parece más interesado en comunicar una anécdota y develar su oculto secreto a la comunidad que en desarrollar una forma precisa de escritura. Tanto es así, que bien podríamos en ciertas páginas encontrarnos ante un texto tan concentrado y preciso, tan lleno de significaciones e interpretaciones diversas, como para encasillarlo dentro de la poesía. En otros la estructura del cuento se hace presente. Pero la razón no es sólo periodística, sino vital. Ante los hechos cotidianos, ante esa odiosa realidad que segundo a segundo nos impone su gramática y su fuerza, no podemos enfrentarnos solamente con el ojo de lo formal. Las cosas pasan más allá de nuestra voluntad; y nos determinan. Los hechos ocurren en la ciudad y la ciudad es -en el instante cuando la observamos- la suma de la historia; y cuando dejamos de hacerlo continúa como un lenguaje desarrollándose a si mismo, a sí misma, que nos envuelve en su trama. De tal modo, nuestra necedad y nuestra magnanimidad, esas funciones desarrolladas en forma involuntaria tantas veces en un mismo día, nos van dictando cada paso. Somos, muchas veces, magnánimos al pensar y, muchas veces, demasiadas veces, necios al actuar. Y de ambas condiciones nacen hechos, pequeñas historias, trágicas o divertidas, que no son en verdad registradas por la gran Historia de las naciones y de las civilizaciones, y que sin embargo van construyendo punto por punto nuestro destino. Sin pasión, sino por el simple artilugio de contar, Tapia nos habla de la pasión en la Tierra: pequeños bocetos del amor y de la estupidez al mismo tiempo, crímenes pasionales y en ellos, fatales errores, hechos de locura y de infinita generosidad. Y todos ellos referidos al ciudadano común; ningún actor ha alcanzado la notoriedad pública y no se refiere, como en sus anteriores producciones, a los grandes individuos cuyos nombres llenan las páginas más destacadas. Y el lector encontrará, también, un dejo de ternura hacia la especie humana. Estas son las historias que ahora nos narra Luis Alfonso Tapia. |
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