Por Juan Cameron. En una acogedora librería y cafetería, en el centro de Talca, se encuentra un volumen del cuarto libro publicado por Guillermo García. No es casual este hallazgo. El poeta, desconocido para sus colegas locales e ignorado por muchos a nivel nacional, declara administrar una carnicería en la ciudad más central de Chile. Aún se busca a lo largo del territorio algún ejemplar de dos poemarios anteriores del mismo autor.
El caso de Guillermo García es interesante ya de revisar dentro del actual desarrollo de las letras chilenas. Con facilidad extrema y conocimiento del ramo, este hijo de inmigrante español que declara haber nacido el mismo día en Santiago de Chile y Santiago de Compostela (aunque en en verdad chileno), expone su producción en distintos estilos que, como bien señala el ya citado Alex Pausides, lo muestra así un "apasionado de la poesía visual, el surrealismo y la antipoesía" (en contraportada de En fin de modo que).
En cuanto a los dos primeros caracteres anotados por Pausides, Hidrógeno es una buena muestra de aquello. La diversidad de sus proposiciones y ciertos guiños más que cercanos a los trabajos de Juan Luis Martínez -de gran contenido estético pero muy alejados de las marcas de la poesía- puede considerarse una continuación del tardío surrealismo chileno ejercitado por Martínez como la gran burla teórica y, en cualquier caso, con muy superiores facturas técnicas y estéticas que el flaquísimo intento nacional por subvertir la realidad desde sus orígenes. Es más, en un hermoso juego a partir de la ventana transparente de la página 80 consigue, García, unir las proposiciones de las dos únicas obras del poeta viñamarino, La nueva Novela y La Poesía Chilena. Se trata de un sentido homenaje en el que toda solemnidad y sentimentalismo queda obviado (dejemos hablar a los significantes, diría ya el fastidiado teórico).
La facilidad anotada para este ejercicio parece obligarle a mantener un muy bajo perfil. O tal vez sea por falta de interés en su escritura, o porque su gracia -que en verdad la tiene- molesta a muchos críticos e interesados lectores o, quien sabe, porque tal desarrollo opaca a demasiada gente. El asunto es que de García no puede encontrarse antecedentes registrados en el espacio virtual y, por otro lado, resulta bastante difícil hallar algún comentario a mano sobre su obra; que de seguro existirá en más de alguna revista especializada. Pero, en todo caso, con cierta burlona sonrisa, sus libros cargan fenomenales y escondidos (auto) elogios: "Hidrógeno es un acercamiento poético a la interpretación del origen y porvenir del hombre", "En ella se enfatiza una poesía inteligente, coloquial, mas no simple, con claras imágenes al camino recorrido y guiños a sus compañeros de ruta", "Para esta casa editorial es un privilegio poder contar en nuestro catálogo con una de las voces más brillantes y originales de la nueva poesía hispanoamericana".
El hallar en una estantería del centro de Chile un ejemplar de Poemas escritos a bordo de un LAN resulta desde ya un acto poético. El cuarto libro de García no es, como podría suponerse, un texto auspiciado o que publicita a la Línea Aérea Nacional. Según declara su autor, "escribir a bordo de un avión de pasajeros presenta un reto tortuoso (...) algunos textos, léase la inmensa mayoría, no guardan relación alguna con lo que sucede o puede suceder a bordo de un avión". Y luego, en el colofón añade: "Este libro nace de la necesidad de ver a María. Una bellísima cordobesa de Ascochinga (...) El título de este libro no es antojadizo, no busca provocar ni tiene relación con el marketing; los pasajes de cortesía me los cambiaron por poesía". Agréguese que a bordo de dicha línea se trasladó a Buenos Aires muchas veces para reunirse con aquella amada; la que provocará el título de otro libro que, de ninguna manera, resulta un homenaje a Jorge Isaacs (gracias a Dios).
Varios de los textos de Poemas escritos a bordo de un LAN aparecerán en su volumen más reciente, editado a comienzos de este año. Allí sus "Siete instrucciones para enfrentar un amor imposible" se reducirán a cinco -eliminadas la 2) y la 5) en En fin de modo que; otros son Diálogo en la estación de ferrocarriles de hospital, Para Roberto Bolaño & adiós a Bolaño y algunos más que corrije y mejora en esta edición.
Un curioso y al mismo tiempo divertido "Discurso abierto a Roberto Merino en San Antonio" da cuenta de alguna crítica hecha a García y de la cual responde usando su propio espacio, el del texto. Después de todo, como afirma Toño Cisneros, uno es dueño de la versión. Le impetra a Merino, a quien acusa directamente de no haber leído (o al menos comprendido) a Eliot, "Tú me atacas, dices que mi obra es una coctelera epileptoide de malas ideas/ un mamotreto de piruetas tipográficas fallidas./ Sabes Merino,/ Tus críticas me encantan (...) Te cae mal Cristián Warnken. No soportas el silencio de Elordi y el Noreste durante la dictadura./ Eres como Erwin Díaz. Él me lo confesó./ No entiendes ni aceptas que Parra haya apoyado el golpe militar". El poeta, es claro, no acepta observaciones. Y si lo hace las responde con claves bastante certeras y que dan en el blanco. Como provocador, elegante en todo caso, García ha sido silenciado -qué duda cabe- por el stablishment literario santiaguino.
La edición de En fin de modo que -como ya lo comentamos en la edición del 17 de abril- supone una doble sorpresa para los lectores de poesía. En primer lugar porque, si bien Guillermo García es un autor ya editado, este nuevo intento denota un cambio de escritura en un terreno favorable y conocido para él. Y, por otro lado, porque su editor es nada menos que Alex Pausides, poeta cubano miembro de la presidencia del Festival Internacional de Poesía de La Habana, quien dirige la Colección Sur.
Guillermo García nació -tal como señala José-Christian Páez en una solapa de libro- "con la nacionalidad chilena y española, el 23 de diciembre de 1976 en Santiago de Chile y Santiago de Compostela. Este desdoblamiento de su personalidad lo ha llevado a más de treinta países, entre los que se cuentan la India, Cuba, Vietnam, Cambodia, Zambia, Bélgica, Francia, Namibia y Malasia". Estudió en el Colegio Verbo Divino, de la capital, y en la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde obtuvo el título de Ingeniero Agrónomo y Magister en Economía Agraria. Según dice uno de sus textos, "actualmente reside en Talca donde regenta una bella y aséptica carnicería". Ha publicado Ciervo vulnerado (1996), Hidrógeno (2000), María (2002), Poemas escritos a bordo de un LAN (2006) y En fin de modo que (2009).
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