Escribe Simón. La semana pasada, en una hábil maniobra publicitaria, la corona española inició los "festejos" por el inicio de la lucha de independencia en América Latina. En la ceremonia, encabezada por el rey Juan Carlos, estuvieron también representantes de los países latinoamericanos que organizarán otros eventos para conmemorar la gesta de independencia en los próximos dos años.
Como tengo ganas de protestar, o quejarme, quiero señalar que me parece poco apropiado que un rey español dé inicio a los festejos de las luchas de la independencia latinoamericana, cuando esa lucha fue, principalmente, para liberarse del yugo español.
En todo caso se podría esperar una disculpa de la monarquía española por sus acciones en el continente americano, y por que nó, el intento de reparar, aunque sea modestamente, a los descendientes de los pueblos subyugados.
Si ya resulta irónico que el festejo de las luchas por la independencia los inicie el representante más directo de los colonizadores, más agraviante resulta otro seminario realizado en Madrid sobre el subdesarrollo y la desigualdad en Latinoamérica.
El Instituto Figuerola de la Universidad Carlos III y la Fundación Ramón Areces organizaron una conferencia del profesor emérito y ex director del Departamento de Economía de la Universidad de Harvard Jeffrey Williamson sobre la desigualdad y el desarrollo en América.
La conclusión del "emérito" -que choca de frente con las de libro de Eduardo Galeano que Hugo Chávez le regaló a Barack Obama- es que "la desigualdad crónica de América Latina es un mito"
"En comparación con el resto del mundo, la desigualdad no era alta en la América precolombina ni lo fue durante la conquista y la colonización. Ni tan siquiera lo fue durante gran parte del siglo XIX", dijo el economista yanqui. Es en el siglo XX, cien años después de las independencias, cuando surge la desigualdad urbana. Es cuando los mayores salarios por el trabajo cualificado y la educación disparan la brecha, sostuvo.
El catedrático ni se pone en la piel de los indígenas masacrados en las minas, ni en la piel de los esclavos negros traídos de Africa. Supone que estaban en un grado casi de igualdad con los colonizadores.
Y no sólo eso, también sostiene -junto a otros de los ponentes de esta conferencia madrileña- que las colonias estaban en un plano casi de igualdad con las metrópolis. En sus planteos ignoran las clases sociales, no comparan a los trabajadores con los patrones ni a los campesinos con los terratenientes.
Williamson acusa a Perón y Allende de haber acentuado las desigualdades durante sus respectivos gobiernos al mejorar las condiciones de vida de un sector de los trabajadores. "Cuando a mediados del siglo pasado Juan Domingo Perón, por ejemplo, hace su revolución, quienes más se benefician son los trabajadores de los sindicatos que apoyan al gobierno. Pasa lo mismo en Chile durante el tiempo que Salvador Allende pudo gobernar: los estibadores y mineros fueron los más beneficiados de sus políticas. Así que entre éstos y los demás trabajadores, especialmente los del sector informal, se acentuó la desigualdad", dijo Williamson. Otra vez sólo compara un sector de trabajadores con otros.
Lo triste es que esta corriente de opinión tiene otros "sabios" economistas, de los países desarrollados, que la apoyan, y reciben amplia difusión para tratar de convertirse en verdad.
No faltarán ahora voces que lamenten las luchas por la independencia, ya que el subdesarrollo y la desigualdad es, según ellos, posterior. Una teoría que serviría para justificar nuevos intentos de colonización, no militar, sino económica, cuando parece que también en este campo, América Latina ha emprendido el camino de su liberación.
Los justo sería ahora conmemorar el bicentenario de la lucha por la independencia con una reimpulso a la segunda y definitiva independencia, como reclamó hace más de 40 años, la Segunda Declaración de La Habana.
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