Por Juan Cameron. Libros de poemas se denomina el volumen que integra la obra reunida del colombiano Darío Jaramillo Agudelo. Fue editado por la filial Colombia del Fondo de Cultura Económica en el año 2003, recopilación que da cuenta del oficio de poeta riguroso y a la vez profundo, cargado de una intensa vibración emotiva.
No es un poeta de fácil lectura este Darío Jaramillo Agudelo. Tras una sintaxis de aparente simpleza -semeja ser un poeta que dice- emerge poco a poco cierta efervescencia que de opaca nos alza a ratos hacia una brillante y chispeante perplejidad. El poeta no descubre, o al menos consigue demostrar tal desinterés, sino que hace al lector descubrir el mundo oculto tras de sus significaciones.
La recopilación Libros de Poemas nos permite apreciar estas claves en una buena selección extractadas de sus libros a partir de su primer volumen, Historias. Precedido de dos buenos e interesantes prólogos firmados por Sergio Pitol y por José Emilio Pacheco, el orden cronológico inverso de los textos permite apreciar una poética justificada a plenitud desde sus inicios. Pitol, en su artículo El té de las cinco y la poesía, se refiere de forma muy amena a sus encuentros con la elite intelectual colombiana en México y su larga amistad con Darío Jaramillo, a quien conoce por primera vez en la Universidad de Boulder, Colorado, en 1992, para luego referirse a sus libros en poesía y en narrativa. Y en razón de Cantar por Cantar, la última edición registrada para esta antología, su poesía "se puede leer como la historia de una vida, una autobiografía clara y al mismo tiempo secreta".
José Emilio Pacheco en cambio, en Nota al pie de un libro de libros, señala precisamente esa posibilidad de encontrar allí algo nuevo o una lectura distinta a la hecha por otros, cargada ahora de sugerencia y de capacidad de seducción. El orden inverso en el tiempo justifica -sostiene Pacheco- la existencia actual y permanente de cada poema allí incluido.
Jaramillo así lo permite, sin duda. La medida nostalgia de lo cotidiano en "Escenas de la vida diaria" oculta bajo ese manto de normalidad o de acostumbrada ocurrencia impuesto por el título, la tragedia común a nosotros. Las cosas pasan, parece conformarse el autor, y nos relata lo que podríamos llamar con cierta voluntaria lejanía, también, cuanto sucede a diario: despedidas, muertes, pérdidas irreparables, todo reunido en un álbum que no es sino un monumento a lo pasado. Y el pasado es el recuerdo; en la imagen del poeta "los locos y atinados colores de las colchas de retazos que construye/ y mis libros y mis versos y mis viajes lejos de esta familia que amo sin saber nada de ella".
Álbum de fotos es precisamente un poema de contención y de tensión enmarcadas en lo descrito y mostrado al lector como simples indicaciones: "Tánger, enero 14 de 1977/ Germán, montado en un camello,/ conserva en la foto un hálito/ que ya le arrebataron los gusanos./ Ahora es él un algo muy hermoso que no existe,/ que perdí". Similar sentido se extrae de Testimonio acerca del hermano, extenso y sostenido poema, con un ritmo parejo condenado a desgranarse en un aguardado y definitivo final: "y desaparecerá en la plenitud,/ cuando el agrio fantasma que lo sigue sin tocarlo, decida por él,/ y caiga,/ y con él caiga lo que quede de mí,/ si entonces algo queda".
Esta tragedia, la eterna condena del individuo que debe enfrentar a su destino, se debe en parte por la incapacidad, o más bien la indefensión del individuo ante el amor. Derrotado ya por este, el corazón es un órgano del todo inútil. Sin mayor drama, sino como mera descripción de esta desgracia, el poeta lo repite en numerosas ocasiones. "Este corazón seco, incapaz de otro amor, agotado y solo", cita en Poema. Y luego, en Razones del ausente al retratarse a si mismo en tercera persona repite la misma imagen: "díganle que todavía no es feliz,/ si esto hace feliz a alguno de ellos; díganle también que se fue con el corazón vacío y seco".
Jaramillo logra posarse más allá de si para permitir su descripción. En el poema Canción, también citado por Pitol, reitera la idea de "aquí conmigo" para alejarse del texto y darle una pretendida objetividad. Así el personaje de sus relatos, que es él mismo -reafirmando la idea de Pacheco- puede describirse para el lector e, incluso, ser motivo de una suave mofa al exponerlo en el ridículo. Es tanto así que ni siquiera evita los temas manidos y poco prestigiados -el amor, la nostalgia la soledad- para tratarlos con esa maestría prestada por la distancia. En tal sentido puede dudarse del calificativo que se le ha impuesto como el gran renovador de la poesía amorosa colombiana. Para el buen lector el fuerte sentimiento que Jaramillo transmite nace sin duda del relato; pero es justamente aquel supuesto divorcio con la función emotiva el que provoca aquella vibración intimista que compromete a su receptor.
Jaramillo posee la seriedad suficiente para haber sido un nadaísta; o para no haberlo sido, también. No todos los de su tiempo lo fueron; tampoco lo es Roca. Lo divertido en esta historia es cuanto él narra en una entrevista hecha para la Residencia de Estudiantes: "Creo que me condicionó el ambiente de mi casa. Era una casa donde había libros. Mi padre sabía poemas de memoria y me hacía aprender poemas de memoria. Estábamos en Medellín a comienzos de la década de los sesenta, en plena efervescencia poética en Colombia. Yo estudiaba en un colegio de jesuitas y allí, a los quince años, conocí a los nadaístas. Casi me echan del colegio, porque ser nadaísta era como ser luterano. Para colmo, escribí un texto de tarea que reivindicaba el nadaísmo y un compañero mío le contó al papá, y el papá vio el texto, y habló con el rector del colegio, y el rector, que era un cura español, me llamó y me prohibió que me juntara con los nadaístas".
Darío Jaramillo Agudelo
Nació en Santa Rosa de Osos, Antioquia, Colombia,
el 28 de julio de 1947). Abogado y economista, ha publicado Historias (1974), Tratado de retórica (1978), Poemas de amor (1986), Del ojo a la lengua (1995), Cantar por cantar (2001), Gatos (2003) y Cuadernos de música (2008). Como narrador es autor de La muerte de Alec (1983), Guía para viajeros (1991), Cartas cruzadas (1995), Novela con fantasma (1996), Memorias de un hombre feliz (1999), El juego del alfiler (2002), Historia de una pasión (2006) y La voz interior (2006). En 1978 recibió el Premio Nacional de Poesía. También ha desempeñado cargos culturales a nivel oficial e integra los consejos de redacción de la revista Golpe de Dados y de la fundación Simón y Lola Guberek.
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