Por Pepe Viñoles. Uno que no cree en la eternidad ya casi podía pensar que Don Abelardo Gon-zález era eterno, porque habiendo pasado los 100 años de edad se-guíamos encontrándolo a menudo en los eventos latinos de Malmö, sobre todo allí donde hubiera buen tango.
Don Abelardo tuvo la suerte de mantener hasta el final una memoria prodigiosa que le permitía contestar chispiante con una letra de un tango o versos del Martín Fierro a cualquier broma, y no hace tanto tiempo atrás se le podía ver al caer la tarde, vestido con su proverbial elegancia tomándose una copa de vino en los cafés de la plaza Gustav Adolf.
Nació en Santa Fe, Argentina en 1905, habiendo sido en esos pagos propietario junto con su esposa de una muy afamada panadería, confitería y bar. Supo ser futbolista y ágil jinete en sus años mozos, y sobre todo un buen bailarín de tango y avanzado jugador de ajedrez, dos pasiones que Don Abelardo siguió practicando con destreza aun ya entrado en los años mayores.
Al quedar viudo de doña Olga Benedetto se radicó definitivamente en Malmö a principios de los 90 donde ya vivía uno de sus dos hijos también de nombre Abelardo; mientras que Tito, el otro hijo, vive en España.
Lector por espacio de muchos años de Liberación no siendo un hombre de izquierdas, sin saber que yo trabajaba en el semanario un día me dijo casi como contándome un secreto: "Sabe, cuando yo vivía allá no sabía lo ladrón que había resultado el tal Menem ese. ¡La pucha, como nos robaron el país! Lo leí en ese diario que tienen aquí los latinoamericanos."
Aquí en Malmö vivió con alegría y buena salud sus últimos largos años rodeado de los cuidados de Abelardo y Hector, de Norberto y otras personas; gozando del afecto y respeto de muchos amigos en las asociaciones tangueras locales y otros medios.
Desde aquí lo despedimos con estas simples líneas de recuerdo y con versos de la clásica obra de Miguel Hernández que tanto le gustaba.
Y con esto me despido
Sin espresar hasta cuándo;
Siempre corta por lo blando
El que busca lo siguro;
Mas yo corto por lo duro,
Y ansí he de seguir cortando.
Vive el águila en su nido,
El tigre vive en la selva,
El zorro en la cueva ajena,
Y, en su destino incostante,
Sólo el gaucho vive errante
Donde la suerte lo lleva.
(Del canto XXXIII
del Martín Fierro de José
Hernández)
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