Por Juan Cameron. Invitado al Encuentro de Poetas Iberoamericanos celebrado en Salamanca, en octubre del año anterior, Miguel Aguilar Carrillo, poeta del cuerpo y de su conciencia, se dio a conocer más allá de las fronteras del México natal. Radicado en el norte, ejerce la docencia literaria al tiempo de escribir. Tres libros, publicados a partir del año 2006, presentó en esa oportunidad.
Hablar de Miguel Aguilar Carrillo es referirse a la conciencia del lenguaje y al conocimiento del oficio poético. Y si bien el cuerpo aparece como un motivo central en su es-critura, el concepto de su existencia resulta un producto del mismo y un elemento fundamental para la cuestión ontológica: "Templo sin Dios es la palabra que te nombra/ cuando la luz no se ocupa del lugar/ presente en la ranura de tus letras".
Tres producciones recien-tes -Laberinto del cuerpo, Muchacha en la playa e Historias- entregó durante sus lecturas en el XI Encuentro de Poetas Ibero-americanos, organizado en Sala-manca, en octubre de 2008, por el escritor y docente ibero peruano Alfredo Pérez Alencar. En sus lecturas, habidas en dicha capital y luego en Ávila, Ciudad Rodrigo, Peñaranda de Bracamonte y Béjar, Aguilar sorprendió por la frescura y profundidad de sus textos, cuya seria versificación arrastra a veces un dejo de humor escondido y gratificante.
Laberinto del cuerpo fue editado por el Instituto de Cultura del Municipio de Querétaro junto a Azafrán y Cinabrio ediciones. Lo integran tres cuadernillos, Al centro del cuerpo/ del espacio en blanco, Lantana y Raíz del cuerpo, con más de setenta textos, sin títulos, iniciados en lo alto de la página. El motivo principal es la cuestión del amor tanto -como allí se señala- en su aspecto anímico como material. Pero la conciencia del escribir sobre este tema no es ajena al poeta: "Algo de piel líquida se vierte/ sin que emita un suspiro la retórica (...) estructura del viento sin alforjas". La palabra, en otros términos, separada esencialmente del mundo, nos dice aquí, nunca reemplazará a la inasible realidad.
Lantana resulta -para el lector- el símbolo de una mujer, o varias cuyas historias entrecruza-das sin distinguirse los rostros de los protagonistas: "Tus muslos tan perversos/ señalan el camino.// Imposible guardarlos/ en la espuma del ojo". Aunque a ratos esta sensación de triunfo se troca en desamor y derrota: "Hay un sitio que jamás habitaremos/ en un país lejano y sucio. (...) Un sitio tan ausente donde una hoja cae/ lleva tu nombre". Tal des-encuentro bien podría representar al poema; la hoja que cae con el nombre de aquella Lontana, lejana y en lontananza, intenta reem-plazarla sobre el texto.
Historias -aunque publi-cada el mismo año que Laberinto- se abre al placer del divertimento, al goce de la escritura. A la belleza del cuerpo agrega todos los elementos que el árbol de la vida -raíces en el infierno y ramas en el cielo- proporciona a quienes saben de signos y de señales. Desde la leyenda a los mitos, desde la his-toria al folklore, Aguilar construye diversos espacios donde caben los seres fantásticos de la poesía. Lo anuncia, por lo demás: "He aquí mi estirpe, solamente comprendido/ por brujos, por poetas, por amantes/ por la escoria".
Esta alegría de la escritura se manifiesta, como también en varios de los poetas latino ame-ricanos de estas promociones, a través de diversos recursos del género. El chiste de la extrapolación no le es ajeno: "Yadira la emba-razada de un no se qué que queda balbuceando y el alto no le dio importancia". Y digo chiste en el sentido que Freud otorga a este resultado por esa economía de pensamiento que tanto "alegra" al lector cuando comprende. Monólogo de un cerdo de nombre Salomón, al finalizar el cuadernillo, es una pieza remarcable en este punto.
Muchacha en la playa, la más reciente edición de este poeta mexicano, enfoca la pasión en el cuerpo femenino, en la juventud y en el hedonismo. Católico militante, por lo demás, Aguilar Carrillo no puede esquivar el Cantar de Salomón -"Si te estuvieras quieta, quietísima, delgada casi/ como paloma herida, cervatilla, quizá leona"- ni la pánica influencia de Gonzalo Rojas, a quien también cita por ahí en un epígrafe: "¿Por qué la carne, Señor, la turgencia, las células/ ahítas a lo largo del camino". Los sentidos se vuelcan en la página y la luz del estío, en plena sazón, se traduce en playa, sol, vacaciones, arena, en un texto que se acerca a la epifanía: "Loado sea el Señor por tantas maravillas". ¿Ernesto Cardenal, acaso? Al parecer el poeta nicaragüense parte de una situación envuelta por el dolor y aquí, más cercano a Cesare Pavese, el poeta azteca rinde culto a sus antiguos dioses en el cuerpo de la mujer.
Aguilar se ha dedicado también a la narrativa. En la actualidad desarrolla el proyecto Pensar el ensayo, con temas re-lacionados a la literatura y, en especial, a la poesía. Este proyecto, sostiene en una entrevista, "nace de una necesidad de ampliar el rango de mi escritura, de tra-bajarla de una manera distinta a como se trabaja la poesía, de re-flexionar sobre los objetos y los hechos, tanto los cotidianos como los relacionados con mi actividad literaria" .
El poeta mexicano Miguel Aguilar Carrillo nació en el Distrito Federal el 20 de octubre de 1954. Químico de profesión, se dedicó a la venta de alfombras y a la distribución de productos lácteos para, finalmente, dedicarse a la literatura y a la docencia de poesía en la Escuela de Escritores Adolfo Torres Portillo de Querétaro, ciudad donde reside desde 1980. Ha publicado Oficios de la luz (1996), Ocupación de la nada (2000), Asuntos personales (2003), Prestigio de estar aquí (2004), Laberinto del cuerpo (2006), Historias (2006) y Muchacha en la playa (2008). Participó en el reciente XI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, en Salamanca, España. Sus poemas, crónicas y reseñas han aparecido en publicaciones como La Jornada Semanal, Periódico de poesía, Acento Cultural y Crítica. Fue becario del Programa de estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico (2005-2006) y del Centro de Estudios Cervantinos, con el proyecto Pasión por el Quijote. Aparece en la antología El huerto magnífico de todos (Salamanca, 2008).
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