Hace algunos años, con ocasión de una Cumbre Iberoamericana, tuve el placer de escribir algunos párrafos para poner en su sitio a un Azno que se atrevió a faltarle al respeto a un Jefe de Estado latinoamericano.
Hoy, con ocasión de la carta colectiva que el mismo Azno ha coordinado con una pequeña manada de ex-Presidentes de América Latina para pedirle ayuda a Míster Obama en la preparación de nuevos golpes de estado en la región, me complace reciclar ese texto y proclamar ante el mundo esta verdad revolucionaria: un Azno y un Asno son dos bichos completamente diferentes.
Veo que algunos lectores miran para acá con cara de no entender nada. Será que no me conocen. Yo soy el burro Pantxo, apellidado El Orejón, muy amigo de don Carlos Vidales. Los que tienen acceso a Internet ya me han visto por ahí, porque yo mando mis rebuznos electrónicos a toda la galaxia, gracias a que don Carlos me presta su ordenador para que yo imparta clases de historia a los curiosos de todas las latitudes. Yo participé en la conquista de América, cargando todo lo que se robaban los señores conquistadores, aunque a la hora del reparto solo me dieron palos. Estuve después trabajando con unos indios en las minas de plata del cerro Potosí. Más tarde me enrolé en los ejércitos libertadores y ayudé a mi general Bolívar a transportar fusiles para echarle bala y plomo a los señores chapetones. Pasadas unas décadas, me alistaron a la fuerza para unas guerras civiles, que es la manera más civilizada que tienen vuestras mercedes para discutir sus diferencias ideológicas. Y para qué seguir. Me ha tocado bailar en todos los bailes y casi siempre me ha tocado bailar con la más fea, excepto cuando trabajé con don Vasco Núñez de Balboa, porque entonces bailé con una yegua divina y todavía me tiemblan los huesos del puro recuerdo.
Pero no estoy aquí para rebuznar historias a los amigos de don Carlos Vidales porque ellos no necesitan lecciones de eso. Estoy aquí porque me indigna y me repugna que algunos ignorantes se hayan puesto a vociferar que el Azno es un burro. Dicen, los muy atrevidos, que la conducta de este sujeto organizando cartas de ex-presidentes cabrones para Míster Obama, es la conducta de un asno. Y eso es una infamia y una horrible falta de respeto contra los burros, que somos animalitos trabajadores, inteligentes y generosos.
Es la hora, pues, de poner enérgicamente los puntos sobre las íes y de enseñarle a algunas bestias bípedas cuál es la diferencia entre un Asno y un Azno.
Primero: ningún Asno, en toda la extensión del universo infinito, es amigo de don Mario Vargas Llosa. Los burros solamente trabamos amistad con los Idiotas Perfectos, o sea con los que rechazan las injusticias. Además, don Mario es un señor muy fino y no se rebaja a tratar con burros. El Azno, en cambio vive enamorado del Insigne Escribidor. Se dice, incluso, que éste le está enseñando a leer. Tal para cual.
Segundo: el Asno es un animal de cuatro patas (todas, largas hasta el suelo), con las orejas largas y algo más, todo forrado de cuero por fuera y de dignidad proletaria por dentro. El Azno, en cambio, es un bípedo facistoide postfranquista, tonto por fuera y por dentro, con una superficialidad muy profunda, sin fondo. Vuestras mercedes harán el favor de entender lo que quiero decir.
Tercero: si un Asno fuera invitado a escribir una carta colectiva de expresidentes a don Obama, les enseñaría a todos esos señores ex-Jefes de Estado cómo se debe rebuznar con originalidad y honradez, en favor del pueblo trabajador. Un Asno diría que volver a la época de los golpes de estado es una imbecilidad mayúscula. En cambio, cuando un Azno se dirige al nuevo presidente norteamericano, repite solamente las idioteces que le soplan al oído los vampiros y sanguijuelas que viven chupando la sangre del pueblo y pide nuevos sátrapas, nuevos Pinochets, nuevos Videlas, nuevos Somozas. Como se sabe, esos parásitos siempre tienen algún Azno que les sirve de alcahueta o celestina o, como en este caso, de cortesana bigotuda.
Cuarto: un Asno es un animalito que se ha pasado la vida trabajando desde los tiempos de Adán y Eva y que nunca ha sido comensal en las mesas de los tiranos. Un Azno, en cambio, es un sujeto que ha vivido a la sombra de Franco, Caudillo por la Gracia de Dios y por la Desgracia de España, cabalgando sobre el sufrimiento del pueblo español, y que ahora pretende aparecer como un apóstol de la "democracia". O sea, para decirlo con palabras más sencillas, un Asno es un amigo y camarada del compañero Jesucristo, mientras que un Azno es un lacayo de los Escribas y Fariseos hipócritas.
A ver si nos entendemos. Un Asno es un burro y un Azno es un tipo incalificable. Un Asno es de la estirpe gloriosa de los trabajadores que construyeron las pirámides de Egipto. En cambio, un Azno es del linaje vergonzoso de los que administraron la esclavitud de los trabajadores, para mayor comodidad del Faraón Parásito Mayor.
Un Asno es un mamífero cuadrúpedo de bellos ojos inocentes, vegetariano, de sanas costumbres, carente de ambiciones, que nunca jamás le hace mal a nadie y que nunca corre en busca de gloria, dinero o posición social, porque en su profunda sabiduría sabe que todos nos vamos a morir alguna vez y que no tiene sentido acumular lo que uno no se puede llevar a la tumba. Un Azno, en cambio, es un político burgués.
Si un loco asesina al pobre señor Rabin, como en efecto lo hizo (solamente porque quería la paz con sus vecinos) y los periodistas le preguntan al Azno su opinión sobre esto, el Azno responde, como en efecto lo hizo: "Bueno, le tocó a él. Yo tuve más suerte, je, je". El Asno, en cambio, no responde nada, porque los periodistas, en su infinita sabiduría, prefieren dejarlo tranquilo.
Si los Estados Unidos aplican una ley maldita contra todo un pueblo y todo el universo de las naciones dice que eso va contra el Derecho Internacional, un Asno rebuznará que el universo de las naciones tiene la razón y que los Estados Unidos están equivocados. Un Azno, en cambio, dirá que el universo no vale nada y que lo único que vale es la voz del odio y el rencor.
Un Asno, que vio y vivió la conquista, la colonia y la independencia de América, dirá que ya es hora de que España aprenda a tener una política de fraternidad y amistad con las naciones y pueblos de habla castellana. Un Azno, en cambio, dirá que España tiene que volver a los tiempos del Imperio y en consecuencia impartirá órdenes imperiales a los Jefes y ex-Jefes de Estado latinoamericanos. Y habrá cretinos que le obedezcan.
A ver si nos entendemos. Un Asno es un producto de la naturaleza. Un Azno es un engendro de la Falange.
Y vean, lean y entiendan: cuando un Asno tiene que improvisar un rebuzno, simplemente improvisa un rebuzno estrepitoso y las paredes tiemblan y se caen los muros de Jericó y a los enemigos se les caen los calzones del miedo. En cambio, cuando un Azno tiene que improvisar un discurso, se va a su casa y se reúne con sus asesores y ellos le escriben un discurso, y al día siguiente él se planta ante los micrófonos y lee su discurso "improvisado" escrito a máquina por otros, y lo lee mal, a tropezones, y se caen de risa las personas decentes y los burros, y él no se da cuenta.
Un Azno, tonto y grave, invoca a cada rato la "Democracia" para santificar sus cochinadas políticas. Un Asno, en cambio, sabe por experiencia propia que la "Democracia" fue un sistema que se inventaron los griegos esclavistas para repartirse entre ellos el poder sobre los esclavos y los burros.
Un Asno es el honrado animalito que ayudó a José, a María y a su hijo recién nacido a huir a Egipto, corriendo mil riesgos, cuando el rey Herodes había dado la orden de matar a todos los niños inocentes, porque un Escribidor de la época había dicho que estaba por nacer un Idiota Perfecto, o sea, un luchador contra las injusticias. Un Azno, en cambio, es el lacayo incalificable que, desde los tiempos de Roma hasta hoy, recorre las provincias del imperio para concertar acuerdos de reyezuelos y ex-gobernadores serviles en contra de los pueblos que se alzan contra la opresión y la ignominia.
Después de estos rebuznos aclaratorios, espero sinceramente que no vuelvan a cometer la barbaridad de confundir un Asno con un Azno. Y termino aquí, porque don Carlos Vidales dice que necesita su ordenador para escribir no sé que tontería.
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