Simón. Admito que soy fanático de cuanto aparato electrónico aparece en los comercios. Las maravillas técnicas me fascinan, especialmente el asiento con calefacción en los nuevos coches. Sin embargo, la aplicación de las nuevas técnicas para beneficiar a sólo unos pocos, me pone furioso.
Desde hace unos pocos meses comenzó a extenderse como peste un nuevo sistema de cobro en los supermercados suecos -e imagino que también en otros países- sin que los desprevenidos -¿inconcientes?- empleados protesten siquiera.
Ahora el cliente debe llegar a una caja automática, pasar la mercadería por el escaner y pagar a una máquina, sea con dinero en efectivo o tarjeta, el importe de los adquirido. En algunos supermercados un solo empleado vigila 6 cajas. Se da el extremo de que ese mismo empleado convoca a los clientes a usar ese sistema -que no servicio- sin tener en cuenta que está fomentando el despido de cinco de sus compañeros.
Algunos clientes consideran que es una manera efectiva para salir más rápido del supermercado.
Sin embargo, como cliente, me niego a realizar una tarea que no me corresponde y que además estoy pagando en el precio del producto adquirido. Podría admitir que se generalizará este nuevo sistema si por un lado, los cajeros desplazados obtengan otro trabajo, y si los productos que pasen por este sistema reciban una rebaja de precio.
Cuando compramos cualquier artículo en un supermercado, tienda, etc., además del producto en sí, estamos pagando los sueldos de los empleados, el seguro de la empresa, sus gastos de publicidad, las cámaras de vigilancia, las pérdidas por hurto, etc. Cada vez que la tienda o supermercado obliga a sus clientes a asumir estos gastos, ya sea con el nuevo sistema de autocobro, u obligándonos a pagar por dejar bolsos y carteras en un armario al que también debemos pagar, está recibiendo una ganancia extra.
Los dueños de los supermercados nos meten las manos en los bolsillos de muchas maneras y nadie protesta. Debemos pagar por las bolsas de plástico con su publicidad a un precio extravagante, ahora cuesta 2,50 coronas cada bolsita de 10 gramos, es decir que pagamos 250 coronas el kilo.
También debemos pagar para dejar las carteras, mochilas o bolsos, antes de entrar. En algunos lugares hasta 5 coronas. Se supone que la seguridad y el seguro por posibles hurtos, ya está incluído en el precio de la mercancia, además de que se trata de una responsabilidad del supermercado. El cliente no debería pagar extra por ello.
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