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Aznar y los vuelos de la CIA

 
España tiene problemas para revisar su historia. Hace un par de semanas, el juez Baltasar Garzón -que se anota en todo juicio con posibilidades de aparecer en la portada de los diarios- decidió abandonar la investigación sobre los desaparecidos en España durante la guerra civil y después del triunfo del general Francisco Franco.

Ahora, el gobierno socialista no encuentra en los archivos los documentos del ex gobierno del derechista José María Aznar en que se autorizaban las escalas en aeropuertos y en bases norteamericanas en territorio español de los aviones de la CIA transportando secretamente prisioneros hacia cárceles de la base norteamericana en Guantánamo y de otros países.


Se trata del traslado ilegal y clandestino de detenidos en la "guerra antiterrorista" de Bush, investigado tiempo atrás por una comisión del Parlamento Europeo que documentó las evidencias de los vuelos y que también lamentó la poca colaboración de los gobiernos involucrados con la investigación. El plenario del Parlamento Europeo condenó la acción y posteriormente algunos gobiernos declararon que se preocuparían de establecer normas para impedir la repetición de esos hechos.


Curiosamente, el juez Garzón tan atento a todo lo que pueda ser usado mediáticamente, no ha anunciado ninguna investigación sobre esta presunta violación de las leyes españoles del ex presidente del gobierno.
Según reveló la prensa española, ya en enero de 2002, apenas concluida la invasión a Afganistán, y más de un año antes de la guerra en Irak, la Embajada de Estados Unidos en Madrid solicitó al entonces gobierno del Partido Popular, encabezado por Aznar, autorización para usar aeropuertos españoles en escalas de vuelos secretos con traslado de prisioneros, sospechosos de terrorismo, según la jerga norteamericana. La prensa reveló el documento "ultrasecreto" que debería estar en los archivos del gobierno español, y tiene la versión del redactor de la respuesta española. El ministro de Defensa de la época rechazó la posibilidad ofrecida por los diarios de desmentir la noticia, y el Ministerio de Defensa sostienen que no existe constancia de ese documento en ninguno de sus archivos, aunque admite que faltan documentos con anterioridad a 2005.
Tanto el gobierno de Estados Unidos como el de España aseguran que los vuelos de los aviones de la CIA que hicieron escala en los aeropuertos españoles, no trasladaban prisioneros.


Aznar, agradecido de que le hubieran permitido salir en la foto tomada en la reunión de la isla de Azores junto a George W.Bush y Tony Blair, donde se hizo el anuncio de la invasión a Irak sin autorización de Naciones Unidas, fue naturalmente un comedido colaborador con los vuelos secretos norteamericanos.
Un mes antes de la invasión a Irak, su gobierno firmó la renovación de un convenio de colaboración militar con Estados Unidos. Hasta entonces cada mes se actualizaba la autorización genérica para el ingreso de aviones norteamericanos al país. Con el nuevo convenio, la autorización pasó a hacerse cada 3 meses, facilitándose así las operaciones de los aviones militares norteamericanos y de la CIA por los cielos de Europa.


Hasta ahora el pequeño José María tan locuaz habitualmente, se ha mantenido en silencio, pero es probable que no le importe demasiado. Porque se cree un cruzado impune en la defensa de los intereses más reaccionarios y neocolonialistas a nivel internacional, que incluye obviamente su conocida devoción por ser más yanqui que los mismos yanquis.


Y ese desaforado servilismo de Aznar por satisfacer a Estados Unidos, o mejor dicho a la clase dominante de ese país, está documentado en su ferviente respaldo a la guerra en Irak; también en su indisimulado apoyo a los golpistas venezolanos en abril de 2002; en su permanente furibunda propagandística contra los gobiernos progresistas en América Latina; en su inquisorial fobia contra el islamismo que lo lleva a sostener que existe una guerra de culturas desde hace siglos y que España lo sabe muy bien desde el tiempo de la lucha contra los moros& Y por último, hasta en el ridículo afán de Aznar de obtener a cualquier precio una medalla del Congreso de Estados Unidos. Que lo llevó a pagar casi un millón de euros a una oficina de abogados en Washington para que hicieran lobby para así conseguir los votos necesarios para al fin darse el gusto de tener la medalla norteamericana.


La confirmación de la complicidad de Aznar con los vuelos secretos de la CIA -que en cualquier legislación se definiría como una práctica de secuestro- debería permitir la apertura de una investigación que lo llevara a enfrentar la justicia. Pero seguramente nadie va a tener el valor político de juzgarlo bajo los cargos de secuestrador y genocida, porque pertenece a la clase política de una de las "grandes democracias occidentales". Otra cosa sería si Aznar hubiera ocupado igual investidura en algún país de segunda clase, de Africa o haber gobernado en la ex-Yugoslavia.



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