Por Juan Cameron ¿Porqué el título de esta nueva entrega de Infante? se pregunta el lector. Las hordas esparcidas por el mundo y por el tiempo a causa del monstruo de un solo ojo que ocupara y copara el territorio original, o la ceguera de la propia memoria para reconstruir los rostros difuminados en el tiempo en su exacto valor -y a pesar de la ideología- pueden señalar al más curioso las claves de esta novela, bien lograda y con una verosímil narración, del conocido poeta chileno.
Una buena oportunidad de rencuentro y de recuerdo significó a presentación de la primera novela editada, más no escrita, del estocolmeño Sergio Infante, durante el desarrollo de la vigésimo octava Feria del Libro de Santiago. El acto tuvo lugar en el espacio de la antigua Estación Mapocho, el martes 4 de noviembre reciente y estuvo a cargo de Fernando Sáez, Teresa Calderón y Manuel Alcides Jofré. A la presencia de varios amigos, entre ellos Sergio Badilla y el artista plástico Juan Castillo, quien ilustró la portada, se sumó la de muchos habitantes de la antigua Svea, quienes se dieron cita en la Sala Acario Cotapos del espacio de convenciones.
La poeta Teresa Calderón se refirió en cálidas y emotivas palabras tanto a la importancia del acto y de obra presentada, como a los amigos de allá, a los encuentros habidos en el país del norte y a sus visitas, junto al poeta Tomás Harris -su compañero- que en buena medida consiguieron establecer lazos permanentes entre los escritores de ambos lados del océano durante el exilio chileno. Los nombres de Stig Björkman, Sun Axelsson y del recientemente fallecido Carlos Geywitz fueron mencionados por la presentadora al leer parte de la nota que Pancho Pérez, ex malmense criollo, publicara en una página virtual.
Con todo es preciso referirse a la obra; puesto que estos hechos, cuando de una novela se trata, resultan vanos, extraliterarios y no pueden conducirnos a una lectura eficaz. Puesto que Infante, conocido como poeta, demuestra en Los rebaños del cíclope, un desarrollado oficio narrativo que es preciso revisar y destacar.
La anécdota, presentada por Editorial Catalonia en un voluminoso ejemplar de casi 290 páginas, está cruzada por la historia reciente del país y por la cuestión del exilio; pero no son aquellos los motivos principales aunque, como bien se comprende, determinan tanto a la novela como a sus personajes, a la cronología propuesta. Reñasco, quien vive en el país de su destierro -hoy su tierra- vuelve a la antigua patria con el encargo de redactar el catálogo del pintor Santiago Ximénez, muerto ya hace una década. La revisión de sus hechos y la de los otros protagonistas se entrecruza y vincula en un tiempo narrativo que no es único; pero que va construyendo la imagen al ensamblar las piezas del tablero mosaico.
En esta narración los apuntes del hablante a pie de página rescatan la memoria de las obras para una supuesta exposición que deberá, después de avatares y tiempo transcurridos, ubicar en un presente este retrato inmaterial que, por el momento, parece difuso, fragmentado, cuando no desaparecido en forma definitiva. Por otro lado, estas notas al pie reconstruyen la sombra del artista y nos muestran a un sujeto irónico -cuando no burlón- que ha descendido en la escala social gracias al arte y a las consecuencias que esta actividad implica. Y señalan, también, a un pintor capaz de reproducir, y también de reconstruir un pastiche o una parodia a partir de las piezas con mayor significación "patriótica" en la pinacoteca nacional. Es claro, además, que el escritor posee amplios conocimientos y estudios en artes plásticas, principalmente en las áreas de pintura y grabado.
Tal como anunciara la poeta Calderón, la tercera sección de Los rebaños del cíclope, llamada Una vida ¿otras vidas?, es -en su más de un centenar de páginas- una obra de alto nivel. Si separamos esta nouvelle del resto del trabajo podría con facilidad sostenerse a si misma. El descuidado lector podría suponer que estamos ante un escritor capitalino de pura cepa y residencia. La imagen proyectada por sus líneas evoca la arquitectura del centro de la ciudad, el escenario donde transcurre la novelística del 50 y el 70, ese Chile ya perdido en una vieja postal de la República. Aquellos rostros olvidados y que vagan sin trazos pues "simplemente carecen de rasgos, y uno al mirarlos debe mirar ese vacío" (nota 14) conforman ese anunciado gran número de personajes frente a nuestra visión ya casi sesgada por el tiempo y las ideologías. E indican al lector, más allá de la interpretación del mito, una de las claves para acceder a su título.
Este trabajo, más allá de la subjetiva visión ya señalada, nos muestra otra faceta de Infante; un aspecto difícil de aislar del poeta estocolmense, del profesor e impulsador cultural y del investigador conocido en ciertas instancias específicas. Porque de pronto se nos aparece con una novela bajo el brazo; pero que no es cualquier novela. El autor ha estado trabajando la prosa durante años y este oficio, que hoy aparece como nuevo, viene cargado de recursos y con una estructura particular que, al mismo tiempo, hace grata su lectura. Pero, el mérito mayor tal vez sea la verosimilitud de lo narrado. Quien no conoce a Sergio Infante puede suponer un intento de justificación autobiográfica ya sea ética y existencial -si bien algunas historias puedan tener origen en ese territorio- así como la necesidad de trabajar con el retrato de algunos conocidos disimulados bajo nombres supuestos. No es así. Se trata de una novela escrita con esa intención: la de crear un nuevo escenario para el lector y construir un mundo distinto al real por el puro e incontrolable placer de la escritura.
Sergio Infante Reñasco nació en Santiago de Chile, en 1947. Es uno de los creadores del grupo literario Taller, junto a Sergio Badilla, Carlos Geywitz y Adrián Santini, experiencia gestadora y de singular importancia en el exilio escandinavo. Doctor en Literaturas Hispánicas, es académico titular del Departamento de Español, Portugués y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo, ciudad donde reside a partir de 1975. Ha publicado los poemarios Abismos grises (Santiago, 1967), Sobre exilios/ Om exilen (Estocolmo, 1979), Retrato de época (Estocolmo, 1982), El amor de los parias (Santiago 1990) y La del alba sería (Santiago, 2002)
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