por Juan Cameron. La poeta chilena anduvo por Valparaíso, a mediados de octubre, e inauguró la grabación de una serie de entrevistas en televisión por cable, Entrepoetas, para la productora Ancares. En esta oportunidad conversó sobre su libro más reciente, En nombre de ninguna, en cuyo texto desarrolla los ejes de su escritura, la pasión amorosa, el sentido de justicia y el discurso en pro de la igualdad.
La poeta ancuditana se hizo conocida en la década de los ochentas, como estudiante de Castellano en la Universidad Austral de Chile. Allí, en compañía de varios hoy reconocidos colegas en el oficio, participa en la fundación del grupo Índice y en la edición de algunos números aparecidos bajo ese sello. Con anterioridad se le sindicaba como miembro del grupo Chaicura, de su natal Ancud, dirigido por Mario Contreras Vega. Aunque muchos la señalan como formada en Aumen, de Castro, un núcleo iniciado en la Isla de Chiloé por el actual antropólogo Renato Cárdenas junto a otra colega isleña y continuado, magníficamente por lo demás, por el poeta Carlos Alberto Trujillo, quien en la actualidad desarrolla su magisterio en una universidad norteamericana. Aumen se formó durante la infame década del setenta, cuando Cárdenas debió retornar a Chiloé, como reflejo del grupo y revista Chaski, que había creado en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile en Valparaíso y en la que participaban varios de los actuales rostros de esta región costera.
En los primeros de libros de la autora sureña prime la pasión, la búsqueda y, al parecer, el encuentro definitivo con su Ganímedes. De intensa significación y con una proyección semántica que traspasa el territorio de la obviedad, esta poesía preferencia, con todo, lo fónico, el sonido del juego, la brillante armonía juvenil que, con atrevimiento, propone planos y paralelismos cargados de gracia: "Y hay por fin,/ las malas ovejas descarriadas./ Para ellas y por ellas/ son las escondidas raíces/ y los mejores y más deliciosos pastos".
A Rosabetty se le vio por primera vez en público en un encuentro habido en Temuco, en 1981. Asistió junto, a otros desconocidos de entonces con el poeta mapuche Elikura Chihuailaf, en calidad de meros oyentes, a compartir con los consagrados de entonces. Por allí andaban los jóvenes Nelson Vásquez y Hugo Alister con Jorge Teillier, Martín Cerda y Steven White, quien venía por segunda o tercera vez a Chile, luego de haber reporteado la caída de Managua, a trabajar en su antología Poets of Chile.
La preocupación por el discurso de la mujer, expresado en ella más como una cuestión de justicia que de simple ideología o género, comienza a vislumbrarse en su tercer libro, Hijos. Pero en esta lectura, como en toda la obra de la escritora chilota, debe observarse con cuidado los símiles de significación. La isla, como madre productora es, muchas veces, metáfora de la mujer. La explotación de la tierra y la injusticia humana también son elementos de una misma raíz y, por otro lado, el afecto familiar nacido del mismo título, puede del mismo modo conducir a equívocos. En ella siempre se trata de algo mayor, una realidad distinta a la que describe pero que envuelve en su -tal vez también aparente- ternura: "navajuelas machos y hembras,/ cangrejos, cochayuyos, hasta piedras/ guardaré./ Para contarte de la isla,/ como era antes de los depredadores".
Esta puesta en escena de sus reivindicaciones es continuado en Baile de señoritas y en La Santa, libros señeros para el discurso de ubicación social de la mujer y que instalan su figura heroica en la construcción del entorno. Ya la escena se sitúa casi exclusivamente en su paisaje isleño y continental donde aquella acuna a la historia a pura fuerza y voluntad. Se trata de hembras desdentadas o triunfantes que desean ser mujeres a la orilla del fuego o en cualquier lugar de las Guaitecas.
Con su familia y durante una larga temporada reside en la hoy destruida ciudad de Chaitén. Su esposo tiene un cargo político y ella es profesora en el liceo local. Allí crecen sus hijos y de ese paisaje guarda un fuerte recuerdo. Algo intuye la poeta por entonces. Siempre ocurre así; la singular portada de La nueva novela, el libro de Juan Luis Martínez, también muestran una casas arrastradas por el río. Los títulos de sus trabajos, publicados años después por LOM, en Santiago de Chile, son significativos. Sombras en El Rosselot y Ratada, nos cuentan algo de la historia posterior a su escritura.
Ambos proyectos apuntan a la crítica de la sociedad en que vive. El primero se refiere a un prostíbulo chaitenino al que la autora bautiza, en sus páginas, con el nombre de un pecaminoso sector de Puerto Montt. Todos pasan por esas habitaciones. El segundo menciona la decadencia en sentido moral y apocalíptico bajo la imagen de una invasión de ratas que, cercadas por la hambruna, asaltan la ciudad. Hoy las imágenes transmitidas por la televisión son claras: la ciudad se ha quebrado en dos; el río arrastró gran parte de ella. "Primero fue una trizadura/ en el mundo conocido./ Y luego el hueso expuesto/ la sangre detenida,/ cadáveres sosteniendo/ pocillos de cloro/ en el hueco de la mano" anunciaba la poeta.
En nombre de ninguna, entregado con elegante artesanía por Ediciones Kultrún de Valdivia, a mediados de este año, se hizo posible gracias al apoyo del Gobierno Regional de Los Lagos. En esta publicación Rosabetty Muñoz juega nuevamente con las imágenes del mundo femenino -o de lo que se cree de él- y de la infancia, para arrastrarlas violentamente a la realidad. No concede en su vocabulario ni permite tampoco a la candorosa buena voluntad ocultarla. Las muñecas quebradas o abortadas, los juguetes perdidos o los fetos arrojados a los basurales pertenecen al mismo espectro. De lo que se trata, en definitiva, es del abandono y de la corrupción humana. Después de todo, "El nacimiento fue un breve paso./ En vuelo rasante pasó a recoger/ un gesto de amor cualquiera/ y dejó una cicatriz/ esta línea finísima en el útero".
Rosabetty Muñoz nació en Ancud, Chiloé, en 1960. Ha publicado Canto de una oveja del rebaño (1981), En lugar de morir (1987), Hijos (1991), Baile de señoritas (1994), La Santa (1998), Sombras en el Rosselot (2002), Ratada (2005) y En nombre de ninguna (2008)
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