Ernesto Joaniquina. La presencia del poeta y ex-ministro de Cultura de Nicaragua, Ernesto Cardenal en la Feria del Libro y Bibliotecas de Gotemburgo en su vigésima cuarta edición que tuvo lugar del 25 hasta el 28 de septiembre, fue quizás para la colectividad latinoamericana la figura más sobresaliente del conglomerado de editores, escritores e invitados especial del evento.
La Feria del Libro y Bibliotecas de Gotemburgo en su vigésima cuarta edición, tuvo lugar del 25 hasta el 28 de septiembre pasados. En el evento participaron más de 950 expositores del libro y se dedicó a Lituania esta feria que contó con invitados y consagrados panelistas de la cultura y la literatura contemporánea, y la participación de 1200 periodistas que cubrieron el evento.
Entre estos invitados a la Feria estuvo presente el poeta y ex-ministro de Cultura de Nicaragua, Ernesto Cardenal. A quien encontramos en el espacio de conferencias destinado a la poesía, con un jubón caribeño de un impoluto blanco afín a su barba y cana cabellera, de escasa estatura pero de dimensiones humanas, un amor desenfrenado hacia su Nicaragua que le cantó desde siempre con esos versos encendidos como los volcanes activos de su tierra. De esa tierra nacen sus poesías, animadas siempre por el amor, el compromiso por la justicia y la opción por los pobres. Al influjo de la mística del cristianismo del monje trapense Thomas Merton, que Cardenal conoció en la comunidad de Gethsemany en Kentucky, Estados Unidos, en la década de los cincuenta.
De esa concepción primigenia del amor, Cardenal leyó en la Feria uno de sus primeros poemas:
EPIGRAMA
Al perderte yo a ti,
tú y yo hemos perdido:
yo, porque tú eras
lo que yo más amaba,
y tú, porque yo era
el que te amaba más.
Pero de nosotros dos,
tú pierdes más que yo:
porque yo podré
amar a otras
como te amaba a ti,
pero a ti nadie te amará
como te amaba yo.
Muchachas que algún día
leaís emocionadas estos versos
Y soñéis con un poeta
Sabed que yo los hice
para una como vosotras
y que fue en vano.
Cardenal, sencillo y sugestivo como esas acacias silvestres que adornan en la frondosidad de su Nicaragua, frente al público y de ese resuello que se le percibía salió una
voz estentórea y con ese dejo singular de los hijos de Sandino justificó su opción por los desheredados y pobres de la tierra al tomar esta alegoría: "Se descubrió un contrabando de loras que iba a salir de Nicaragua. Las llevaban a Estados Unidos (&). Eran 186 loras, habían muerto 47 en las jaulas (&) las demás las devolvieron al lugar donde las habían tomado (&) cuando el camión se iba acercando a las montañas (&) las loras comenzaron agitarse en las jaulas, a batir sus alas, a quererse salir, sintiendo ellas que llegaban a su lugar y cuando las soltaron todas se fueron como flechas hacia sus montañas. Pues yo siento que así nos ha pasado a nosotros. Cuarenta y siete loras habían muerto. También nosotros, los que hemos quedado vivos, hemos recuperado nuestra tierra, nuestras montañas, como esas loras, que estaban siendo condenadas (&)".
A primera vista parecería como si el tiempo se había estancado, y pese a verse algo cansado por los años encima, su imagen era la misma que en los tiempos de las luchas por la liberación o cuando festejaba el 19 de julio de 1979 día de la victoria de la revolución en las calles de Managua. Pero notamos también en su aspecto que mucha agua había corrido bajo el puente de su historia personal y la propia de Nicaragua, estos relatos los transcribe en sus memorias "Vida Perdida" (1999), "Las ínsulas extrañas" (2002) y "La revolución perdida" (2004).
Pese a su alejamiento en 1994 del FSLN por ese verticalismo en su dirección que Cardenal critica, sigue siendo el sacerdote católico que abraza la Teología de la Liberación junto a Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez, Frei Betto o al jesuita asesinado Ignacio Illacuría en El Salvador. La tradición fundada por el sacerdote guerrillero colombiano Camilo Torres que cae en combate y deja su frase: "Si Jesús viviera, sería guerrillero".
Una voz como la tantos otros sacerdotes diseminados por nuestra América morena que luchan o resisten como Cristo en el madero, por la defensa de los derechos humanos y la perenne búsqueda de la justicia y la libertad junto a sus pueblos.
Una utopía que presente siempre en la obra de Ernesto Cardenal. Estos seres religiosos muchas veces incomprendidos, condenados y relegados al silencio no sólo por Roma, sino también por el sectarismo de la izquierda, ese mal que nos une en las dictaduras y nos repele en las democracias, sectarismos que acaban con los poetas como Roque Dalton o se enfrascan en cercenar la inspiración creadora de este ruiseñor de pequeña estatura pero de enormes trinos que le canta a su Nicaragua con un gorjeo rebelde.
|