Difícil nos resulta el título de esta recopilación: Los Oníricos y otros cuentos del sueño de la vida. Tal vez un poco exagerado para nuestro pudor -americanos del sur al fin y al cabo- frente al lenguaje. Sin embargo resulta voluptuoso en tanto posee la exhuberancia de esa selva cálida y húmeda de los territorios tabasqueños, chiapane-cos y yucatecos donde el trópico hace de la naturaleza una organi-zada enumeración caótica. Ciprian Cabrera Jasso es natural de aque-llas tierras.

Esta enumeración se refuerza en el escenario descrito por el autor: «y al morir esta se quedó sola en esa casa que daba al río y en cuyo patio me llegué a sentir ardilla, conejo, loro o culebra que se a-rrastraba en la hojarasca», des-cribe en El espejo. Para unas páginas más adelante, en La casa, indicar que «El cansancio nos ha-ce ver elefantes, tigres, jirafas, hombres que cruzan y desapare-cen, bultos misteriosos que se con-vierten en arbustos, tarántulas inmensas que se vuelven nubes perdidas a ras de la tierra». Y ha-cia el final, en El templo en-cantado, vuelve este tropos: «po-díamos ir disfrutando mun paisaje dibujado por sauces, ceibas, naran-jos, mangos y otros árboles más, y también de las personas que nos saludaban desde los pequeños poblados en las riberas».

Cabrera supone que tiempo y espacio van y vienen o se entre-cruzan en silencio y a veces con espectaculares tronaduras. Hay laberintos, pasillos, espejos donde la razón no tiene cabida como en los sueños; pero también en esa falsa realidad que nuestros senti-dos no captan de tan atentos, obe-dientes y disciplinados. Esos pasa-jes secretos, esos hoyos negros como puentes entres tiempos y es-pacios diversos son los pretzels; y existen en el lenguaje de la Física. Y por otro lado encontramos aquí muchos elementos, aquí, propios de los cuentos de terror y de misterio.

Gusta el autor también de explo-rar situaciones terribles, angus-tiantes, propias de la semi vigilia y la oscuridad. Es el caso de la des-vinculación entre la voluntad y la acción, entre la voz y la palabra, en-tre el deseo de actuar y la inmo-vilidad; o la incomunicación, como si acaso habitáramos un mismo espacio pero en sintonías diversas. A lo largo de la obra y en varios textos emerge este recurso, cuya causa es el temor, la catalepsia, la perplejidad, la ensoñación o la pará-lisis; pero siempre resulta in-quietante.

Ciprian Cabrera apunta a este mundo y el otro y, en parte, al puente humano entre ambos cono-cimientos como medio de com-prensión del todo. Pero su recurso no es propiamente iniciático; sino más bien toma los conceptos al pie de la letra, y los desarrolla para go-ce estético del lector, por un lado, pero también para responderse a las preguntas fundamentales sobre el origen, la naturaleza y el destino del individuo. Pero apunta también a este tiempo y al otro. No hay tiempo, hay un puro presente que a veces se confunde. La vida nos repite y qué magnífico descu-brimiento, que alegato contra la supuesto y vanidoso concepto de libertad- está hecha de instantes, de movimientos de ajedrez, de piezas fotográficas: «Debo decir, por último, que aquellos que no saben que la vida está hecha de instantes y que cualquiera de estos te puede cambiar la vida, no han aprendido nada, no han descubierto las trampas, las minas que pueden explotar cuando caminan».

En estas páginas retornamos a los cuentos infantiles, a las leyen-das de campo y a los temores de la infancia como elementos formati-vos de nuestra educación senti-mental. La magia, entonces, tiene cabida aquí para la explicación del entorno. Mundo de ensueño y de sueños es este donde transcurren los días y la existencia. «Dicen que el deseo y el sueño son tan pode-rosos como la poesía y casi lo creo», nos repite, para agregar más adelante «ni el deseo ni el sueño son tan poderosos como la poesía. La palabra es tan fuerte que dicen que el Verbo creó al mundo, o me-jor dicho, el Verbo fue primero».

Lo absurdo, el mundo al revés es otras de sus fuentes; como tomar un cuchillo por el filo y el mismo ejerciucio de desarrollar los dichos populares como guiones. Y hay otros rasgos de intenso y secreto humor entre pares: como el hacer aparecer al escritor Vicente Gómez Montero de personaje; o a si mismo de niño, ya casi a finales de la recopilación.

La presente edición reúne una cuarentena de cuentos, de buena extensión cada uno, que integran cinco de los libros, editados o inédi-tos de este autor. Existen vasos comunicantes entre todos aque-llos. Y el texto que mejor identifica estas características es Personajes ejemplares de Montecristo, un trabajo de extraordinaria sensibili-dad literaria. Ocho cuentos separa-dos relatan la vida y preocupacio-nes de sus próceres locales - gen-tes sencillas, comunes y cargadas de fantasmas- en un escenario real pero desfazado en el tiempo. Mon-tecristo, en tanto localidad, existe. Es un municipio del estado de Cam-peche -o un barrio de la localidad de Campeche, pobre entre los po-bres- en la costa atlántica. Mas no se retrata aquí la ciudad actual. Sus viaductos de tierra, sus costum-bres comerciales y sociales, ubican el escenario a comienzos del siglo XX o, a veces, en los alrededores de 1930 o, para otros ojos lectores, en un tiempo cercano a la década del 50.

Estamos frente a un trabajo cargado de guiños incluso a gran-des obras nuestras. Y la voluptuo-sidad antillana, caribeña o como se llame, se hace carne en las sin-gulares y atractivas páginas del escritor mexicano.
Ciprián Cabrera Jasso nació en Emiliano Zapata, Tabasco, en 1950. Posee estudios de Literatura Ingle-sa en la Universidad de Michigan y de Psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado una treintena de li-bros en poesía, novela, cuento, ensayo, teatro, guías turísticas y otros géneros ocultos. Reside actualmente en Villahermosa, capital de Tabasco.