El pasado 26 de junio se conmemoró el centenario del nacimiento del presidente Salvador Allende.
Es extraordinario constatar cómo su legado político ha podido trascender el tiempo y límpido siga llegando hasta hoy.
No sólo en su Chile natal fue Allende recordado con diferentes actividades. En América Latina y en otras partes del mundo se realizaron en estas semanas actos y conferencias. De la misma manera que miles de artículos periodísticos se adentraron en los detalles de su consecuente vida política, su final heroico en La Moneda, su fidelidad sin desmayos a los pobres de Chile y de América Latina.
Vale la pena recordar en estos tiempos de imposición del olvido de la Historia, que el "compañero presidente" -como él mismo quería que se le llamara- fue ante todo un antimperialista socialista, porque entendía que los cambios sociales para su país, por los que luchó toda la vida, se daban en el marco de una contienda de clases, nacional, latinoamericana y mundial.
En diciembre de 1972 Allende dirigiéndose a la Asamblea General de las Naciones Unidas sostuvo: " El camino revolucionario que Chile está siguiendo, el cambio de la estructura del poder que estamos llevando a cabo, el progresivo papel directivo que en ella asumen los trabajadores, la recuperación nacional de las riquezas básicas, la liberación de nuestra patria de la subordinación a las potencias extranjeras, son la culminación de un largo período de nuestra historia, de esfuerzo por imponer las libertades políticas y sociales, de heroica lucha de varias generaciones de obreros y campesinos por organizarse como fuerza social, para conquistar el poder político y desplazar a los capitalistas del poder económico."
Allí en una extensa exposición Salvador Allende, no sólo denunció la agresión que entonces sufría Chile y su gobierno popular por parte de Estados Unidos, sino que con profundidad analizó los problemas a los que se enfrentaba ya entonces la Humanidad, en un riguroso análisis que mantiene imperecedera vigencia y donde el presidente chileno mostró a nivel universal sus dotes de estadista revolucionario, a la misma altura de lo que el Che y Fidel en ese mismo foro también supieron exponer y denunciar en otros momentos.
Y no se equivocó al señalar el hasta hoy permanente meollo del problema a nivel internacional, cuando dijo: "Saludamos los cambios que traen promesas de paz y de prosperidad para muchos pueblos, pero exigimos que participen de ellas la humanidad entera. Desgraciadamente, estos cambios han beneficiado sólo en grado mezquino al mundo en desarrollo. Éste sigue tan explotado como antes. Distante cada vez más de la civilización del mundo industrializado. Dentro de él bullen nobles aspiraciones y justas rebeldías, que continuarán estallando con fuerza creciente."
Por eso en las luchas actuales de América Latina el legado de Salvador Allende es fuente permanente de inspiración y de ricas enseñanzas, que hoy por hoy están presentes en los procesos más radicales y avanzados que se vienen procesando todavía sólo en algunos países. Y donde gracias a esa rica experiencia, hasta ahora han podido sortear los mortales peligros que ahogaron en sangre y fuego al Chile popular que aún no ha podido renacer. Para hoy impulsar sin titubeos los impostergables cambios sustanciales en favor y con la participación real de los más desposeídos.
De la lucha de ayer que lideró el presidente Allende, aprendieron los venezolanos que las Constituciones burguesas hay que cambiarlas para comenzar a transformar el modelo social y económico heredado; que la unidad de las fuerzas políticas revolucionarias es fundamental; que las fuerzas armadas hay que transformarlas y que el pueblo debe saber defenderse; que los más pobres deben irrumpir y ser sujeto activo del proceso de cambio revolucionario propuesto. Gracias a Allende saben hoy las nuevas generaciones de luchadores bolivianos, ecuatorianos, brasileños y de otros países, que las riquezas naturales hay que nacionalizarlas; que la reforma agraria es impostergable palanca de desarrollo y sustento alimentario; que sin un pueblo alfabetizado, culto y sin buena salud no hay futuro posible.
Como latinoamericanos nunca olvidaremos que gracias al presidente Allende y a su pueblo, Chile fue entonces como nunca antes "asilo contra la opresión"; que estableció fuertes relaciones de hermandad y colaboración con el resto del continente y con países del Tercer Mundo, lo que él recordó en el memorable discurso de la ONU: "Chile no está solo, no ha podido ser aislado ni de América Latina ni del resto del mundo. Por el contrario, ha recibido infinitas muestras de solidaridad y de apoyo. Para derrotar los intentos de crear en torno nuestro un cerco hostil, se conjugaron el creciente repudio al imperialismo, el respeto que merecen los esfuerzos del pueblo chileno y la respuesta a nuestra política de amistad con todas las naciones del mundo."
Por eso Allende no es un hombre del ayer, es de hoy y lo será de siempre.
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