Por Juan Cameron
El teniente coronel René González Barrios relata en esta obra de la contribución de los mambises chilenos que sobresalieron en la independencia de su país. Desde la perseverante gestión de Vicuña MacKenna hasta el testimonio de lucha del capitán Carlos Dublé, íntegramente reproducido aquí, el volumen resalta la abnegación y el arrojo de aquellos combatientes nacidos fuera de la patria isleña.
Pocos chilenos están informados de la inmensa contribución que muchos de sus connacionales hicieron a la Independencia de Cuba durante la segunda mitad del siglo XIX. No es materia destacada en la historia oficial y el tema resulta hoy, en el sureño país, tan ignorado como la batalla de Cuito Cuanavale.
El abogado e historiador chileno Benjamín Vicuña MacKenna (1831-1886) fue uno de los más ardientes promotores por la independencia de la isla caribeña. La prepotente actitud de la corona española, cuyo imperio comenzaba ya a desmoronarse, había bloqueado el puerto de Valparaíso para, finalmente, bombardearlo el 31 de marzo de 1866. La intervención chilena en pro de la emancipación de Cuba y Puerto Rico no era ajena al conflicto; se había iniciado bajo el gobierno de José Joaquín Pérez, quien envió -en 1865- a Vicuña a Nueva York para tantear el terreno y reunir hombres y armas. Mas pronto, el 12 de mayo del mismo año, se le notifica del término de su tarea. De esta experiencia nace su obra, en dos tomos, Diez meses de misión a los Estados Unidos como agente confidencial de Chile.
A consecuencia de la actividad del político chileno el grito de Yara de ¡Viva Cuba Libre! -lanzado por Carlos Manuel de Céspedes- no ocurre a la sombra del actual emblema patrio. La bandera de Céspedes, enarbolada el 10 de octubre de 1868, se inspira en la chilena; sólo que, para establecer diferencias, el rectángulo superior izquierdo, donde se posa la estrella blanca, es rojo; y el plano inferior azul, invirtiendo los colores de la primera. Por tal razón ambas -la actual, enarbolada por el general venezolano Narciso López en la ciudad de Cárdenas y la de Yara- flamean juntas en los actos oficiales cubanos.
Por otro lado son muchos los combatientes sureños en la Guerra de los Diez Años (1868-1978). Pero no quedan ya registros oficiales sobre sus actividades. Existe sí mayor rinformación acerca de los enrolados en la Guerra del 95. Para entonces la posición oficial en Chile ha cambiado. La Guerra del Pacífico (1879-1883) y la Revolución del 91, que sí fue una guerra civil con dos ejércitos enfrentados, inciden el la gesta cubana de distinta forma. Por un lado no persevera ya una política exterior conjunta con el Perú y, por otro, numerosos uniformados del ejército chileno, tanto oficiales, como suboficiales o tropa, pasan a retiro forzoso. Muchos de aquellos irían a morir en tierra cubana, la mayor parte en combate y otros a causa del cólera, la disenteria o el paludismo..
Dos casos, sin embargo, quedan a buen recaudo en esta narración: el de Pedro Vargas Sotomayor, el "general chileno", y el del capitán Carlos Dublé Alquízar.
No se sabe si Vargas, quien alcanzó el grado de general de brigada en las fuerzas isleñas, fue teniente de la marina o capitán de artillería del ejército en su país. Tampoco está claro si acaso arribó, vía Costa Rica, con el General Maceo en la Goleta Honor. Alguna fuente lo señala, también, como un oficial peruano que ingresa vía Santiago de Cuba en 1895; aun que lo más posible es que hubiera sido enviado por la orden masónica en misión oficial, llegando a la isla en agosto de aquel año.
Pronto se destaca en el combate de Sao del Indio y al mes siguiente de su llegada es designado coronel instructor de la columna invasora. Su extraordinaria campaña concluye en Ceja del Negro, en octubre de ese año, para fallecer, en noviembre, cerca de El Rubí en la provincia de Pinar del Río.
Carlos Dublé había sido funcionario bancario en la nortina Iquique, aunque su casa paterna estaba por aquella época en Antofagasta. Criado, y tal vez nacido en Valparaíso, pertenecía a una familia bastante acomodada. Su obra, En la Manigua, aparecida en las prensas de la casa Universo de esta ciudad portuaria, fue redactada por el periodista Emilio Rodríguez Mendoza. No es solamente la relación de aquella heroica lucha o de la aventurera vida de su protagonista. Sobre todo resulta un documento con valor historiográfico y militar y una fuente indudable para la investigación y la relectura de los hechos. A modo de ejemplo, a pesar de la caballerosa descripción que el autor hace de las fuerzas hispanas, no puede evadirse el lector de la crueldad y del atropello del soldado invasor. El decreto de reconcentración del campesinado en las ciudades, ordenado por Weyler a costa de la hambruna y la miseria, es una buena muestra de ello. Tampoco pasa desapercibida por entonces la intervención norteamericana que, en definitiva, inclinará la balanza contra España: "La guerra iba a terminar, íbamos a volver a nuestra tierra, pero dejando Cuba nó en poder de los cubanos, sino de los norte americanos. Un dejo, una espesa nube de tristeza pasaba en esos instantes por nuestros corazones (sic)".
Chile en la Independencia de Cuba nos entrega -y gracias a la esforzada labor de su Embajador y sus colaboradores en Santiago- una fase casi desconocida de nuestro transcurso. Este debe ser conocido sobreponiéndonos a cualquier compromiso ideológico por tratarse de la historia contemporánea y del rescate de esa insigne figura nacional que fue Benjamín Vicuña MacKenna. Una edición especial, de mil ejemplares para Chile, contribuye a la buena voluntad hacia Cuba, la que, en febrero de 2009, dedicará su Feria del Libro de La Habana a este país.
René González Barrios (1961) es teniente coronel del Ejército Cubano. Ha publicado La inteligencia mambisa (1988 y 1990), El diferendo bilateral entre Cuba y Estados Unidos (1994), Almas sin fronteras/ generales extranjeros en el Ejército Libertador (1996), Los capitanes generales en Cuba 1868-1878 (2000) y Cruzada de libertad: Venezuela por Cuba (2005), además de este Chile en la Independencia de Cuba (2007).
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