inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 13-Junio-2008

A propósito de los salvajes sucesos en Sucre
Ceguera crónica

 
Por Ernesto Joaniquina Hidalgo. En tierras del Sica Sica y Churuquella donde virtualmente sucumbieron chapetones y élites virreinales que nos succionaron hasta tuétano y se alzara sobre la tumba de tiranos el primer grito libertario en el continente. En ese mismo sitial histórico y ciudad de patricios cultos, cae el velo y de súbito todas esas desacertadas entelequias y parafernalias independentistas se esfuman en un santiamén. Esa comedia dantesca que me dejó sin habla, ese racismo latente que aflora como calesita en la ciudad blanca de los cuatro nombres es tan primitiva similar al estado de naturaleza de Thomas Hobbes, tanta tirria y menosprecio a nuestra propia imagen, a esa imagen que subsiste en el mestizaje como hijos de la malinche y donde nadie se salva porque no hay nada en estado puro, excepto la materia bruta.
No lo compruebo pero tal vez haya sido esa la verdadera causa para que nuestra poetisa chuquisaqueña "la ciega" María Josefa Mujía un día en el tiempo haya desistido de ver este mundo de tanta hipocresía y salvajismo.


Elogio a César Brie por su humanidad y valentía en su acertado mensaje de denuncia "Sucre, capital del racismo", sin necesidad de panegíricos, es loable su apoyo. Porque es de esos escasos trabajadores del arte que renuncia a la vanidad individual y a esa su próspera incursión en el Odin Teatret de Dinamarca, para desplegar sus alas al viento y echar vuelo hacia el sur para seguir existiendo y creando en aquella telúrica y silente Yotala andina, al otro extremo de su Buenos Aires que le vio nacer. Desde entonces con esa su acertada fundación "El teatro de los Andes", César Brie es el dramaturgo de los postergados y vilipendiados de estas tierras pues nadie es profeta en su propia tierra, tan universal como sus obras teatrales como aquel testimonio llevada al teatro, "Marcelo Quiroga", obra llena de emoción que nos hizo soltar más de una lágrima discreta por la injusticia cometida en aquel pasaje aciago del fascismo en Bolivia. Hombres como Brie, sensible a las injusticias son los que se manifiestan hoy en día con coraje en contra del racismo que bulle y brota desde el fuero interno de la culta Charcas, lugar donde se mancilló y quemó el poncho variopinto y con éste nuestra deshonra.


Que diminutos y liliputienses somos cuando despreciamos a aquello que nos parecemos, le doy razón a todos los coterráneos que prefieren vagar por el mundo con un puñado de tierra boliviana antes de ser alcanzados por la ignominia e inconsciencia que aún cohabita en la psicosis colectiva boliviana. Secuela de ese colonialismo bárbaro que nos enmaraña como hiedra venenosa. Adolfo Cáceres Romero en su novela "La saga del esclavo" describe acertadamente el crimen y la expoliación en tierras altoperuanas :"(&) se mataba la gente, sin piedad ni remordimiento (&) todavía con furia que les vibraba el pecho, rechinando los dientes (&)".
Como las dos caras de Jano una buena parte de Bolivia censura estos incalificables vejámenes contra el eterno paria del agro, vilipendiado con ese estigma de indio, pero esa otra cara de nuestra Bolivia da espanto porque es tan grotesca como la mentira y porque sigue mirando con los ojos de la inquisición y del reduccionismo antropológico. Amparados en esa crisis institucional de la justicia, donde jueces y fiscales actúan paradójicamente al margen de la ley.

¿Qué hacen las fiscalías de distrito como la de Sucre sobre lo ocurrido el 24 de mayo donde medio mundo miró absorto las humillaciones a civiles? ¿Cuántas causas se abrieron al respecto? Nuevamente se cierne el silencio como omisión, pues son magistrados que forman parte de este esquema que tanto daño le hace a la justicia boliviana.


Estoy convencido que hace falta voluntad política para proscribir el racismo en Bolivia, donde el derecho punitivo también vaya a la par con la educación conciencial y liberadora del pueblo. Unico camino para recuperar esa autoestima nacional, sólo reconociéndonos en aquellos a los cuales los despreciamos lograremos liberarnos de nuestros prejuicios raciales y esas monomanías que nos hacen infelices, se trata de crear conciencia y vernos con los ojos de nuestra realidad para formar así generaciones con sentido crítico como lo registra Paulo Freire en "La pedagogía del oprimido", necesitamos una sociedad con valores y conductas de respeto a los derechos humanos. Sospecho que esta cruzada empieza desde el vientre materno, como ese acertado proverbio que nos sugiere educar a los niños para evitar de castigar a los hombres.


En este momento, viene a mi sustento el recuerdo de aquella sutil estampita pero eternamente generosa que es la madre. Mujeres que habitan haciendo milagros con sus fogones de vida, estas estrellitas fugaces y ligeras de paso por esta vía láctea no conocen tregua ni alivio, nos resguardan del frío ofreciéndonos su manto, nos enseñan a compartir entre fraternos de una sola ración de alimento para aplacar el egoísmo del alma. Son las que muchas veces confiscan su juventud para consagrarse con denuedo a la abnegada tarea de ser madres y arquitectas del futuro, pues nos enseñan a partir el pan en partes iguales y en ser el último sujeto cuando se piensa en los demás. Es ahí, desde el vientre materno donde debemos empezar a reeducarnos, seguidos de un desarrollo integral en la sociedad donde el concierto de instituciones también tenga su responsabilidad para así merecernos una sociedad de iguales. Pienso ahora que no fue nada casual que un día un amigo anónimo agarró una tutuma de chicha y dijo: ¡salud por que la chicha es fraterna y la leche es materna! Estos son los secretos que deberíamos de asimilar.


Si tengo que elegir entre el pasado y el presente, me quedo con el presente para seguir batallando y mejorando el futuro para que todas las tonalidades de colores tengan el derecho a existir. Digo mejorando porque habrá que desterrar el racismo y con éste a una clase política de acaudalados separatistas que aún subsisten en su tozuda caída. Pues uno de estos segregacionistas son como su epíteto voraz, la que lleva su sigla y que sutilmente nuestro dilecto amigo César Brie en aquellas épocas de proselitismo no dudó en cambiarlo con brocha gorda y pintura en mano aquella sigla, adhiriéndola una raya a la "P" y otra a la "D" convirtiéndola así en ROBEMOS, sigla que la utilizan sin ruborizarse en lo absoluto. Porque no sólo se trata de lo pecuniario que es de su especialidad, sino de querer sustraer nuestro futuro con las trifulcas del racismo.



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