Ernesto Tamara.
La globalización de la economía, y del sistema capitalista, fue presentada como una ventaja para el desarrollo de los pueblos, borrando fronteras para el comercio, el tráfico de capitales, estableciendo el supuesto tránsito libre de la mano de obra, y el reparto general de los beneficios.
Una falacia difícil de sostener habida cuenta de los resultados del capitalismo en sus más de 200 años de imposición en la mayoría de los países del mundo.
En pleno auge de este proceso de globalización, que impone al mundo un sistema económico único, los países industrializados, al mismo tiempo que impulsan sus proyectos de integración, alientan y promueven el separatismo y las autonomías en países emergentes. Sin embargo, esa promoción de las autonomías no se aplica al interior de los países desarrolladas, ni siquiera cuando se trata de naciones con identidad propia. Los intentos autonomistas de los vascos en España y Francia han sido cortados con todo el peso del aparato del Estado, hasta ilegalizando las representaciones políticas de los independentistas. Lo mismo en la anexionada isla de Puerto Rico, donde el FBI asesinó el pasado año a uno de los lideres independentistas, o en Canadá, donde los indpendentistas del Quebec fueron prácticamente borrados del mapa, sólo por mencionar algunos ejemplos.
Divide y vencerás es la máxima que impulsa la política imperial, no sólo de Estados Unidos sino también de su socio menor, la Unión Europea. El objetivo, conquistar mercados que se resisten o vencer gobiernos y pueblos que emprenden un camino de desarrollo diferente.
Mientras Europa extiende la Unión Europea, de las 15 naciones iniciales a las 27 actuales, para imponer el poder de sus empresas en los ex países de la órbita soviética, al mismo tiempo impulsan los proyectos separatistas en Rusia, Africa, Asia y América Latina.
Cuando en febrero de este año Kosovo declaró su independencia en forma unilateral, Estados Unidos se apresuró a reconocerla, y poco después casi todos los países de la Unión Europea, con la explicación de que era un fenómeno único y por una sola vez en su territorio.
Así culminaban el proceso de división de los balcanes y el entierro definitivo de la ex Yugoslavia, y ponían como presidente en Kosovo al ex jefe de la banda terrorista que masacraba prisioneros serbios para traficar con sus órganos, según denunció en un libro reciente la ex fiscal del Tribunal Internacional de La Haya, Carla del Ponti.
Pero todos los gobiernos europeos insistieron en señalar que era la última división en Europa, temorosos de que los vascos en España y Francia, los corsos de la isla ocupada por Francia, entre otros, reclamaran el mismo tratamiento.
Pero este celo en establecer que el reconocimiento de Kosovo era único, desaparecía a la hora de definirse sobre procesos separatistas en regiones más alejadas, en naciones donde las empresas europeas o norteamericanas han tenido dificultades para imponerse y controlar sus recursos naturales.
Así podemos repasar el mapa del mundo y comprobar como se incentivan procesos separatistas, que parecen volver a diseñar el mapa de la Edad Media, donde más que países o naciones existían feudos sin más indentidad que el control económico de una zona.
Las últimas estrellas mediáticas de esta desglobalización en la globalización, son Tibet en China y Santa Cruz en Bolivia, aunque se anotan muchas más sin tanta cobertura mediática como la recién renovada autonomía de Zulia en Venezuela.
Dividir para reinar
Después del desmembramiento de lo que fue la Unión Soviética y el poco desarrollo del espacio proruso de la Comunidad de Estados Independientes, en la mayoría de los países resultantes todavía se mantienen procesos separatistas que pretenden dividir aún más las naciones resultantes del debacle soviético.
En muchos de estos procesos separatistas, algunos con cierta indentidad nacional propia, el impulso o las simpatías hacia la independencia están sostentadas en la existencia de recursos naturales, generalmente petróleo o gas, o en el tránsito de los mismos a través de oleductos existentes o por construir.
Siempre, y más en los tiempos modernos, la posibilidad de desarrollo de un país independiente está en la capacidad económica de sustentarse, por lo que en este mundo globalizado las naciones pequeñas quedan a merced de las potencias extranjeras o de empresas multinacionales que manejan presupuestos mayores que el PBI de cada una de ellas.
Sin mucho esfuerzo se puede encontar noticias de intentos separatistas de regiones, o propuestas autonomistas en Rusia, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Kazajistán, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán. Como también noticias sobre producción de hidrocarburos, gas natural, construcción de oleoductos o gasoductos, y de intervención extranjera, directa como construcción de bases militares, agresiones, o financiamiento de grupos opositores al gobierno de turno.
En la región juegan los intereses rusos, China con su enorme necesidad de abastecimiento de energía y materias primas, Estados Unidos y la Unión Europea también buscando el control del gas y petróleo.
Por ejemplo, la empresa BP-Amoco, de capitales norteamericanos y británicos, financió el golpe de estado que instaló al clan Aliyev en el control de Azerbayán, rico centro petrolero y distribuidor de hidrocarburos de la zona de Mar Caspio, tras la división de la URSS. La empresa controla gran parte del oleducto Bakú.Tblissi-Ceyhan y cerca del 80% de la infraestructura petrolera del país.
Ilham Aliyev es el actual presidente del país después de haber heredado el cargo de su padre, Heidar, poco antes de morir a fines de 2003.
En otras regiones del mundo se montan procesos independentistas después de sumir a los países en guerra civiles, provocando masacres y desplazamiento de la millones de personas, o construyendo de hecho territorios controlados por empresas o mercenarios o bandas armadas que trabajan para abastecer a empresas. Por ejemplo en la República Democrática del Congo.
En las provincias del este de Congo Kinshasa, consideradas por la UNESCO reservas ecológicas de gran importancia, se encuentra el 80 % de las reservas mundiales de coltan, material impresindible para la construcción de las baterías de los celulares. Allí han puesto sus ojos, sobretodo en los últimos diez años, las grandes multinacionales: Nokia, Ericsson, Siemens, Sony, Bayer, Intel, Hitachi, IBM y muchas otras. Se han formado en la zona toda una serie de empresas (muchas de ellas "fantasmas") asociadas entre los grandes capitales transnacionales, los gobiernos locales y las fuerzas militares (estatales o "guerrilleras") para la extracción del coltan y de otros minerales como el cobre, el oro y los diamantes industriales.
En esta zona se ha borrado la frontera y operan grupos armados de Rwanda, Uganda y Burundi junto con rebeldes congoleños opositores entre otros. Aqui la "independencia" es de hecho, y el gobierno son los grupos armados que responden a las multinacionales que adquieren el mineral.
Otra zona de atención es Darfur, la provincia de Sudán que limita con Chad y la República Centrafricana. Allí se han concentrado refugiados de los tres países que son víctimas de ataques de rebeldes y del gobierno sudanés. Algunas voces internacionales reclaman establecer a esta provincia como un territorio autónomo controlado por las Naciones Unidas. El gobierno de Sudán y los grupos rebeldes han fracaso en llegar a un acuerdo de paz en una reunión celebrada en Libia a fines del pasado año. No es ajeno al conflicto la producción de petróleo de Sudán, explotado por una empresa china, tras el fracaso de las compañias norteamericanas de hacerse del control de las reservas.
También otras regiones de Africa siguen inestables, con conflictos armados en curso o latentes, donde no están ajenos los intereses económicos de las potencias extranjeras.
En América Latina
Las reivindicaciones de autonomías han sido muy escasas a lo largo de la historia latinoamericana. Desde que las potencias coloniales, España y Portugal fundamentalmente, impusieron a sangre y fuego su poderío en el contiente, la lucha de los pueblos ha sido siempre por la independencia y la unidad. El ideario de los libertadores, a punto de cumplirse 200 años de aquella gesta, era construir una "patria grande" en un sistema federal.
Las oligarquías locales, con respaldo del imperio británico -que buscaban conquistar mercado para sus mercancías en la región- lograron fragmentar el continente, donde se habla prácticamente el mismo idioma desde el sur de los Estados Unidos a Tierra del Fuego.
La historia latinoamericana es quizás el mejor ejemplo de que las oligarquías no tienen patria y sólo responden al capital. Cualquier proceso autonómico o independentista que han emprendido o pretenden impulsar, tiene un sólo objetivo, concentrar poder en una minoría, apoderarse de los recursos naturales y las riquezas de la región.
La independencia latinoamericana del imperio español se logró en una lucha común de todo el continente. Las fuerzas de Simón Bolívar llegaron hasta Chile y Bolivia, las de San Martín llegaron también hasta Chile. Sólo después se impuso la división impulsada por las oligarquías locales.
La codicia de las oligarquías y la influencia de las potencias extranjeras fue consolidando la división del continente, y en muchos casos provocaron guerras para acceder a mercados y/o obtener recursos naturales. La última partición de un país la impuso Estados Unidos para separar lo que hoy es Panamá de Colombia y construir el canal interoceánico.
Ahora, a dos siglos casi del inicio de la primera independencia, y cuando para muchos se comienzan a dar los primeros pasos para la segunda y definitiva independencia, las oligarquías aliadas al imperialismo norteamericano inician procesos divisionistas e incentivan la posibilidad de guerra entre países para frenar ese proceso de unidad e independencia.
Al mismo tiempo que se niega el derecho a la independencia de Puerto Rico, que no tiene un sólo lazo cultural con Estados Unidos que haga considerar por un segundo su integración a ese país, se impone la división y separación de regiones en otras naciones sin ninguna identidad cultural propia.
Los procesos autonomistas en Bolivia de los departamentos de Santa Cruz, Beni, Tarija y Pando sólo están basados en el rechazo de las oligarquías locales a una mejor distribución de la riqueza. Mientras la oligarquía cruceña controlaba el gobierno nacional no realizó ningún planteo autonomista.
Desde que el gobierno de Evo Morales decretó el pago a la pensión a la vejez, financiada con impuestos al gas y petróleo de Santa Cruz, surgió no sólo el rechazo a la medida, sino el planteo de dividir al país. El estatuto autonómico propuesto, reserva al prefecto (gobernador) potestades que en todos los países son potestad del gobierno nacional, como la distribución de tierras, el control de ríos, espacio aéreo, tránsito terrestre, entre otros. Ahora también surge el divisionismo en la patria de Simón Bolívar, el mayor precursor de la unidad latinoamericana.
Sectores del Estado de Zulia, rico en petróleo y en la frontera con Colombia, empiezan a impulsar con renovada energía un proceso autonómico que tuvo al ex embajador norteamericano en Caracas, William Brownfield, como su mentor y promotor.
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