Escribe Simón
Un viejo barbudo escribió, hace muchos años, que la historia transcurre en espiral y que algunos hechos se repiten, pero ya como tragedia o caricatura. En estos días la sociedad italiana se muestra conmocionada por el asesinato de un trabajador gráfico de 29 años, a manos de un banda neo fascista que lo golpeó por negarse a convidar con un cigarrillo.
El resultado de las elecciones en Italia obligan a pensar que la conmoción por estos hechos no alcanza a una gran parte de la población, ya que en muchas ciudades, especialmente en el norte rico, se pronunciaron por los candidatos de derecha y extrema derecha.
El pasado primero de mayo, Nicola Tommasoli, un diseñador gráfico de 29 años fue apaleado por cinco jóvenes neofascistas en el centro histórico de Verona (norte de Italia) tras negarse a darles un cigarrillo y murió días después en el hospital Borgo Trento. La policía ha detenido ya a tres de sus agresores, Raffaele delle Donne, Guglielmo Corsi (ambos de 19 años) y Andrea Vesentini, de 20, que han confesado su participación en el suceso.
Todos formaban parte de un grupo de hinchas ultras del club de fútbol Verona, el Veneto Fronte Skinheads, y habían sido investigados por agresiones racistas.
La detención coincidió con la publicación de un informe policial que revela la existencia de 55.000 jóvenes militantes en grupos radicales de derecha, y la presencia de 65 grupos ultras de inspiración neonazi y neofascista actuando en el país, sobre todo en el norte.
El director de la Policía de Prevención, Carlo De Stefano, definió la ideología común de esas bandas, "Les mueve la violencia en sí misma, contra el que es distinto por color de piel, credo religioso o simplemente manera de vestir". "No tienen valores culturales ni políticos", añadió el jefe antiterrorista italiano, "salvo la discriminación, la xenofobia y el racismo".
Como en la década del 20 del siglo pasado, el fascismo gana adeptos, aunque no tengan un Mussolini agitando desde la tribuna. Ahora son políticos empresarios que visten trajes caros y juegan igual que ayer, con el miedo ante lo desconocido, lo extranjero.
Un ejemplo de ello es el alcalde de Verona, Falvio Tosi, representante de La Liga del Norte que, en 2007, poco después de ser elegido con el 60% de los votos, expulsó a los gitanos de la ciudad alegando que "perturbaban la belleza del casco histórico".
Con semejantes ejemplos no parece extraño la presencia en esa ciudad de bandas neofascistas. Según explicó el fiscal de Verona, Guido Papalia, estos jóvenes salían los sábados por la noche a patrullar la ciudad en "rondas preventivas". Pegaban a inmigrantes de color, a vendedores árabes, a italianos del sur. "Les bastaba encontrar a uno que llevaba el pelo largo y la emprendían a golpes", dijo Papalia.
Y siguieron proliferando con la indulgencia de sus conciudadanos y en algunos casos con el aplauso de otros.
Estos hechos lamentablemente se están repitiendo en otras ciudades de Europa, no sólo Italia, y coinciden con un discurso de los gobiernos contra la inmigración y de fomento del individualismo. Todavía hay tiempo para impedir la repetición de la historia como tragedia o caricatura.
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