inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 09-Mayo-2008

Jugar en serio, de Fernando López de Artieta
Las Meninas según García

 

Por Juan Cameron.
Además de contribuir con un más de buen poema de antología y textos de los más variados estilos y ritmos, el joven creador madrileño -o murciano- entrega a través de su cálido humor una visión desalentadora y nostálgica de esta breve existencia. Trayectoria y premios -además de su lectura- dan cuenta de un oficio de calidad y, desde ya, muy agradable al oído del lector.

Encontrar un poema de antología es un hallazgo halagador y un premio a esa pertinaz lectura de libros al azar. Si uno mira a lo lejos un solitario estante de la biblioteca, sabrá de antemano que allí, escondidos tras los mil o mil doscientos volúmenes que tal mueble acurruca, no más de una cincuentena de poemas integrarán la magnífica antología de los más apreciados textos. Si leer es difícil, más aún lo es el escribir; y casi una excepcional circunstancia el hacerlo mejor.


Por eso, toparse con Las Meninas según Velázquez, de un tal Fernando López de Artieta, es un acontecimiento a destacar. Jugar en serio, como se llama el libro donde tal pieza se exhibe, fue editado por Visor en los años recientes en reconocimiento al VI Premio de Arte Joven de la Comunidad de Madrid. Sostiénese allí, en la contraportada, que Fernando López de Artieta es un joven estudiante de arquitectura nacido en Madrid, en 1983, devoto del siglo de Oro español y ferviente admirador de la bohemia madrileña. El desenfado en el decir, el oficio a destajo, el desparpajo pleno de dominio técnico -sostiénese allí- ha llevado al jurado a proclamarlo por unanimidad , como ganador del certamen. Demasiado parece para un muchacho de veinte años de edad.
Las Meninas según Velázquez es una pieza superior. El recurso de inversión allí puesto en escena hace de la creación de aquella obra maestra una obra de la casualidad. La metonimia implícita indica a los personajes como protagonistas del acto de pintar. Ellos se pintan a sí mismos al entrar en el tablado (en el recuadro) y sorprenden el ojo del artista en plena faena; e infraganti mano y pincel: "Fijaos, por ejemplo, en mi cuadro. Yo andaba/ tan tranquilo en mi estudio, cuando vino de nuevo/ la Infanta a molestarme con su séquito:/ estaban las meninas, Maribárbola/ y Pertisato molestando al perro, /un cura y una monja,/y/ al/ fondo/ José/ Nieto". Los endecasílabos le dan el necesario retrato a tal imagen. Sin duda, un muy logrado poema. Y no menos lo son sus versos finales: "Ya veis,/ el cuadro estaba ahí... yo no hice más/ que traspasarlo a un lienzo".


Pero el juego dentro del juego nos lleva, desde la duda al descubrimiento. El tal López de Artieta no existe. Es más bien un heterónimo del poeta murciano Jaime García-Máiquez al que su creador viste de especiales características y méritos: "Fernando López de Artieta/ nació en el Madrid desértico/ del veinticinco de Julio/ de año mil novecientos/ ochenta y tres..." Se trata de un estudiante que ha estudiado primero Derecho (un ya lugar para demasiados poetas) carrera la que desecha por las letras y por la Arquitectura; de un individuo de buena familia, bohemio y traductor del latín, nada menos. Para García, en una entrevista concedida a Alejandro Luque (El País, Andalucía, 6 de abril de 2005), su novelesco personaje reúne gustos y conductas de un Madrid barroco que mucho gustaba a los bohemios de comienzos del siglo XX, junto a Quevedo, las salidas nocturnas, el Séneca de la Gran Vía "y sus felices poemas en donde se quejaban amargamente de la dureza de la existencia".


Con cierta melancolía y humor de quienes saben de poesía, García logra llegar con facilidad al ojo del lector. Se pasea con facilidad por ritmos y métricas diversas y ocupa La medida de las once sílabas en el momento oportuno: "Me encontraba tan solo aquella noche/ que me pude delante del espejo". Para terminar casi siempre son una observación fresca y oportuna: "Al cabo de muy poco comprendí/ que estaba doblemente solo/ y despeinado".


Jugar en serio supone el relato de un estudiante provinciano que renta un pequeño y central departamento en la capital de España. El piso no es un ejemplo de orden y aseo y la noche le ronda como el fracaso. Se trata de un lector obsesivo y al mismo tiempo desencantado que ya nada busca porque viene de vuelta de todo. En sus cinco cuadernillos, además de un introito y un epílogo, reúne alrededor de cuarenta y cinco piezas que hablan de la experiencia vital y del entorno ciudadano. En la elección de temas la observación resulta la primera fuente. El paseo por la ciudad y los cafetines nutre al presunto autor de materiales e imágenes para su escritura y proporciona, al lector, un escenario urbano contemporáneo y familiar.


Consultado sobre el objetivo de su heterónimo, García cuenta que de su primer libro se vendieron tres ejemplares. Pero que, al ser premiado por la Comunidad de Madrid y publicado por Visor, le ha abierto las puertas en todo el país. Después de todo Fernando López de Artieta, a diferencia suya, es un triunfador, un poeta joven y, además, un brillante arquitecto pues -es de suponer- en algún momento de esta historia y, a pesar de su descarriada existencia, obtuvo su título profesional. Tal lo más apropiado sea felicitar a Jaime García-Máiquez quien, al parecer, no es un invento de López de Artieta.


Jaime García-Máiquez nació en Murcia, el 11 de octubre de 1973 -y esperamos que estos datos sí sean ciertos- y creció en el Puerto de Santa María, en Cádiz. García, poeta en verdad de oficio, obtuvo ya el Premio Luis Cernuda, en 1998, por su libro Vivir al día y, en fecha más reciente, el año 2006 el Premio de Poesía Arcipreste de Hita por su libro Otro Cantar. Aparece en las antologías Un siglo de sonetos (Hiperión), La búsqueda y la espera (Kronos) y Calendario de la poesía española 2008. Según señalan las fichas técnicas, se diplomó en Historia y Geografía en la Universidad de Navarra, en Licenciatura en Arte, en la Universidad de Granada, más una licenciatura de Grado en la Universidad de Cádiz. En la actualidad trabaja en el Departamento de Restauración del Museo del Prado.



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