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Una novela de Federico Nogara |
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Escribe Héctor Rosales. Federico Nogara nació en Montevideo en 1948. Luego de una etapa en Australia, se radica en Barcelona hacia 1984, donde vive y trabaja actualmente. Desde aquí dirige la revista digital Malabia; es profesor de inglés y español como segunda lengua. Articulista en diarios y revistas, también desarrolla actividades como traductor y coordinador de talleres literarios. Anteriormente ha publicado: Desencuentros y búsquedas (Editorial Latina, Montevideo, 1995), Poemas y relatos desde el Sur (ed. organizada por Aitana Alberti, Editorial Carena, Barcelona, 2000) y Regreso al desconcierto (Ed. Carena, Barcelona, 2004). Ciudad, el relato que abre este nuevo libro y da título al conjunto, anticipa en sus historias cruzadas, en su galería de sucesos fragmentados, la intensa fragmentación del tiempo actual, que luego se verá individualizada, enfocada, desmenuzada en los textos siguientes. Con un lenguaje derivado del periodismo y algunos tintes herederos de la novela negra (que aparecerán, con mayor o menor trazo, en todo el volumen), el narrador, un ser anónimo que puede estar paseando por cualquier ciudad del mundo desarrollado, expone su visión desnuda, precisa e implacable de lo que está ocurriendo alrededor. Este primer relato destierra por completo cualquier expectativa ecológica, rural, naturalista o como quiera soñarse; el lector queda instalado en la ciudad, en sus reglas, en las extrañas distancias que amarran al ciudadano a ese mapa que une baldosas y muros, ilusiones y soledad. El autor utiliza la primera persona del singular en el segundo relato, La pasión según Bermúdez, un protagonista que en algún momento le pregunta a un dios funcionario jugador: ¿Para qué nos despiertas en medio de la eternidad y nos regalas una cantidad de años carentes de explicación lógica en los que todo termina mal? Surge el pensamiento cuestionador en boca de los personajes. Cualquiera de ellos podría afirmar con Bermúdez: mi existencia es la misma de millones de hombres sin importancia viviendo en las orillas. Esta personalización del discurso no excluye la fuerte impresión de anonimato, sino que la potencia como uno de los comunes denominadores de las historias de Nogara. Los personajes y el lector participan de una sociedad anónima atrapada en la ciudad, viviendo adentro de aquellas orillas. Las dos piezas siguientes, Los restos de la ciudad y La casa asesinada, inciden en la caída del hombre corriente bajo la maquinaria del destino urbano. En la primera crónica se intercalan frases y símbolos reconocibles de otras experiencias lectoras (especialmente Onetti, tan vecino en estos cuentos). La economía de lenguaje, el tono contenido que emplea Nogara, y sus ópticas desprovistas de ornamentos (hay rastros de Carver en su búsqueda de mesura), rinden en el siguiente relato, En esa ciudad cierran los parques, un visible homenaje a uno de sus escritores compatriotas, Felisberto Hernández. La narración, también en primera persona, incorpora distintas metáforas, desdoblamientos y una mayor polisemia con relación a los demás relatos. La vida como enfermedad, como condena, la esperanza en la (falsa) enfermedad liberadora (el texto Las manos), dejan lugar a otra esperanza, ya definitivamente traicionera, en el siguiente La cuenta atrás, que a mi juicio es el relato que dibuja con más fuerza a sus personajes centrales: Fiona y Romero. El autor logra un vehemente realismo para transmitir una relación donde la decadencia y la muerte ahogan la débil expectativa del amor. En los tres últimos cuentos se alternan la frivolidad irritante y sin futuro de una "trepadora" (Detrás de la máscara), las rupturas y elucubraciones de ciertos emigrantes (La hora de tirar para adelante) y el cierre, titulado Final, una historia que no deja el más mínimo resquicio para la risa. Allí se dice: Nosotros, usted y yo, somos culpables de estar, de existir.
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