Por Juan Cameron.
El viernes 4 de abril fue presentada, en Valparaíso, Carta de ajuste, una interesante recopilación de novísimos e inéditos poetas. Veintidós nombres, algunos ya conocidos en el medio local y otros tantos de singular valía -incluido uno recientemente editado- aportan, junto a varios autores rescatados por trabajos similares, una esperanzadora visión regional.
Varias recopilaciones de poetas jóvenes se han publicado en la región después de la singular y aún inédita investigación de Carlos Henrickson, Panorama de la Poesía Contemporánea de Valparaíso. Este panorama fue recogido, en un comienzo, por la importante revista Aérea de Buenos Aires entre los años 2004 y 2005; pero aún no aparece en forma de libro. La combativa defensa de Henrickson a su puerto adoptivo lo enfrentó -tal vez con innecesaria valentía- al propio editor del proyecto. Pero su intento no fue en vano; más bien ha sido rescatado y citado como ejemplo.
El Mapa no es el territorio/ Antología de la joven poesía de Valparaíso, recopilación de Ismael Gavilán -a la que nos referimos hace un par de semanas- se planteó originalmente como una visión distinta y continuadora del esfuerzo de Henrickson. Reúne, como ya dijimos, a una treintena de poetas entre Sergio Madrid (1967) y Mariela Trujillo (1985). Se trata de autores ya no tan jóvenes y otros sin mayor trayectoria que delimitan el trabajo de los más destacados productores menores de treinta, como Claudio Gaete, Karen Toro, Alberto Cecereu y Marcela Parra.
Por otro lado, y con una selección a cargo de José Miguel Camus y Rodrigo Gutiérrez, había aparecido anteriormente la Antología de poetas nocturnos Valparaíso Bohemio. Esta publicación, bajo el sello de Editorial Puerto Alegre, muestra la producción de quienes, martes a martes, leen en el Bar Pajarito. Si bien no observa la rigurosidad de la anterior, es más vivaz y esperanzadora en sus aprontes a la poesía local. Por el momento destacan allí los no tan jóvenes Sótero Apablaza, Juan Antonio Huesbe y Enrique Moro junto al singular Absalón Opazo y en compañía, vía homenaje, de un texto del desaparecido Arturo Rojas.
Y entre aquellas, en un sitial a destacar, se sintoniza Carta de Ajuste/ Antología de poetas inéditos en Valparaíso (1973 - 1989), de Antonio Rioseco Aragón y Juan Eduardo Díaz. El extenso título y subtítulo sirve de paraguas a los más nuevos -y otros no tanto- creadores de la zona que, al menos al momento de cerrado el libro, no habían sido publicados en forma individual. Se trata de autores nacidos durante la dictadura militar y cuya vinculación con la ciudad y región no es solamente de pertenencia, como en el caso de El mapa no es el territorio. Tiempo, presencia y condición son los ejes considerados por Díaz y Rioseco, aunque existe también un serio proceso de selección por calidad de la que dan cuenta en el prólogo. Como también dan cuenta de su reconocimiento y vinculación con el Panorama henricksoniano.
Publicado por Ediciones Cataclismo, un sello creado y dirigido por el interesante poeta Claudio Faúndez Ruiz, el volumen contó con el aporte de la Universidad Católica local, a través de los proyectos de gestión estudiantil, y con el apoyo de Carlos Pacheco, director de la Asociación de Artistas Ciudad Jardín, institución a la que -gracias a una singular ceguera- no fue favorecida en el certamen de fondos concursables que organiza anualmente el Gobierno Regional de Valparaíso.
Veintidós autores quedan registrados en esta Carta de Ajuste. Como bien señalan los antólogos el título se justifica en tanto se instalan estas poéticas sobre la pantalla para que el implacable paso del tiempo los enfoque y conceda brillo y tonalidad necesarios; o los borre en definitiva. Por el momento se trata de una proposición al género. Proposición que se agradece en todo caso por la intensidad demostrada en la investigación.
Varios nombres saltan a la vista de inmediato: Paula Salas, Marcela Parra, Alejandro Tapia San Martín, Gabriel Palomo, Macarena Rodríguez y Gabriel Manzur. Pero se trata de una primera lectura y, también, de una proposición; en esta ajustada carta ninguna contribución sobra y cada una merece mayor atención y estudio. Cito algunas voces. Parra, a quien ya habíamos mencionado en El mapa no es el territorio, muestra ya a una poeta en plena madurez. Su estilo claro ha superado los efectismos de hace tres o cuatro años, tiene buenos equilibrios y entrega interesantísimos aportes -como el poema dentro del poema- y aparece ya desmarcada, al menos en la obviedad ideológica, de ese innecesario feminismo militante. Su pasión controlada cobra ahora más fuerza y, a los veintisiete de su edad, con varias apariciones colectivas y valiosos reconocimientos, merece aquel aguardado primer libro. Gabriel Manzur, nacido en Río de Janeiro, de padre chileno y madre brasileña, alcanzó a publicar antes de la entrega de esta recopilación, hacia fines del 2007. Resulta así el único poeta editado en una antología de inéditos. Pero en aquel momento sorprendía por la amplitud de significado y por la riqueza semántica lograda en textos en verdad iniciales. En trabajos absolutamente juveniles daban cuenta, sin embargo, de una ausencia vital cuya intensidad reclamaba su escritura; capacidad de experiencia no satisfecha pero expresada con claridad en aquellas páginas.
En general los autores exponen una poesía limpia y fluida que pronostica un mejor futuro para las letras regionales. Existen pequeñas aristas que, si bien corresponden a una primera escritura, deben ser pulidas de inmediato; pero aquello es ya labor de los talleres o de una más intensa lectura. Hay casos de palabras conceptos - "Por el roce constante/ del horario/ y sus cercenadas cronométricas" (Ignacia Jeldes), "mucho antes/ de vender besos sintagmáticos por mendrugos" (Victoria Mora), "Desearía ver la ciudad/ desnuda de este caos social/ desmontar la maqueta mediática" (Jorge Manzano) - y otros de adjetivación excesiva - "estudios profundos de cada detalle/ sujetos a los más finos trazos/ capaces de predecir cualquier suceso/ y determinar su perfecto juicio" (Dinko Álvarez)- que requieren de una pronta corrección. Y otros comprometidos obsesivamente con un tema a riesgo de subordinar el oficio o de ser majaderos, como en el caso de Lautaro Condell -ya en los treinta- cuya escritura le exige con urgencia una mayor profundidad de campo.
Fuera de estas observaciones, el trabajo de los poetas Díaz y Rioseco resulta un manjar para los degustadores de poesía. Se unen ambos, además, a una cohorte de investigadores identificados con la ciudad y con el género desde una trinchera distinta a la oficial, y comprometidos desde ya con el rigor impuesto por el amor hacia una disciplina destinada a guardar, en tiempos de miseria, lo más puro del lenguaje.
Carta de ajuste fue presentada en La Piedra Feliz, de Valparaíso, el viernes 4 de abril reciente por el poeta sanfelipeño Cristián Cruz.
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