El anuncio hecho por Fidel Castro de que no acepta seguir al frente del gobierno y de las fuerzas armadas de Cuba por sentirse limitado en sus energías físicas luego de la grave enfermedad que ha sufrido, para quienes tenemos una profunda admiración por su trayectoria revolucionaria y liderazgo mundial en favor de los pobres de la Tierra, nos merece el mayor respeto, el mismo con el que ha acogido su personal y meditada decisión la inmensa mayoría del pueblo cubano, sin histerias ni desesperanzas.
Por el contrario en los cuarteles de la contrarrevolución, neoliberales y oportunistas de toda laya y acólitos de lo que Mario Benedetti calificó una vez como "la industria del arrepentimiento", los anuncios del "comienzo de una nueva era para Cuba" les hizo babearse de ilusiones.
Así hemos asistido en estos días a una gran alharaca, (que fue preparada por Estados Unidos de antemano y que no se pudo usar en 2006 cuando Fidel anunció su enfermedad, para poder declararlo muerto y enterrado) y que apunta en definitiva a lograr lo que se ha buscado obsesivamente desde 1959, terminar con la Revolución Cubana. Y decimos alharaca porque según el diccionario no es más que eso: " una extremada demostración de algún sentimiento, hecha con poco motivo".
Mirando bien, los cambios en Cuba se han producido siempre a pesar del brutal bloqueo norteamericano, el único en todo el mundo que ha sufrido un pequeño país por medio siglo sin que pudiera hacerlo arrodillar.
Cambios y muy radicales, han sido la Reforma Agraria, la Urbana, la gratuidad de la salud y la enseñanza, los seguros sociales, el contacto permanente en las buenas y en las malas entre los gobernantes y el pueblo, con Fidel explicando y dando ejemplo, perfeccionando Cuba -a pesar de la agresión yanqui- su modelo de democracia popular. En fin, cambios que le permitieron defenderse, repartir el pan, la salud y la educación entre todos, e incluso acudir en ayuda de otros bajo el precepto martiano de que "Patria es Humanidad" cosa de la que se olvidan hoy muchos "progres" de ayer. Cambios que le permitieron salvar su economía, sus conquistas sociales, no desaparecer para caer otra vez en manos del imperio norteamericano, cuando se disolvió la Unión Soviética. Cambios que con el apoyo mayoritario de los cubanos llevó adelante Fidel con una visión estratégica que a tantos les faltó por carencias o renunciamientos y que a la postre los hizo sucumbir junto a sus pueblos en el agujero negro del capitalismo neoliberal. Cambios y reformas (como les gusta decir a los "neo") que seguirán haciéndose cuando los propios cubanos los crean pertinentes y no arriesguen la justicia alcanzada.
Por eso, mientras Fidel esté vivo físicamente, seguirá batallando aunque no esté al mando práctico del gobierno, ahora en manos de Raúl y una pléyade de experimentados dirigentes mayores y jóvenes de la Cuba de hoy. Y seguramente como él mismo dice en su mensaje, seguirá alentando con su sabiduría los mejoramientos necesarios y posibles del fogueado socialismo humanista cubano.
No van a ser los "cambios" que sueñan los gángsters de Miami y Washington, los politicos-empresarios de la Unión Europea y mucho menos aquellos que les aconsejan a Cuba algunos doblegados políticos del ex-socialismo europeo o resignados en América Latina.
A Fidel Castro y a su generación de jóvenes estudiantes, obreros y campesinos, seguramente les hubiera gustado mucho haber podido descansar luego del triunfo de enero de 1959, si en corto tiempo Cuba pudiera haber alcanzado todo lo soñado cuando el Moncada. Pero no fue así, porque nueve presidentes de Estados Unidos siguieron enceguecidamente en el empeño de volver a tener a Cuba, como su colonia mayor de las Antillas.
Por eso Fidel se queda, está ahí como ha estado y siempre estará.
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