inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 15-Febrero-2008

Gaza, el infierno a la puerta de casa

 
escribe Yigal Sarna

"Bombardear la Franja de Gaza, asediarla o invadirla no sirve de nada porque no existe ninguna forma de aplastar la resistencia de una población frente a un ejército extranjero".

¿Qué estamos haciendo para apaciguar el infierno? Echar más leña al fuego. Todos los años matamos a cientos de sus habitantes, destruimos sus casas y vehículos, y pretendemos que las cosas se calmen. Así es como va el asunto en Gaza. Y así es como no funcionará jamás. Asesinamos a diecinueve personas en un día, entre ellos a los hijos de una personalidad (los hijos de Mahmud Zahar, uno de los dirigentes de Hamás), y pretendemos que reine la calma. Sigue una lluvia de Qassam. Simple rutina: el ejército israelí, con pocas ganas de entrar en la Franja de Gaza por miedo a incrementar las grandes pérdidas, procede a ataques indiscriminados, no selectivos.

La idea genial de una invasión por tierra florece de nuevo; es exactamente lo que se hizo al final de la segunda guerra de Líbano de 2006 -que dio como resultado las treinta y tres muertes inútiles de las últimas horas-. Una invasión de Gaza es como el tratamiento de la alopecia: todo el mundo habla de eso pero nadie se lo cree.

Supongamos que entrásemos en Gaza, que peináramos todas las casas y todos sus miserables campos y que procediésemos a detenciones. ¿Podríamos, sin embargo, limpiar la inmensa prisión que es Gaza, con su millón y medio de presos? ¿Arrestar a todos los hombres armados? ¿Encontrar todos los escondites de armas? ¿Podríamos permanecer allí, quizá un año, soñando con marcharnos? ¿No veríamos caer un diluvio de Qassam sobre nuestras cabezas durante la operación? Piensen en la guerra de Líbano y tendrán todas las respuestas.

No hay ninguna manera de aplastar la resistencia de un pueblo frente a un ejército extranjero: oí este mensaje cientos de veces de las bocas de los responsables del Shin Beth. No hay solución militar; y sin embargo, el sagaz abogado Olmert -que perdió su fe en el ejército e incluso se ha atrevido a denunciar el poder de éste para implicarnos a todos con él- sigue, erre que erre, con este método, impulsado por Ehud Barak, su ministro de Defensa, que por otra parte es su rival político y desea sacarlo de su puesto.

Es el mismo sistema de la Defensa que no pudo impedir a algunos hombres armados capturar al soldado Gilad Shalit (junio de 2006) en su tanque en Gaza. Es el mismo sistema de la Defensa que no pudo reanudar las operaciones inmediatamente después de la emboscada y rescatar al soldado; el mismo sistema que no pudo poner en marcha negociaciones rápidas y eficaces para obtener su liberación.


Digámoslo por enésima vez: Gaza es el infierno. Durante los cuarenta años que la Franja estuvo en nuestras manos -y está todavía en nuestras manos a pesar de nuestra salida, gracias a nuestros aviones espías, nuestras incursiones, nuestros colaboradores y nuestros candados-, no se construyó allí ni una habitación de hospital ni un pozo de agua potable. Es un infierno expuesto a bombardeos e incursiones nocturnas incesantes. Gaza es un infierno a la puerta de casa. Y mientras no sea más que un punching ball para nuestros soldados, mientras no haya ayuda ni verdaderas negociaciones diplomáticas, Gaza nos envenenará como un cáncer.


Ninguna incursión terrestre salvará a la ciudad de Sderot: Sderot y las ciudades palestinas de Khan Younis y Beit Hanoun están ligadas como siamesas. Cuanto más se hunda Gaza, cuanta más hambre tenga y más se sumerja en el desastre, abrasada, pulverizada y golpeada, más largo será el alcance de los cohetes. El alcance de los misiles es proporcional a la profundidad de la desesperación. Gaza no volverá a la calma hasta que no empiece a vislumbrar una esperanza.

Conozco este infierno triste, enfermo, polvoriento, sediento, muerto de hambre, sin trabajo y sin esperanzas. Estará siempre aquí, junto nosotros; y como todos los infiernos seguirá escupiendo llamaradas y nos abrasará.

Los que pretenden apagar el incendio con una incursión terrestre o asesinando a los hijos de las personalidades locales deberían leer el informe Winograd (sobre los fracasos de la guerra de Líbano en 2006). Todo está ahí: la demencia de la organización militar, la brutalidad del ejército y la ineptitud absoluta de las autoridades políticas frente al problema.

Yigal Sarna, israelí, es escritor y columnista del periódico de Israel Yediot Aharonot.

Esta nota fue publicada originalmente en www.france-palestine.org La traducción fue hecha por Caty R. quien pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala.



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