|
||||||
De las Casas del Pueblo a las del consumismo |
||||||
escribe Pepe Viñoles A un ritmo nunca visto antes, cada mes se inauguran en las grandes y pequeñas ciudades del país enormes centros comerciales que como las antiguas iglesias congregan diariamente a miles y miles de feligreses de la nueva religión, el consumismo. Verdaderas catedrales de vidrio y neón, concebidas para que la gente compre de todo lo que no pensó ni podía comprar, sin que importe si ella cuenta con recursos económicos propios o lo hace a crédito. En un matrimonio cada vez mejor avenido las autoridades estatales, comunales y el sector privado (bancos, financieras, comerciantes, publicitarios etc.) colaboran estrechamente para crear estos puntos de concentración comercial, favoreciéndose a estos últimos mediante exenciones de impuestos y generosas inversiones comunales. Surtidas de miles de productos iguales que se diferencian tan sólo por las marcas, estas casas de compulsiva incultura surgen como hongos cambiando hábitos y filosofías de vida en el otrora funcional y austero pueblo sueco. Son centros irradiantes de la norteamericanización consumista que no sólo abren de lunes a sábado, también los domingos por la tarde, los feriados y hasta el mismo día de los muertos. Ya no queda tiempo libre para ir a una biblioteca, un museo, un concierto, compartir, o hacer cualquier otra cosa. Languidecen las Casas del Pueblo que fundaron los trabajadores y los teatros populares, porque al fin de la semana de trabajo a la gente le han creado nuevas necesidades que sienten necesario satisfacer cada vez más irracionalmente. Un pensado achique social y cultural En nota anterior decíamos de cómo esta mercantilización también comienza a infectar los espacios culturales estatales, exigiéndoles que al igual que estos centros comerciales, bibliotecas, museos, teatros, también sean rentables y competitivos vendiendo cultura. Es todo un paquete de nuevas ideas que están poniendo en práctica los neoliberales ahora en el gobierno, por la hendija que dejó abierta los anteriores gobiernos de Göran Persson. En ese sentido la Comuna de Estocolmo en mano de los conservadores desde hace ya varios años ha sido piloto de la revolución neo en casi todas las esferas de la vida social. La lista es larga y conocida del achique estatal que viene sufriendo la capital. Escuelas, guarderías, centros hospitalarios, asilos, establecimientos de tiempo libre, apartamentos de empresas inmobiliarias comunales, piscinas y otros centros de recreación públicas, han pasado o están en vías de pasar a ser gestionadas por el sector privado, o sea por el mercado. La perversa receta tiene también un ingrediente previo conocido, primero reducirle los presupuestos con el cuento de ahorrar y racionalizar para después exigirles que sean rentables o ser puestas a la venta. Si bien ya nadie en la oposición de izquierda por ejemplo, se atreve a hacer un escándalo ante la venta de empresas, instituciones, propiedades inmobiliarias estatales, es preocupante la pasividad de los socialdemócratas, partidos los de Izquierda y Verdes ante los intentos de vender bibliotecas, reducir presupuestos o cobrar más por los servicios que prestan otras instituciones culturales. En Estocolmo, la biblioteca principal, museos y una escuela de cultura, pondrán en la calle a 90 empleados como resultado del ahorro de un 2% del los 740 millones anuales. En ese orden de ahorro existen diferencias de políticas entre los socialdemócratas que gobiernan en Gotemburgo y Malmö, segunda y terceras ciudades más importantes del país pero naturalmente con menor población. Mientras la de Gotemburgo le quitó 1% del 2,8% presupuestado a la cultura; en cambio la de Malmö no practicó la misma estrategia, destinando aún a la cultura también un 2,8 % del presupuesto comunal. Pero naturalmente estas cifras tienen negativos resultados concretos: en Estocolmo, la biblioteca central 18 personas con empleo fijo serán despedidas; el museo de la ciudad de 98 empleados perderá 15 porque no tendrán dinero para pagar esos sueldos. Los políticos de la derecha argumentan que no se trata de achiques, porque según ellos han destinado partidas para la cultura al tiempo de que esperan de que el sector privado invierta más en la cultura. Hasta ahora el sector privado sueco no entiende que este sea un sector aún maduro para patrocinar como sucede en otros países de Europa donde mediante sus fundaciones lavan ganancias haciendo mecenatos. Todavía no han aparecido logos de Volvo o Sony-Ericsson en las medias de las bailarinas del Ballet Real o en los afiches del Teatro Dramático, por ahora sólo se ve en golfistas, futbolistas o jugadores de hockey del hielo. Pero no hay que desesperarse, porque en la biblioteca central de Malmö ya existe para uso del público preocupado en saber como andan sus acciones, una pantalla de televisión gigante ubicada en la sala de los libros de humanidades, historia y filosofía que al instante los tiene al tanto de las cotizaciones en la Bolsa. |
||||||
|
||||||
|