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El valor de los muertos

 

Esta semana, un grupo de radicales antichavistas asesinaron durante una quema de cubiertas en las calles de Carabobo, de dos balazos, a un trabajador de 19 años que apoyaba al gobierno. Dos semanas antes, dos estudiantes murieron en un intercambio de disparos entre grupos antichavistas que luchaban por controlar la Universidad de Caracas. En la misma Universidad, un grupo de estudiantes chavistas salvaron la vida de milagro cuando fueron perseguidos, encerrados en un aula y prendidos fuegos, mientras los furibundo antichavistas impedían la llegada de bomberos al lugar.

Estos actos de violencia apenas merecieron espacio en la gran prensa internacional, y en las pocas menciones a los incidentes, se buscaba presentar los hechos como dudosos, y hasta se ponían en duda la comprobada autoría de los crímenes. Claro que sin mucha fuerza, así que la mejor opción fue callarlos y sólo seguir reproduciendo las manifestaciones antichavistas y supuestas encuestas que aseguraban un triunfo del No a la reforma constitucional el próximo domingo 2 de diciembre.

Los muertos chavistas o los provocados en la lucha de poderes dentro de la oposición, no parecen tener valor para los publicistas empeñados en atacar el proceso venezolano.

Esta situación se repite también en la cobertura de los hechos de violencia en Bolivia. Los grandes medios de comunicación confunden a la opinión pública presentando la violencia generada como una reacción del gobierno de Evo Morales contra los manifestantes que rechazan la reforma constitucional cuando todavía tienen la oportunidad de rechazarla en las urnas cuando se plebiscite- y minimizan la violencia generada por la oposición. Al mismo tiempo conceden espacio a siniestros personajes, como el ex presidente Jorge Quiroga que se ha dedicado a atacar a Morales y Chávez.
En ambas naciones los grandes medios repiten un esquema de tergiversación y manipulación ya ensayado en otros países del mundo. En algunos casos con éxito, como las denominadas revolución rosa, naranja, u otro color. Sólo falta que en Bolivia o Venezuela la oposición llegue a un acuerdo y presente su color, así los publicistas de la reacción derechista puedan seguir usando el mismo modelito.

También como en esas experiencias, presentarán encuestas que sostienen el triunfo de la oposición, para denunciar después fraude. Así obligaron a repetir comicios en Ucrania por ejemplo.

Este esquema ya lo han empleado en Venezuela, sin éxito, ya que los observadores internacionales no pudieron encontrar irregularidades en los diferentes comicios.

En la pasada elección presidencial de diciembre del 2006, la oposición presentó encuestas donde ganaba, y después en los hechos fueron aplastados por más del 60% de los votos. En el referendum revocatorio del mandato del presidente, en 2005, sucedió lo mismo.

Tanto en Bolivia como en Venezuela, seguirán provocando hechos de violencia para desafiar al gobierno y buscar un mártir. Si los muertos son del gobierno, no tendrán prensa. Y después cuando el pueblo respalde al gobierno en los comicios o referéndum, denunciarán fraude y seguirán provocando. La oligarquía no cede tranquilamente sus privilegios.



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