inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 30-Noviembre-2007

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escribe Leo

Un fugaz reclame de la televisión pública sueca, nos recuerda estos días que la mayoría de los grandes medios de comunicación del país, diarios, canales de televisión, semanarios, revistas sobre diversas materias, desde modas hasta filosofía, pertenecen a tres familias, dos suecas y otra noruega. Y que la única que pertenece a nosotros, los ciudadanos que trabajamos y pagamos impuestos, es la televisión pública que está formada por Radio Suecia, Televisión (SVT) y Utbildningsradion (UR). La caracterización es correcta y permite apreciar la gravedad que significa desde el punto de vista de una auténtica democracia, que un instrumento fundamental de esta, esté concentrado en tan pocas manos privadas. Máxime si se tiene en cuenta que el poder de los medios, al que antaño se le consideraba el cuarto poder, como un agregado a los tres clásicos poderes del Estado diseñado por Montesquieu, ha pasado a constituir, avances tecnológicos, concentración y globalización mediante, el instrumento del sistema. Chomsky, Ramonet, Pierre Bourdieu, y María-Pia Boethius entre nosotros, y entre muchos otros han denunciado lo que esto significa. Esta situación realza el valor y la responsabilidad de los medios de comunicación públicos. Esos que nos pertenecen, entre otras cosas porque contribuimos a financiarlos pagando puntualmente la licencia. (Algo que según hemos comprobado no parece regir para los ministros y ex ministros del actual gobierno, formados en la escuela de Timbro, el organismo que financia la patronal sueca para proclamar las bondades del mercado sin controles del Estado, y la «libertad» del individuo). Cualquier consumidor sabe por experiencia lo que significa la «libertad del mercado», que más propiamente debe llamarse «dictadura del mercado» que nos maltrata en cada instante de nuestra vida. Y ni que hablar de nuestra «libertad» controlada permanentemente por un Gran Hermano de múltiples cabezas.

Es nombre de esa «propiedad» que tenemos los ciudadanos de a pie sobre los medios de comunicación, que quiero referirme a los que tienen relación directa con la información. Para pedirle, a los señores y señoras de Rapport y Aktuell, cuya misión estatutaria y proclamada es la de reflejar la realidad, controlar el poder y trasmitir esa realidad a los ciudadanos, que nos respeten y no alteren esa realidad para servir intereses que no son los nuestros. Que no nos sirvan el menú que conviene a esos intereses, sean nacionales o globales, sino aquel que nos mostrará la verdadera realidad para que podamos analizarla mejor y poder ser mejores miembros de la sociedad democrática. Que no usen doble calificativo, según quien los cometa, para juzgar y mencionar los mismos hechos. Sabemos, los que hemos vivido en las «entrañas del monstruo» (mediático) que las posibilidades de manipularnos y despitarnos sobre la verdadera esencia de los problemas, son infinitas. Pero no olviden que la tecnología no es exclusiva de una parte sino que está al alcance de todos. Y cada vez más los medios alternativos desnudan la mentira y la desinformación de los grandes «medios democráticos». No es casual que en las encuestas globales sobre el pensar de los ciudadanos, la credibilidad de los medios ha caído en picada. No es casual que una corresponsal de la televisión sueca que cubría la información de los últimos disturbios en un suburbio de Paris, señalara que la ira de los marginados se manifestaba también contra los periodistas presentes en el lugar. Se podrían citar infinidad de ejemplos en nuestro medio, desde las pasadas elecciones, hasta la actual reunión sobre la cuestión del Medio Oriente convocada para levantar las «acciones» de un presidente Bush hundido en el desprestigio poltíco y moral, para ilustrar nuestra solicitud. Los responsables saben muy bien de qué va el tema.



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