inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 23-Noviembre-2007

Rauskin obtiene Premio Nacional de Literatura en Paraguay
Poesía para espantar diablos

 

escribe Juan Cameron

El nombre de Jacobo Rauskin se viene repitiendo en las últimas discusiones en torno al máximo galardón que la literatura otorga en el país guaraní. Admirado y apreciado por sus colegas del continente, el otorgamiento del Premio Nacional causó gran alegría entre sus pares. Rauskin atribuye en parte a tal designación el título de su más reciente poemario, Espantadiablos, considerado para el otorgamiento del mencionado galardón.

Tras haber sido mencionado en numerosas oportunidades, en estos últimos años, el poeta Jacobo Rauskin fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura de Paraguay para este año 2007. Tal distinción le fue otorgada en virtud de su más reciente producción, el poemario Espantadiablos, por un jurado convocado por el Congreso del país sudamericano. Los miembros de esta instancia, Victorio Suárez, Alejandro Gatti, Irina Rafols, Antonio Moreno Rufinelli y el senador Juan Manuel Marcos, decidieron luego de revisar una serie de 58 obras editadas durante el curso del año anterior. En esta lista se destacaban, además, la narradora Raquel Saguier, con la novela El amor de mis amores, Carlos Villagra Marsal, con Poesía congregada y otros afanes, Gloria Muñoz, con Madejas de Clío, y Elsa Wiesell, con Tren de agua. El premio está dotado de cincuenta salarios mínimos, alrededor de sesenta y siete millones de guaraníes.

Considerado por varios especialistas como el mejor poeta vivo del Paraguay, entre ellos por Delfina Acosta, quien escribe para el periódico ABC Color, de Asunción, el jurado manifestó asimismo en el acta respectiva que después de Hérib Campos Cervera, Jacobo Rauskin es el gran innovador de la poesía paraguaya contemporánea, que es luminosa, irónica y social.

El esperado galardón no causó sorpresa; pero sí produjo una gran alegría entre sus colegas del continente. El cubano Waldo Leyva destaca la inusual voz de este poeta «plena de ironía y de las cosas que encontramos en la cotidianidad». El peruano Marco Martos, el argentino Rodolfo Alonso, el venezolano Eugenio Montejo, el mexicano Mario Bojórquez, el chileno Omar Lara, junto a numerosas otras voces latinoamericanas, le expresaron de inmediato sus muestras de afecto y su alegría por tan merecido reconocimiento. Para el mismo autor, el título del libro resultó premonitorio. Postergado en anteriores oportunidades, a pesar de sus numerosos reconocimientos, esta consagración pública en las letras nacionales le hacía falta; por lo demás méritos había de sobra.

El poeta es un rebelde. Al enterarse de la resolución sostuvo con indisimulada ironía que «cuando aparecieron las libertades públicas, en el 89, comenzó mi carrera de escritor contestatario, en la medida que se pueda decir eso de un poeta». Al tiempo de manifestar su satisfacción pues ello implica que, en su país, el proceso de transición hacia la democracia está funcionando.

Para Rauskin, la realidad se encuentra agrietada. Y por esas grietas podemos apreciar los fantasmas que la acosan y someten: la mentira, la miseria, la estupidez humana, la pobreza, etc. Pero, al mismo tiempo, esta concepción de agrietamiento nos permite tomar conciencia de una red, de una malla para atrapar a aquellas demoníacas entidades. Espantadiablos responde a este principio. Más que de meros conceptos, se trata de «Palabras que diremos a modo de plegaria./ En fin, un fiel espantadiablos/ para impedir que alguien te asalte,/ que una bala me mate,/ que un deslave te siga, que un alud me persiga,/ que un derrumbe brutal nos entierre a los dos» (del poema inicial, que da título al volumen).

Muchos son los elementos que el autor maneja para dar forma a su particular ritmo. El reírse de los ya conocidos funcionarios en sus «funciones específicas», cuando las tienen, es una de sus tareas: «Los instruidos son ujieres del alma/ o son electricistas de barrio» (en Ciclo para seguir andando); «De un plumazo prohibió la lucha de clases./ Creía, tal vez, que era riña de gallos» (en El segundo reconstructor); o «Disculpe, seré franco,/ no le veo futuro/ a un pintor paraguayo (en Habla un marchand). Rauskin se nutre de palabras y estas las adquiere de cuanta disciplina humanas esté a su alcance. En esta selección de términos rescata buena parte de la imaginería popular que tanto el campo como el lenguaje popular pone a su disposición.

Este uso amplio y desafectado que el poeta realiza es causa principal del reconocimiento hacia su poesía y, dentro de su propio país, resultó ser un modelo de resistencia pasiva durante la larga dictadura que lo oscureció, según destacan las notas de prensa. Se trata de un reconocimiento que, desde luego, ha producido una tremenda satisfacción en el ambiente literario de nuestro continente.

Jacobo Rauskin nació en Villarrica, Paraguay, el 13 de diciembre de 1941. En 1964 aparece su primer poemario, Oda, y le continúa Casa perdida (1971), Naufragios (1984), Jardín de la pereza (1987), La noche del viaje (1988), La canción andariega (1991), Alegría de un hombre que vuelve (1992), Fogata y dormidero de caminantes (1994), La calle del violín allá lejos (1996), Adiós a la cigarra (1997), Canciones elegidas (1998), Pitogüé (1999), Poesía 1991-1999 (2000), La ruta de los pájaros (2000), Poemas viejos (2001), Andamio para distraídos (2001), El dibujante callejero (2002), Doña ilusión (2003), Poesía reunida (2004), La rebelión demorada (2005) y el premiado Espantadiablos (2006). Ha desempeñado diversos oficios, entre otros traductor, profesor de idiomas, periodista, corredor de seguros y empleado de una compañía algodonera.

Actualmente es asesor del Teatro Municipal de Asunción y miembro de la Academia Paraguaya de la Lengua Española. Entre sus reconocimientos se cuenta el premio de La República, en 1989, premio de El Lector, en 1991, el Premio Municipal de Literatura, en 1994, y, en dos oportunidades, el Premio Roque Gaona de la Sociedad de Escritores de Paraguay.



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