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Más mercado, menos democracia

 
Contrariamente a lo que desde la década de los 90 machaconamente ha venido imponiendo el discurso único del capitalismo, de que la libertad de mercado es la culminación de una mayor democracia, la vida ha mostrado que aquel y esta transitan por caminos diferentes.

Para el mercado sólo existe el que compra, vende o tiene dinero. En cambio, la esencia de la democracia como sistema debe consagrar a la ciudadanía un conjunto de derechos universales como ser el trabajo, la educación, la salud, seguridad social y muchos otros beneficios sociales comunes, con independencia del nivel económico y pertenencia de clase. Más mercado, por ejemplo, ha significado para la gente en todo el mundo, la privatización del sistema educativo lo que contribuye a que menos personas tengan acceso al conocimiento en sus distintos niveles de formación.

El avance del neoliberalismo impuso el poder de los más fuertes, el predominio de las grandes compañías y una lógica que le permite al mercado no tener ningún tipo de limitación con respecto a los propios recursos económicos y sociales de cualquier nación. Porque en esencia no se puede negar, que el mercado se mueve con una lógica inequívocamente antidemocrática. En lo ideológico, el neoliberalismo ha impuesto una cultura de la privatización y el individualismo que ha distorsionado y debilitado el principio de soberanía popular, sustento básico de cualquier sistema democrático verdadero. Quienes deciden hoy soberanamente son los grandes actores económicos, las multinacionales; mientras la soberanía no reside más en los ciudadanos.

En América Latina, la aplicación del neoliberalismo generó condiciones de gran polarización, una tremenda exclusión social nunca vista antes y en consecuencia, la aparición de movimientos populares que se insurreccionaron, como en los casos de Argentina, Bolivia y Ecuador, cuando antidemocráticamente se impusieron las recetas más rapaces del mercado capitalista y sus organismos financieros.
Noam Chomsky ha observado recientemente cómo este panorama ha venido modificándose: América Latina es hoy el hogar de los movimientos populares más significativos del mundo. Hay un despertar de las poblaciones indígenas. Éstas son fuerzas poderosas para la democratización, justicia social, e independencia y progreso económicos. Por estos y muchos otros medios, Sudamérica se ha convertido en la región más apasionante del mundo. En parte como una consecuencia de su larga lucha contra la dominación extranjera, América Latina, en el pasado, ha conducido al mundo en el progreso hacia la justicia social y derechos humanos.

Así es, en muchos países del continente los pueblos se reaniman buscando establecer políticas posneoliberales cuyos resultados se podrán ver en los próximos años. El tiempo dirá si realmente los mismos con sus luchas a todos los niveles, podrán recuperar la autodeterminación, reconquistar sus derechos y universalizarlos todavía más. En fin, si la democracia que logren ir construyendo cumplirá con el ideal justiciero de ser el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

No obstante, conviene no olvidar que en ese declinar del neoliberalismo en la región y del poder económico de Estados Unidos a nivel global, éste puede no renunciar a su papel de gendarme militar y pretenda aferrarse con más fuerza aún en América Latina para mantener sus prerrogativas y privilegios imperialistas. Por eso Washington se apresura en afianzar mecanismos económicos, comerciales, políticos y jurídicos que le permitan seguir controlando la región.

Pero en medio de todas las contradicciones en que se mueve el capitalismo como sistema global, se abren brechas para oradar su poderío con mareas ascendentes de resistencia a su dominación, que a la postre puedan generar la posibilidad de nuevos e inéditos desarrollos sociales y políticos



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