inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 2-Noviembre-2007

Anticipado fracaso de la Conferencia internacional para la paz en Medio Oriente

 

escribe Ernesto Tamara

La conferencia palestino-israelí que se celebrará en noviembre en Annapolis, en el oriental estado estadounidense de Maryland, se parece cada día más a un juego de naipes en un garito clandestino: no tiene fecha definida, no existe un documento ni una propuesta a discutir, no se sabe que jugadores estarán en la mesa, y las "apuestas" sólo se verán cuando comience el juego. Para peor, uno de los actores principales de la situación no está invitado.

La reunión, convocada por el presidente norteamericano George Bush para establecer, según dijo, una iniciativa de paz en Medio Oriente, parece sólo un intento desesperado de confirmar que no hay propuestas concretas, y que la iniciativa de la política exterior norteamericana en el conflicto palestino, la tiene Israel.

Las invitaciones a la cumbre no han sido enviadas aún, debido a que todavía no han finalizado las discusiones sobre varios temas, dijeron voceros de Washington.

La propuesta de Bush surgió pocos días después de aprobar un aumento de la asistencia militar a Israel hasta superar los 30 mil millones de dólares en 10 años, y después que la comunidad internacional no reprobara el golpe de Estado de Abbas contra el gobierno del primer ministro de Hamas, Ismail Haniyeh.

Cuando Hamas ganó las elecciones legislativas en enero de 2006, Estado Unidos, Europa e Israel, iniciaron un bloqueo total a las finanzas del nuevo gobierno palestinos al tiempo que se incentivaron los ataques del ejército israelí sobre supuestos blancos de las milicias palestinas. Al mismo tiempo, estos países incentivaron al grupo Al Fatah, que obedece al presidente Abbas a enfrentar a Hamas y desplazarlo del poder.

Cuando Hamas, en el gobierno, se impuso en la franja de Gaza para establecer el orden ante los ataques de las milicias de Al Fatah, el presidente palestino disolvió el gobierno. La medida fue aplaudida por la Estados Unidos y la U.E. que enseguida reanudó la ayuda financiera al nuevo gobierno -no electo- de Abbas.

Ahora, Palestina está partida en Cisjordania, gobernada por Abbas, y la Franja de Gaza, bajo control de Hamas pero cercada militar y financieramente. Esta semana Israel decidió cortar la electricidad y el combustible a esa región donde viven apiñados más de 1,5 millones de palestinos. Las organizaciones humanitarias internacional ya han advertido de la dramática situación en Gaza.

Camino al fracaso

Casi todos los líderes de los países árabes, hasta los socios de Estados Unidos, preven de una u otra manera el fracaso del encuentro. Si esto no bastara, además del silencio de los últimos días de la Casa Blanca, y la insistiencia de que es una reunión "exploratoria", las conversaciones entre el primer ministro israelí, Ehud Olmert, y el presidente palestino, Mahmud Abbas, lo están proclamando.

"Una declaración conjunta con la Autoridad Palestina no es condición para la conferencia de Annapolis" prevista para finales de noviembre, advirtió Ehud Olmert. Justo lo contrario de lo que exige el presidente palestino, Mahmud Abbas, que reclama un documento previo lo más detallado posible sobre las fronteras, Jerusalén y los refugiados palestinos.

El pasado fin de semana Olmert y Abbas volvieron a reunirse sin avanzar un sólo paso. De las conversaciones sólo trascendió que ambos regresaron al debate sobre la Hoja de Ruta, el plan de paz -muy cuestionado- que debía poner fin, en 2005, a la eterna contienda.

Como en otras cumbres anteriores, Israel se muestra intransigente y sin disposición a negociar ningún punto hasta tanto los palestinos no reconozcan al Estado de Israel, desmantelen sus milicias, y en definitiva, se rindan incondicionalmente.

Según informaron fuentes oficiales de la delegación palestina, el jefe de los negociadores, Ahmed Qurea, aseguró que ya había cumplido la primera fase de la Hoja de Ruta al establecer un nuevo Ejecutivo y reorganizar el liderazgo palestino. Es decir, tras haber colocado en el ostracismo al Gobierno de Hamas, vencedor en las elecciones de 2006. Pero esa primera etapa también exige el desmantelamiento de las milicias, un objetivo que está muy lejos de alcanzarse. Salvo que se considere que en el futuro Gaza no formará parte de los territorios en los que se aplicará un eventual pacto. Qurea afirmó que es Israel quien elude su compromiso al negarse a desmantelar ni uno solo de las decenas de asentamientos en Cisjordania.

La delegación israelí, que encabezará la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, insiste en que la policía palestina no evita los ataques de los grupos armados palestinos, aunque hayan sido casi inexistentes en el último año en Cisjordania. Entre otros motivos, porque el gobierno de Olmert no permite que los agentes palestinos dispongan de vehículos blindados, ni armamento adecuado. Ni siquiera facilitan el trabajo a los asesores europeos que forman a los cuerpos de seguridad palestinos.

Llevan dos años pidiendo, sin éxito, ser acreditados por el Ejecutivo israelí para poder moverse sin ser retenidos en las decenas de controles militares que salpican Cisjordania.

Abbas pidió al gobernante israelí que "cesen las redadas diarias en Cisjordania y los asesinatos de milicianos" y que otorgue documentos de identidad a 54.000 palestinos (es competencia israelí en los territorios ocupados) que no se atreven a salir de Cisjordania por temor a no poder regresar.

Con estos temas pendientes, parece dificil que en Estados Unidos se logren más avances.

Los palestinos quieren elaborar una declaración conjunta con Israel sobre cómo abordar los asuntos más espinosos del conflicto para presentarla en la conferencia, y para que sirva de base a un relanzamiento del proceso de paz y a negociaciones de paz formales.

En contraste, Israel dice que la conferencia se puede celebrar sin documento o con una declaración de principios más general, y se opone tajantemente a la exigencia palestina de fijar un calendario para iniciar y completar las eventuales negociaciones.

Además, desde la administración israelí se pronostica el fracaso de la cumbre. El ministro israelí de Asuntos Estratégicos, Avigdor Lieberman, tras reunirse con la Secretaria de Estado norteamericana, afirmó que la próxima conferencia internacional para la paz en Oriente Medio, será "un error sin resultado perceptible alguno".

"Sin una mejora perceptible en la seguridad israelí o en las condiciones económicas palestinas, la conferencia no será diferente de cualquiera de los encuentros sin éxito realizados en el pasado", dijo Lieberman a Rice.

"Dadas las actuales condiciones políticas, el gobierno no se puede permitir el lujo de tomar decisiones controvertidas sobre cuestiones polémicas", añadió.

Por otro lado, la canciller israelí, Tzipi Livni, ha advertido que no hay que apresurarse demasiado para firmar un acuerdo.

El portavoz del movimiento de la resistencia Al Fatah en Cisjordania, Ahmed Abdel Rahman, expresó esta semana que esas fuerzas apoyan las conversaciones israelíes-palestinas.

Aseguró que la participación de personalidades mundiales en la cita "pone a Israel en una verdadera disyuntiva".

"Ellos (los israelíes) hablan mucho de la paz y de cuanto la aman, pero a la hora de la verdad las palabras se vuelven vacías y entonces dicen que los palestinos no quieren la paz", subrayó.

Sin embargo, el depuesto primer ministro palestino Ismail Haniyeh pidió al presidente Mahmoud Abbas no hacer concesiones a Israel y calificó de trampa la conferencia sobre paz en el Oriente Medio, organizada por Estados Unidos.

Llamó, además, a renovar el diálogo interno y a la unidad del pueblo palestino.

¿Quiénes participarán?

En principio sólo se puede asegurar que a la Cumbre de Annapolis, si es que se realiza a fines de noviembre como se anuncia, asistirá el primer ministro israelí, Olmert, y el presidente de la ANP, Abbas. Hamas, la otra fuerza importante palestina, ganador de las elecciones legislativas últimas, no está siquiera invitado, pese a que controla Gaza. Los demás países árabes de la región, que han sido invitados, aún no confirman su participación y todos parecen esperar una excusa para eludir la cita.

Es que participar en otra cumbre árabe israelí condenada al fracaso, los pondría en una mala posición antes sus pueblos, al aparecer aliados a la estrategia de Estados Unidos en la región, y a las amenazas del presidente Bush de extender el conflicto armado a Irán.

El gobierno de Abbas, que cada día aparece más pegado a Estados Unidos y condecendiente con Israel, está temiendo quedar mal parado si concurre a la cumbre sin un documento que al menos presente intenciones de avanzar en la concreción de un estado palestino.

Muchos analistas advierten que puede ser el fin político de Al Fatah y Abbas y desencadenar una nueva crisis en la interna palestina.

Quizás por ello los negociaciadores de la ANP se esfuerzan por alcanzar un documento mínimo. "Sin un documento para resolver este conflicto, no podemos acudir", amenazó el ministro de Información palestino, Riad Malki.

Abbas afirmó la semana pasada que exigirá la devolución total de los 6.502 kilómetros cuadrados de Cisjordania y Gaza y un freno total a la expansión de los asentamientos. Olmert -acosado por partidos de su coalición de Gobierno que suman 23 de los 81 diputados que respaldan al primer ministro israelí- rechaza toda concreción en el documento que debe servir de punto de partida para las negociaciones definitivas.
Siria adelantó que es improbable que asista a la reunión, a menos que sus preocupaciones sobre las Alturas del Golán estén en la agenda.

Olmert, aseguró ya el 9 de octubre que la devolución a Siria de las Alturas del Golán no está contemplada en la conferencia d Annapolis.

Las Alturas del Golán fueron ocupados por el ejército israelí en junio de 1967, durante la llamada Guerra de los Seis Días, y desde entonces su restitución es reclamada por Damasco.

La pasada semana, el rey jordano Abdullah II y el presidente palestino, Mahmoud Abbas, insistieron en la necesidad de que la conferencia aborde el status final de Jerusalén, el tema de los refugiados palestinos, y la retirada de Israel de los territorios ocupados en 1967.

Desde Irán, el líder religioso de ese país, el Ayatolá Seyed Ali Jamenei, advirtió que la conferencia internacional tiene el único objetivo de rescatar a Israel, más que ayudar a los palestinos.

Subrayó que hasta la fecha cualquier reunión organizada en nombre de la paz ha sido en detrimento de ese pueblo, por lo que el encuentro de otoño "es otra imposición a Palestina".

Jamenei se preguntó cómo otros gobiernos pueden acudir a la convocatoria de Washington si la misma es considerada engañosa. Otros países musulmanes también debían verla como falsa, subrayó.

También el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, se manifestó en ese sentido y advirtió que la reunión es una trampa de Israel. Durante una reunión con su gabinete el mandatario persa sugirió a los países de la región que se mantenga alerta y suspicaces respecto al encuentro. "Las decisiones que se han tomado sin contar con el pueblo palestino no resolveran nada, ni les reporta a ellos ningún beneficio", dijo Ahmadineyad.

Por otra parte, el presidente egipcio, aliado de Estados Unidos, Hosni Mubarak, estimó que la situación de Jerusalem debe estar en la agenda de negociones y consideró imposible que algún dirigente árabe o musulmán renuncie a Jerusalén y a la mezquita de Al Aqsa.

Rice de "sustancial" a un poco

A principios de octubre, cuando se lanzó la iniciativa, la Secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, pretendió mostrarse enérgica con los objetivos propuestos para la cumbre. Reiteró que el encuentro debería ser "serio y sustancial" y tocar los asuntos más conflictivos, es decir la definición de las fronteras, los refugiados palestinos y el estatus de Jerusalén, entre otros.

El 15 de octubre durante su visita a Ramala, Rice insistió que "ha llegado el momento de que se establezca un Estado Palestino" y que su país considera este objetivo como una máxima prioridad en su agenda.

"Vemos el establecimiento de un Estado Palestino como una cuestión absolutamente esencial para el futuro, no sólo de palestinos e israelíes, sino también para Oriente Medio y sobre todo para el interés de EEUU", manifestó Rice en una rueda de prensa conjunta con el presidente palestino.

Rice subrayó que la cumbre prevista para noviembre, "es el esfuerzo más serio para intentar poner fin al conflicto en muchos, muchos años".

Sin embargo enseguida recortó las expectativas al asegurar que el documento previo que se prepara, o se intenta acordar, "no es un acuerdo definitivo". Israel se niega por ahora a llegar a la reunión con un documento para negociar.

Días más tarde, Rice dijo que el documento a preparar es sólo "un camino a seguir", limitando aún más su alcance.

"No espero que se produzca ningún resultado particular en cuanto a grandes avances en el documento", dijo Rice, "yo advertiría de antemano que no hay que esperar eso, porque éste es un trabajo en desarrollo".



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