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¡Gracias Che! |
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El próximo fin de semana en todo el mundo se recordará la caída en combate y el asesinato de Ernesto Che Guevara en Bolivia. Esta vez serán 40 años del suceso, y como provocan los números redondos, es válida una nueva reflexión. América Latina está en un proceso de buscar caminos y definir sus modelos, y muchos consideran que es válido separar y abandonar las estrategias de la izquierda de los 60 y 70, y hasta condenan sin tomar en cuenta la situación de cada época, los métodos de la izquierda de entonces que se identifican con el Che: la lucha armada. Algunos reivindican la figura del guerrillero argentino-cubano desde una óptica de aventurerismo romántico, de la pureza de sus ideales y de su entrega, pero le cuestionan el camino escogido en Bolivia. A veces hasta inocentemente lamentan diciendo hasta dónde podría haber llegado si hubiera seguido en el gobierno cubano. Los años de dictadura, la posterior democratización del continente y algunas experiencias progresistas en países de la región, los ha llevado a cuestionar la práctica política y teórica de Ernesto Guevara, y queriendo o sin querer, con mala intención o inocentemente, lo encasillan con un único método de lucha y lo apartan del presente. El mismo Che se definía como un aventurero, pero no un aventurero irresponsable que no piensa en las consecuencias de sus actos. En todo caso era un aventurero en el sentido de explorar caminos, romper con los moldes establecidos y apostar a lo nuevo. En todo caso, una definición más parecida al de un revolucionario. Quizás valga más la pena, y es un desafío pendiente para los teóricos de este siglo XXI, encontrar en los avances -grandes o pequeños- de la izquierda latinoamericana, y porque nó, hasta de la práctica de la democracia burguesa representativa del continente, los aportes de la lucha y la teoría del Che. El Che es un representante destacado de una generación de militantes marxistas revolucionarios que construyeron caminos prácticos y teóricos para el avance político de los pueblos. Plantó tempranamente junto a Fidel las semillas de la colaboración y ayuda a los pueblos pobres del Tercer Mundo, que hoy se materializa en los miles de técnicos, médicos y maestros cubanos que trabajan en nuestro continente y en otros ayudando a construir, salvando vidas y educando. El Che nunca fue un aventurero irresponsable, ni se encasilló en una única opción de lucha. Tampoco fue un extremista intransigente a la hora de sumar voluntades en la lucha contra el imperialismo y las oligarquías. Como comandante guerrillero en Cuba le tocó hacer acuerdos y alianzas con diferentes grupos. Como ministro buscó captar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para poner en marcha el aparato del Estado y las industrias abandonadas por los oligarcas y las empresas yanquis. Los actuales movimientos de izquierda, progresistas, anti neoliberales o apenas contrarios al capitalismo salvaje, están nutridos de la lucha del Che y los hombres y mujeres que lo secundaron y siguieron. Las oligarquías de Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Honduras, Brasil, por citar algunos ejemplos extremos, aceptaron la democracia formal, elecciones, después de enfrentar a los revolucionarios que se inspiraban en el Che. Los hombres que encabezan los cambios en Venezuela y Bolivia, se inspiraron el Che. El Che no optó exclusivamente por la lucha armada. Exploró y utilizó otros caminos y alentó a los revolucionarios a no encasillarse. Fue diplomático, también agudo crítico y estudioso de los problemas de la construcción del socialismo, y sobre todo practicó con el ejemplo cotidiano. Camino a colaborar en la lucha armada y política de los revolucionarios en el Congo africano, escribió El socialismo y el hombre en Cuba (1965). «El camino es largo y lleno de dificultades, por extraviar la ruta, hay que retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa, nos separamos de las masas; en ocasiones por hacerlo lentamente, sentimos el aliento cercano de los que nos pisan los talones. En nuestra ambición de revolucionarios, tratamos de caminar tan aprisa como sea posible, abriendo caminos, pero sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que ésta solo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo.» Por estos días se leen y escuchan desde la derecha rabiosos ataques al Che, les molesta que él continúe viviendo 40 años después, les enfurece que siga siendo la antítesis del individualismo y del egoísmo. Les duele que el Che sigue batallando más allá de la muerte por un mundo diferente. Vale entonces tan siquiera como modesto reconocimiento, y hasta como promesa de continuar profundizando nuevos caminos que en este 8 de octubre todos deberíamos decir: ¡Gracias Che! |
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