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El sismo que sacudió el litigio limítrofe |
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escribe Manuel Villar Los dirigentes políticos y gubernamentales y parte de la opinión pública de Perú y Chile depusieron el clima de hostilidad, expresiones desafiantes y la agresión verbal en que se encontraban enfrascados, en aras de la solidaridad y la cooperación luego de las trágicas consecuencias del terremoto que arrasó con la vida de cientos de peruanos, provocó miles de heridos y dejó millonarias perdidas materiales. Cuando la tierra sacudió violentamente varias provincias del sur de Perú, la tarde del miércoles 5, voceros de ambos países del cono sur de América protagonizaban una virtual guerra de declaraciones, luego que en Lima el Ejecutivo diera a conocer un mapa en el cual incluye como zona marítima en reclamación un área en la cual siempre Chile ha ejercido soberanía. Afloraron rápidamente manifestaciones de patriotería a ambos lados de la frontera. En las sobremesas de muchos hogares ya era objeto de discusión y valoración por un lado la agresividad con que se estaba respondiendo desde Chile a la reclamación peruana -pese a ser un tema ya conocido- y por el otro los intereses políticos internos en la acción del gobierno peruano de relevar este tema por encima de los canales internacionales regulares y herir sensibilidades en el país vecino. Ambas situaciones, la divulgación del mapa por Perú y las fuertes declaraciones en Chile, que prácticamente advertían de la decisión de enfrentar el conflicto en cualquier escenario, no se correspondían con la magnitud real del litigio. Por ello (y valga este paréntesis) emergió tempranamente la interrogante de rigor para estos casos: ¿a quién le sirve agitar las aguas de un mar limítrofe situado en los extremos sur de Perú y norte de Chile? Buscando respuestas, algunos analistas recordaron las situaciones políticas complicadas por las que atraviesan la presidenta de Chile, Michelle Bachelet y el mandatario peruano Alan García, ambos con notorias caídas en el respaldo popular, de acuerdo con respectivos sondeos de opinión; amén de conflictos en las fuerzas gobernantes y una ofensiva de sectores opositores que apuesta a instalar el concepto de ingobernabilidad en la percepción pública. La fuerza de la naturaleza fue determinante y feroz. De aquel clima hostil se pasó rápidamente al dolor y a la muerte, emergiendo inequívocas expresiones de solidaridad, ayuda y respaldo al pueblo peruano. Se trata de una reacción humana lógica en esas circunstancias y particularmente significativa en Chile, en momentos en que buena parte de su población atraviesa por las secuelas de efectos de la naturaleza también devastadores: el terremoto blanco que ha dejado cientos de damnificados, cuantiosos daños en el sector agropecuario y una escalada de precios en productos alimenticios, un duro golpe al presupuesto de miles (la mayoría) de hogares. Cientos de hectáreas de plantaciones y siembras fueron quemadas por heladas y sepultadas por la nieve, mientras la carencia de pastizales ha costado la pérdida de miles de cabeza de ganado, entre otras secuelas, que han llevado a decretar como zona de catástrofe agrícola a 29 comunas de un total de 99 ya declaradas como zona de emergencia (equivalentes a cerca del 30% de todas las comunas del país). En este marco se da un giro en 180º en el llamado litigio Chile-Perú y desde Chile el Gobierno, diversos organismos y entidades públicas y privadas comenzaron a recabar ayuda material para Perú. El ministro de Defensa, José Goñi, manifestó la disposición de Chile para asistir al Perú en aquellas tareas que sean requeridas. Sus palabras se sumaron a otras del mismo tenor pronunciadas por la presidenta Michelle Bachelet y el canciller Alejandro Foxley. Atrás quedaron las emitidas en el marco del litigio limítrofe, tales como: Chile está preparado para cualquier escenario. Desde Perú, Alan García agradecía el gesto fraternal de Chile y expresó -luego de conversar con Bachelet: Tengo la satisfacción de que, a pesar de nuestras discusiones de tipo jurídico respecto a ángulos marítimos, hay por sobre todo una fraternidad, una voluntad de comprender el grave problema que atravesamos. Hoy es un día de dolor para el pueblo peruano. Es por eso que me he comunicado con el presidente Alan García para expresarle, a nombre del Gobierno de Chile y del pueblo chileno, los sentimientos de pesar por las víctimas y nuestra solidaridad en estos duros momentos, diría a su vez Bachelet. Creo que es una muestra de solidaridad real con el pueblo del Perú y su duro trance en este momentos. Nosotros apreciamos ese gesto de solidaridad y entendemos que en los momentos difíciles, chilenos y peruanos podemos unirnos, incluso por sobre las circunstanciales diferencias que nos puedan separar, subrayó el embajador de Lima en Santiago, Hugo Otero. Cicatrizadas las huellas de la tragedia, seguramente Perú no depondrá su reclamación ni Chile declinará en la férrea defensa de su soberanía, pero a la luz de los hechos, de las reflexiones y mensajes de buena voluntad, queda la recóndita esperanza de que cuando se retome el litigio, impere un poco más la sensatez, el sentido común y que ambas sociedades se aboquen a situaciones más prioritarias y más reales, como la superación de las condiciones y calidad de vida de aquellos que generalmente son las víctimas de los desastres de la naturaleza. |
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