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El embajador Edelstam de Michael Nyqvist en "Svarta nejlikan" |
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escribe Pepe Viñoles Para Michael Nyqvist, el reconocido y experimentado actor de teatro y cine no fue una tarea fácil representar el papel como Harald Edelstam, embajador sueco en Chile de la dictadura, en la película "Svarta Nejlikan" (El clavel negro) del director Ulf Hultberg. Esta es la tercera vez que encarno a un personaje histórico, lo que significa un trabajo diferente al de otros roles en los que el actor puede incorporar elementos más libres y propios a su interpretación. Previamente a este trabajo había hecho el papel de Gustav III y tengo por delante, después de esta película sobre Edelstam, ahora el rol de Primo Levi en una obra teatral de Lars Norén sobre este escritor y químico judío-italiano sobreviviente de Auschwitz.. En "Svarta Nejlikan" intenté aproximarme el máximo posible al Harald de los días en Chile, a su sicología, a su estado de ánimo, nos dice Michael Nyqvist, en la distendida conversación que mantuvimos con él oportunidad de la presentación de la película en Malmö. Nyqvist confiesa que al aceptar esta actuación que le propuso el director Hultberg, tuvo que recurrir a su memoria para extraer de ella cuánto recordaba de Edelstam. En septiembre de 1973, cuando se produjo el golpe militar de Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende, Michael tenía apenas 12 años. De aquel entonces recordó dos hechos: el haber visto en la televisión y oído el sonido de los balazos disparados por un militar que, durante el "Tancazo" en junio de 1973 asesinara a Leonardo Henrichsen, cameraman de la televisión sueca quien filmara en ese momento dramáticamente su propia muerte. Me dí cuenta que la cosa en Chile era seria, los balazos sonaban como los de Saigón. Y recuerdo que meses después de este hecho, escuché por radio el tono enojado de Edelstam cuando hizo declaraciones a la prensa al llegar a Arlanda, luego de ser declarado persona non grata por la dictadura chilena, comenta el actor. En esa ocasión el embajador defendió su gestión durante los meses posteriores al golpe, y mencionando las vidas salvadas afirmó que para él "la vida de las personas está primero que la diplomacia". Al encarar el trabajo recordé todo ésto -dice Nyqvist y agrega-Recordé cuando salía con otros amigos con las alcancías de Chile Kommittén a pedir dinero para la solidaridad. El tiempo en que trabajé en una colonia de verano con niños chilenos hijos de exiliados y siendo compañero de trabajo me hice amigo del periodista chileno Juan Diego Spoerer. Naturalmente leí todo lo que pude sobre Edelstam. Pero, lo que me ayudó más, lo que me dió más elementos para la interpretación del embajador fue el contacto con quienes lo conocieron personalmente, así como con personas que estuvieron prisioneras en el Estadio Nacional de Santiago. Una de las características que me atrajo en Edelstam fue ese tipo singular de ser, una suerte de aristócrata-anarquista proveniente igual que Olof Palme- de la aristocracia, clase que los consideró traidores por el compromiso asumido por ambos. Me atrajo el poder interpretar a ese diplomático que fue un aristócrata inteligente, culto, con coraje que lo transformó en un héroe representando a la solidaridad sueca. Una solidaridad que más tarde quedó definitivamente callada con la muerte de Palme. Me pregunto que pasó con esa solidaridad que tuvo Suecia -nos dice el actor- ¿Desapareció? Qué pasó con todo lo que Harald hizo antes en Oslo ocupado por los nazis, en Berlín y Guatemala, y más tarde en Chile, actitudes todas que recuerdan la tradición de solidaridad internacional que Suecia tuvo a través de embajadores como Edelstam y políticos como Olof Palme. Michael Nyqvist, en el correr de la charla sostiene que es evidente que Harald, en toda su actuación frente a la dictadura militar fue también un buen estratega. Probó hasta donde podía llegar y qué podía lograr usando su condición de embajador forzando al máximo los límites posibles. Creo que Edelstam con sus declaraciones a la prensa sueca e internacional desde Santiago mismo y después de ser expulsado al llegar a Suecia, sabía que con ellas contribuía a romper el silencio impuesto por el terror de la dictadura chilena y de otras que existían en la región. En tal forma resultó un vocero de los chilenos y latinoamericanos, que eran reprimidos, aislados y silenciados, denunciando lo que estaba aconteciendo en sus países. Hay que recordar que en ese momento existían dictaduras no sólo en Chile, sino también en Brasil, Uruguay, Bolivia, Argentina, Guatemala, incluso en Europa, España y Portugal, dice Nyqvist. Edelstam podía acordarse de cada persona Recrear en "El clavel negro" a Edelstam le exigió a Michael -en una estancia de varios meses en Santiago de rodaje de la película durante 2005- no sólo actuar en circunstancias similares a las vividas por el embajador, sino también recrearlas en los escenarios reales cargados aún de vivos y trágicos recuerdos no obstante los 34 años años transcurridos. El encuentro con ex-presos, con las calles y barrios, con el Palacio de La Moneda o el Estadio Nacional, donde aún están casi intactos los camarines y baños donde cientos de personas fueron torturadas y asesinadas, significaron para el actor un esfuerzo síquico y físico de enorme tensión. Llegué a sentir el mismo enojo y tensión que seguramente sintió Harald en Chile. Una sensación permanente de temblor interior. Asimilé también aquello que me transmitieron de Edelstam quienes lo trataron, sobre su capacidad de comunicación provista de una calidad humana que nadie olvida, así como su increíble memoria que le permitía acordarse de cada persona que había conocido. Al terminar esta entrevista Michael Nyqvist nos cuenta con mucho humor, una anécdota singular que le sucediera casi al final del rodaje de "El clavel negro" en Chile. Un millonario sueco con negocios en Chile me invitó a una fiesta en su mansión en las afueras de Santiago a la que concurrirían también noruegos, daneses y otros suecos residentes. Yo estaba bastante agotado y pensé que una fiesta no me venía mal, esa gente me invitaba porque decían que habían visto mis películas. Aunque era otro mundo, al fin acepté. Era en una mansión como las de Sudáfrica o Miami, que para poder entrar había que pasar por esos sofisticados sistemas de seguridad. Estando allí y ya tomando unos tragos siento olor a humo y a asado que venían desde la finca contigua donde había otra fiesta.Y a través del cerco veo a unas personas, entre ellas a una que estaba sentada de espaldas hacia mí. El sueco-finlandés que me había invitado, al verme mirar hacia el sitio de sus vecinos se acerca y me pregunta: "¿Sábes quién es mi vecino? Es Augusto Pinochet". Yo que en todos esos meses de filmación había acumulado un odio enorme hacia Pinochet reaccioné con rabia y sólo se me ocurrió decirle: "Alcánzame aunque sea un guante del asador que se lo voy a tirar", se rie Michael ahora recordando este involuntario encuentro en Chile con el tirano cuando aún estaba vivo. (Sobre esta película ver también nota en Liberación del 29 de junio de 2007) |
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