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La miseria que no se ve

 
Uno de los aspectos más sobresalientes de los tiempos que nos ha tocado vivir es la confusión que el capitalismo ha podido generar en millones de seres humanos en torno al sentido de sus vidas.

Mientras arroja a masas inmensas a las condiciones más miserables y brutales de vida, que es imposible llamarlas primitivas -dado que aún en la antigua comunidad primitiva los hombres entonces podían asegurarse las máximas condiciones posibles de vida material y cultural- al mismo tiempo transforma a otros en desesperados y muchas veces inconscientes productores-consumidores de superfluos bienes materiales y espirituales.

Tanto en la educación, que brindan escuelas y universidades; en la subcultura de evasión y entretenimiento que se ha ido creando; en el trabajo y el ámbito privado de la gente, se borra el pasado histórico y su conexión con el presente. Se alimenta una falsa libertad para elegir cómo queremos vivir, cuando en realidad la única elección posible ya no tiene un marco social y colectivo crítico, sino que ha quedado como nunca antes librada a la más absoluta soledad individual con el argumento de que hoy todos podemos elegir. Esta ilusión de libertad se reduce ahora a una única opción, la de aceptar que para vivir es necesario acumular dinero. El es el que permitiría salvar nuestro presente y también asegurar un feliz porvenir.

El sistema induce a que nuestros hijos elijan profesiones y trabajos que en muy poco tiempo les permita un buen bienestar material, aunque no adquieran una cultura que les posibilite saber de dónde vienen y hacia dónde van.

El capitalismo contemporáneo como nunca antes muestra una carencia total de ideas nuevas y arremete contra los propios fundamentos históricos morales y religiosos que le sostuvo durante siglos. Los preceptos de amarás a tu prójimo como a tí mismo, no admitirás en tí la envidia y la codicia, no robarás, no matarás han sido arrojados al basurero de la Historia, y sustituidos por el todo vale de políticos ramplones y fascinerosos de la estirpe de los Bush y de toda una variopinta fauna de exitosos empresarios, banqueros y enloquecidos cachorros de la Bolsa. Esta es la única realidad que existe y no se puede cambiar, adáptate a estos tiempos, no te acuerdes del prójimo porque es tu competidor, aprovecha la oportunidad, no la dejes pasar, date el gusto, olvídate de lo triste, no pienses mucho, sé práctico y efectivo, crea tu propia empresa, son los consejos que el sistema dá para poder ser un triunfador en el capitalismo, como consumidor y productor. Una gigantesca y universal escuela para formar esclavos posmodernos.

En realidad una pobre filosofía para alimentar y sostener una miseria mucho más peligrosa que la material, aquella a la que antiguamente se le llamaba miseria espritual. Todo un tema que no se agota en estas líneas.



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